Lejos está de la defensa del sistema democrático tras el reciente atentado contra Cristina Kirchner, uno de los actos de mayor gravedad institucional desde el fin de la dictadura cívico militar, atalonarse en posiciones irreductibles o enarbolar teorías conspirativas para apuntalar uno de los lados de la grieta (que ha deparado logros políticos a sus impulsores, pero ahora luce más peligrosa que nunca).
El presidente Alberto Fernández reunió en la Casa Rosada a diferentes sectores sociales con la premisa de “volver a poner en práctica un pacto democrático donde la violencia sea excluida”. Horas antes, había señalado a la oposición, la Justicia y algunos medios de comunicación por el contexto de odio que marca el pulso del presente.
Pero, previamente, la jefa del PRO, Patricia Bullrich, había definido al ataque a la titular del Senado nacional como “un acto de violencia individual”, cuando la mayoría del arco político emitía señales de respaldo sin tantas maquinaciones. Ayer, el bloque de diputados nacionales del macrismo acompañó el proyecto acordado para apoyar a la vice, pero se retiró del recinto en la previa de los discursos políticos.
Tan difícil es encontrar un punto medio que el radical Facundo Manes propuso bajar un cambio con una foto entre el ex presidente Mauricio Macri y CFK. Y fue fulminado en redes sociales, propaladoras de controversias, muchas de ellas extremas.
https://twitter.com/ManesF/status/1565727370912350208
No es novedad: jugar al mismo juego sin un plazo temporal (dada la falta de respuestas a problemas tangibles como la inflación, la pobreza o la inseguridad) también termina ampliando la brecha con la sociedad. Y entonces irrumpen los outsiders, y los posicionamientos como los de la diputada provincial Amalia Granata, quien dijo que lo de la ex presidenta estaba “todo armado” y no dejó de subir su apuesta discursiva.
https://twitter.com/AmelieGranata/status/1565509908899962885
Frente a la desconfianza sembrada por sectores de la política hay una Justicia encargada de dilucidar lo ocurrido el jueves a la noche en el barrio porteño de Recoleta. Si esa instancia genera más dudas, basta con recordar que es la misma Justicia que, al menos en las últimas dos décadas, nadie logró desempañarle los vidrios.
“Es el destino de furia lo que en sus caras persiste”, escribió Gustavo Cerati a fines de la década del 80, cuando el país enfrentaba una de sus peores crisis económicas en el ocaso del gobierno de Raúl Alfonsín. En la Argentina, la canción sigue siendo la misma.