Día 1: Hoy dejé las redes sociales. Ya llevo 10 horas sin Instagram ni Facebook y aunque puedo conversar mirando a los ojos, tengo una sensación constante, pero leve, de ansiedad.
Día 1: Hoy dejé las redes sociales. Ya llevo 10 horas sin Instagram ni Facebook y aunque puedo conversar mirando a los ojos, tengo una sensación constante, pero leve, de ansiedad.
Día 2: Sentí algo de ansiedad durante la tarde. Por la noche, antes de dormir, retome el libro de Sinay que había empezado hace unos meses.
Día 3: Durante toda la mañana sentí que algo me faltaba y me costó compensar ese vacío. Sigo con ansiedad. Luca Prodan tenía razón, me repito tipo mantra: “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya” .
Día 7: Por momentos busco el ícono de Instagram que ya no está en mi pantalla Llegué a pensar que usar las redes es un hábito que hacemos casi por inercia, no por adicción. Es la costumbre. La repetición.
Día 8: Extraño ver algunas novedades y compartir mis trabajos. ¿Me quedaré sin seguidores?
Día 10: Casi vuelvo a descargar Instagram (por temas prácticos me dije a mi mismo), pero no lo hice.
Día 15: Terminé el libro de Sinay. Mañana empiezo otro.
Día 20: Me siento desintoxicado de notificaciones pero aún extraño Instagram.
Estos son solo fragmentos de algunas anotaciones que hice cuando cerré mis redes sociales previo al mundial de fútbol en Qatar. Mi intención era experimentar el “ayuno de dopamina” durante la Copa del Mundo. Hoy puedo decir que valió la pena.
Este tipo de ayuno, cuyo fin es aumentar en contextos exigentes la productividad y el bienestar, es una práctica que surgió en el 2020 en Silicon Valley, California, cuna de la tecnología digital y la base de experimentos psicológicos para aumentar la productividad que van de la ingesta de microdosis de LSD a baños de agua helada a las 5 de la mañana, entre otros.
Todos podemos reconocer que se ha vuelto difícil estar concentrados en actividades como el estudio, el trabajo o cosas más esenciales, porque está Internet y sus aplicaciones, que compiten por nuestra atención. Son tantos los estímulos que consumimos que que a veces tenemos la sensación de ser adictos: videojuegos, notificaciones de Wapp, compras, pornografía, comida, noticias.
Mientras tanto esto tiene un precio para nuestro cerebro. Las investigaciones científicas indican que ciertas maneras de usar Internet causan una generación particularmente fuerte de un mensajero químico, la dopamina, un neurotransmisor clave detrás de todas las adicciones.
Todas las drogas causan un aumento masivo de dopamina y éstas impulsan, una y otra vez a repetir comportamientos y consumos en busca de sensaciones placenteras. No obstante, cuando el cerebro se acostumbra a una elevada dosis diaria de dopamina, éste genera tolerancia, o sea, ya no puede provocar la misma respuesta de placer con igual cantidad de dosis. Por consiguiente, modifica nuestro estado de ánimo (un fenómeno típico en las adicciones).
Puede ser que durante el día, al sentirnos estresados, distraídos, poco creativos o perezosos podamos reducir el malestar con una pequeña dosis de dopamina, pero por supuesto, no va a ser suficiente. Aunque el aumento en la dopamina que se obtiene de Internet no puede competir de ninguna manera con el altísimo pico de dopamina que las drogas proporcionan, los teléfonos celulares permiten participar con mucha frecuencia en este esquema tipo bucle: aburrimiento/ conducta de búsqueda/ dopamina/ recompensa.
La idea de ayunar, es reducir temporalmente las dosis de placeres digitales nos permite regular la segregación de dopamina y poder volver a disfrutar de los placeres cotidianos sin necesitar de recompensas inmediatas.
Yo no estaba satisfecho con mi productividad así que probé una simple modificación en el uso de mi teléfono. Si vos no estás conforme o te sentís incómodo sobre cómo te manejás con el celular, o tenés la sensación de estar procrastinando demasiado, también podés tratar de regular tu dopamina diaria.
Calibrar y restablecer los niveles frente a lo que nos genera placer puede ser un ejercicio interesante. Pero no es lo único. Podés meditar, concentrarte en una actividad a la vez, abrir una sola pestaña en la compu o no usar redes sociales los domingos, por ejemplo. Y no es que dejemos de producir dopamina, todo lo contrario.
Simplemente permitimos que la fuente que nos genere placer sea otra, una más humana, tan simple como una caminata, leer un libro o tener una buena charla.