_Beba, ¿te vas en algún momento de vacaciones?
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
_Beba, ¿te vas en algún momento de vacaciones?
_No, ¡nunca!
_ ¿Por qué?
_ Pensaba que después de jubilarme iba a viajar. Pero te juro (se emociona), no puedo. Un día sin venir implica extrañarlos demasiado. Además, pienso que los animales se preguntarían...¿dónde está? ¿por qué no vino? Así que no. Mis vacaciones son ellos. Mi felicidad es estar acá.
María Esther “Beba” Linaro es la fundadora de MundoAparte (se escribe así, todo junto), un refugio de animales silvestres ubicado en zona norte, en Rosario.
La conversación que da inicio a esta nota se dio durante una extensa recorrida por buena parte de las dos hectáreas que conforman el predio en el que, actualmente, viven 60 animales.
Beba, quien bregó por el cierre y reubicación de cada uno de los animales del viejo zoológico de la ciudad (en el Parque de la Independencia), es la guía y el corazón de un equipo de voluntarios que ponen cuerpo y alma para cuidar, intentar sanar y, siempre abrazar a estos animales alejados de sus hábitats, algunos de los cuales han sufrido lo inimaginable por la acción destructiva del hombre.
Defender la vida silvestre de la región, proteger a los animales salvajes en peligro, denunciar la injusticia ecológica y contribuir a crear una mayor conciencia ambiental, son los principales objetivos de este grupo de personas unidas por el amor a la naturaleza y la entrega absoluta para rescatar a estos seres que han sido vulnerados, y que de alguna manera tuvieron una nueva oportunidad.
En 2001, Beba creó este espacio para darle asilo a los animales que habían sobrevivido, luego del cierre del jardín zoológico, en 1997.
“Los que no pudieron ir a otros lugares, terminaron en un ex basural. Fue entonces cuando, en soledad, y por fuerza de su amor y convicciones, Beba logró dar inicio a esta ONG, logrando un convenio que permitió donaciones y a la vez la tenencia legal de esos animales que estuvieron cuatro años abandonados”, recuerda Franco Peruggino, uno de los voluntarios que hace 12 años que está trabajando acá, y quien cumple el rol de coordinador.
Si bien el objetivo de la ardua tarea que realizan estas personas es la liberación de los integrantes de MundoAparte, muchas veces, por las brutales consecuencias de las agresiones que padecieron o porque han llevado una vida como mascotas (para la que no están preparados), no pueden ser devueltos a la naturaleza. Entonces, encuentran allí un espacio definitivo para vivir en tranquilidad, con sus necesidades cubiertas y rodeados de amor.
Monos, aves, zorros, ciervos, mulitas y hasta un tigre, conviven en forma apacible en un lugar que, verdaderamente, parece de otro mundo.
La paz que se respira en el predio, conmueve.
Entrar al refugio es ingresar a un universo donde los único sonidos provienen del viento, las hojas de los árboles, el agua del estanque, y de los propios animales. Todo en perfecta armonía, como suele ofrecerse la naturaleza.
“Ahora somos muchos voluntarios y estamos organizados, pero al principio, Beba iba a hacer las compras por su cuenta, en tiempos en los que no solo no había nadie que trajera los pedidos hasta el predio, sino que la plata era tan escasa que de casualidad alcanzaba para la comida del día a día. Por eso, los aportes privados son fundamentales para sostener el funcionamiento de MundoAparte”, cuenta Ivo, el hermano de Franco, y otro de los colaboradores incansables.
"Ojalá se sumen más y más socios cada vez", dicen con entusiasmo (leer aparte cómo asociarse). Porque sostener la medicación y el alimento mensual de todos los animales implica un enorme esfuerzo. "Con inflación o sin inflación, pase lo que pase ellos, consumen lo mismo, es lo que necesitan para estar bien", comentan.
En este momento son 60 los animales silvestres que son cuidados con profunda atención por los voluntarios, pero llegó a haber muchos más, aunque lo ideal es que el número se mantenga estable para poder brindarles atención de calidad, espacio y tiempo.
Cada uno tiene asignado a determinados animales, y no otros, para generar una confianza total.
Confianza, esa es quizá la palabra clave en todo esto.
Durante las 24 horas, todo el año, hay alguien en el refugio. Los voluntarios son los que, que ante todo, se han ganado la posibilidad de que Linaro delegue en ellos las tareas, algo que solamente se logra cuando la fundadora de MundoAparte está completamente segura de que los animales son atendidos, hasta en los mínimos detalles, por esas personas.
En los primeros tiempos de la creación de este refugio, Beba Linaro creyó que su tarea iba a ser acompañar hasta el último respiro a los 14 animales que habían sobrevivido al zoológico de Rosario, y que habían sido trasladados a un lugar horrible donde los esperaba la muerte si no eran rescatados.
Pero de a poco fueron llegando más. Entonces el círculo, no solo se amplió, sino que por ahora no tiene final a la vista.
"Cada uno de estos lugares (señala los recintos donde viven los animales) contaron aquellas primeras historias de MundoAparte, que hoy cuentan un montón de otras historias, que se parecen", reflexiona Franco.
Las mismas jaulas que se habían construido para aquellos animales sirvieron de refugio a otros, en un ciclo que parece infinito, aunque por supuesto, lo deseable es que alguna vez termine. Eso significaría que no queda un solo animal sufriendo fuera de su espacio natural.
El sonido de un ave que está a pocos metros de la entrada del refugio se escucha, estridente. Está pidiendo algo. De eso no quedan dudas.
Hace algunos minutos que Beba Linaro ingresó a MundoAparte. “Es Pololo, que está esperando que lo salude”, dice ella, sonriente. Y efectivamente, cuando Beba se acerca, Pololo se calma al instante.
Es un carancho que llegó hace unos cinco años al refugio ubicado en Sorrento al 1500. Tenía las patas atrofiadas y apenas se podía incorporar. La rehabilitación se inició de inmediato. La propia Beba Linaro le hacía masajes en sus patas, a diario.
Mejoró sus alas, su postura. Le dieron suplementos vitamínicos, asesorados por los veterinarios. “Pololo puede ser un tanto agresivo con los extraños, porque es un ave rapaz, sin embargo no representa un riesgo para los humanos”, cuentan los voluntarios.
Emociona verlo en esta conexión impresionante con sus cuidadores.
Durante el recorrido, la escena se repite. Martín, un monito capuchino que es la estrella del lugar, no para de hacer caras y posturas cuando aparece Beba.
Ella camina con calma y firmeza a la vez entre los recintos, hablándole con una ternura infinita a cada uno, saludándolos por su nombre, preguntándoles cómo están, qué necesitan, cómo se sienten.
Si hasta las mulitas, que de lejos no se ven porque están descansando en el piso, intentan trepar por las paredes cuando escuchan la voz de Beba. “Hola mis hermosas, hola amores, ¿cómo están hoy?”.
Hay gente que golpea la puerta para traer animales que no pueden tener o que encuentra lastimados, pero es necesario aclarar que MundoAparte no los recibe de ese modo sino que hay todo un circuito en marcha. Ahí llegan algunos en particular que son silvestres y que precisan cuidados especiales.
"No tendría sentido, además, que esto se llene de jaulas donde uno no pudiese ni caminar, no es la idea, estos animales precisan espacio y además cada uno de ellos tiene su comida especial, su medicación, sus horarios, es súper personalizado y eso hace a la calidad de la atención", cuentan los voluntarios.
Empezar a andar el camino de Mundo Aparte no fue nada fácil por muchos motivos. “Lo de los animales del zoológico ha sido desgarrador. Cuando murió Tania, la puma, yo me quería ir con ella”, rememora Linaro, para dar cuenta del dolor que implicaron aquellas partidas.
Beba está haciendo murales en los que va pintando a cada uno de los animales fundadores. Aquellos 14 con los que empezaron, con enorme voluntad y muchas dificultades, pero que dieron comienzo a esta hermosa aventura. “23 años vivió Isondú, la monita carayá, la última de los 14 que quedaba del viejo zoológico, y que había llegado muy chiquita a Rosario. Ella enterró a sus hijos, a su marido, a todos", recuerda Beba.
La monita superó por lejos las expectativas de vida de su especie. "Tenía un temperamento tremendo. El carayá, en general, cuando ve morir a su hermanito o familiar se deprime y no lo supera. Ella era fuerte e incluso ayudó mucho a Martín, que cuando vino no sabía hacer casi nada porque estaba domesticado". La última noche, antes de partir, la monita no quiso comer..."Se quedó mirándome acostada en un tronco y a la mañana la encontramos ya sin respirar, en el mismo lugar. Ese modo de irse, me dio cierta tranquilidad".
_¿Extrañás mucho a los que se fueron? ¿Cómo lidiás con eso?
_Mal...
_ ¿No se aprende, no?_
Y no, es cada vez es peor...Como dice Franco, trato de pensar en todo lo que uno hizo para que estén bien, pero no me alcanza. Yo siento que están acá, todos, y que van a terminar de irse cuando me vaya yo. Nos vamos a ir todos juntos, a otro MundoAparte, donde el dolor y la muerte no van a estar, nunca más.
La colaboración constante de los socios del refugio permite sostener la calidad de la alimentación, la medicación y los cuidados que se le brindan a cada uno de los habitantes.
“Es un aporte voluntario, en el que las personas deciden lo que pueden pagar y hasta cuando (pueden ser 500, 1.000, 10 mil, todo suma y es bienvenido). Es importantísimo, porque si bien cada tanto tenemos alguna donación especial, lo que sostiene el trabajo diario (comida, productos de limpieza, remedios, asistencia de los veterinarios) es el dinero que aportan los socios”, explica Franco, el coordinador.
“Es mejor que sean muchos que aportan en forma mensual, que aparezcan donaciones excepcionales. Obviamente esas donaciones extraordinarias nos ayudan un montón a resolver otras cuestiones, como por ejemplo agrandar predios, mejorar las jaulas, comprar instrumental para atender a los animales, pero al no ser constantes es algo con lo que no podemos contar siempre. Y ellos comen y necesitan sus medicaciones todos los días”, reflexiona.
¿Cómo sumarse? Si te interesa ser parte de esta comunidad solidaria, tenés que ingresar a la página
www.visitamundoaparte.com.ar o por las redes sociales.
Allí también podés anotarte para las visitas guiadas. Quedan muy pocas hasta fin de año y se retoman una vez que pase el verano.
Los otros protagonistas
Junto a Beba Linaro y Franco Peruggino forman parte del refugio: Belén, Daniel, Ivo, Julieta P., Julieta T., Lili, Magui, Marisa, Martina, Pablo C., Pablo G, Renato, Verónica y Sebastián y Silvia. Hay estudiantes, jubilados, profesionales de distintas disciplinas, comerciantes. Todos unidos por el amor y la dedicación a los animales.
Cada uno tiene a su cargo diversas tareas, y algunos acompañan en las visitas guiadas a escuelas o grupos de personas que se anotan para conocer el lugar.
Hay, además, un sector al que no acceden los visitantes. En el área de cuarentena o presuelta tienen permiso solo los voluntarios (para alimentarlos o para controles médicos) porque allí están los animales que por diversos motivos necesitan silencio absoluto y que no pueden tener vínculo directo con personas (una decisión que se toma por su bienestar y porque al tener la mínima chance de regresar a sus espacios naturales requieren esa distancia vital).