Javier Milei puso en juego por primera vez su supremacía en las urnas y superó con creces el test de gestión, a pesar de haber obtenido previamente resultados dispares en distintas provincias y de llegar a la cita en las urnas con otros factores que hacían tambalear los cimientos de la Casa Rosada. Una elección de medio término con presagios de polarización que terminó prácticamente nacionalizada, abonada por la decisión del presidente de ponerse al frente de la campaña, y que hizo mella en la proyección de los espacios opositores de Fuerza Patria (FP) y Provincias Unidas (PU) como imanes de distintos sectores sociales descontentos con las políticas del gobierno de La Libertad Avanza (LLA).
¿Pero qué factor talló en la decisión del votante? “Un error fue subestimar a la gente que dos años atrás había decidido un cambio”, deslizó a La Capital un dirigente del partido violeta, eludiendo por unos minutos los ruidosos festejos. En esa línea de razonamiento, promover solamente un freno a Milei sin contraofertar figuras y propuestas renovadoras puede constituir una clave del veredicto ciudadano.
Aunque el resultado también refleja que el ciudadano tiene en claro las diferencias entre comicios nacionales y provinciales. Y que premia o castiga a un Ejecutivo en las elecciones generales, incluso soslayando el voto bolsillo. Lo mismo que agitar el miedo a un eventual regreso del kirchnerismo, apuesta con la que machacó Milei para sostener la confianza.
Milei y lo que vendrá
Respecto del diseño de la futura gobernabilidad de la Argentina, Milei avanzará con las ya anunciadas modificaciones en su gabinete. Con apertura (“pero no tanta”, advirtieron en LLA) hacia el PRO de Mauricio Macri, quien prometió colaborar con la gestión libertaria una vez superados los comicios. Y con diálogo con los mandatarios provinciales, aunque no con la modalidad planteada por los referentes de PU antes de las elecciones sino con límites fijados en Balcarce 50.
No obstante, el jefe del Estado tendrá que volver más sustentable lo político, incluso apelando a una mayor federalización en función del respaldo cosechado en el interior del país, y lo económico (tras la derrota de septiembre en Buenos Aires hubo zozobra en los mercados que derivó en un pedido de auxilio al Tesoro de Estados Unidos).
Además, desde este lunes el primer mandatario deberá atender el reclamo de propios y aliados y tallar en las tensiones que abundan en el gabinete nacional.
El contundente triunfo (casi 41 por ciento de los votos, promedio similar al obtenido por Macri en las legislativas de 2017) acercó al oficialismo a un bloque de 93 diputados propios y más de una veintena de aliados del PRO integrados a las listas oficiales en casi todas las provincias. El espacio necesitará el apoyo de unos 15 legisladores en la Cámara baja para llegar al quórum que le permita abrir una sesión y aprobar leyes de cara a las reformas que Milei pretende plasmar en el segundo tramo de su mandato. En el Senado, LLA podría quedar con un bloque de 19 miembros.
La otra vereda
La oposición, en tanto, puso en disputa más casilleros que La Libertad Avanza, que gobernó los dos primeros años de su gestión con minoría en ambas Cámaras.
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En ese contexto, el peronismo se ubicó como segunda fuerza a nivel nacional, pero no pudo ratificar la victoria bonaerense de septiembre y extenderla al resto del país, en medio de una interna que en cuestión de horas dejará de estar en pausa.
En 2021, el PJ había cosechado el 34,5 por ciento, en una muy mala situación. Ahora anotó 31,6%, más fragmentado.
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En la búsqueda de inaugurar un tercer espacio, los gobernadores de Provincias Unidas, en su mayoría exaliados de Milei, tuvieron un debut amargo. El espacio que aspiraba a consolidarse como una opción competitiva para las presidenciales de 2027 se impuso solamente en Corrientes, uno de los seis distritos que administra, no rompió la polarización y ubicará a ocho diputados.
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Sólo tres presidentes desde 1983 perdieron su primera elección de medio término: Fernando de la Rúa, Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Los ocho restantes tuvieron un voto de confianza.
Paralelamente, las luces rojas siguen encendidas frente a la apatía ciudadana (algo que registraron todos los espacios políticos): la participación en los comicios legislativos fue casi del 68 por ciento, la más baja desde el retorno de la democracia a la Argentina.