“Sabía que Esteban me iba a meter en problemas. Yo sabía que iba a tener un vuelto”. Rodrigo Ortigala es un ex colaborador de Esteban Alvarado que luego declaró en su contra en la causa por asociación ilícita, homicidio y lavado que ahora afrontan siete personas en un juicio oral. El testimonio de Ortigala se reprodujo este martes por pantalla en la sala del Centro de Justicia Penal. En ese relato contó cómo conoció al empresario sindicado como jefe del clan, el momento en el que se enfrentaron a causa de una infidelidad, una lucha cuerpo a cuerpo que mantuvieron a la vera de la ruta 9 cuando Alvarado lo atacó con un arma y las maniobras extorsivas del reconocido vendedor de autos para quitarle una casa en Roldán.
Ortigala reveló que en el pico del conflicto Alvarado le ofreció un “pacto de caballeros”. Le aseguró que no iba a matarlo pero sí le anunció que lo haría sufrir: “Te voy a arruinar donde más te duela”. La declaración del ex allegado al empresario narco acusado de dirigir empresas financiadas con el delito fue filmada como un anticipo de prueba. Es decir, como un modo de asegurar la declaración de cara al juicio que se inició el lunes, dado que pesaban amenazas contra el testigo y además dos allegados a Alvarado —uno de ellos había atestiguado en su contra— fueron asesinados el año pasado. Además la hermana de Ortigala, Mariana, también testigo clave de la causa, sobrevivió a 27 disparos de sicarios en marzo de 2020.
La declaración se transmitió en la sala 10 ante los jueces Alejandro Negroni, Patricia Bilotta y María Isabel Más Varela, quienes juzgan a Alvarado como jefe de una asociación ilícita, instigador del crimen del prestamista Lucio Maldonado —quien apareció ejecutado a tiros a metros del casino City Center el 13 de noviembre de 2018— y por cinco hechos de lavado de dinero. Los fiscales de Criminalidad Organizada Matías Edery y Luis Schiappa Pietra solicitaron para él la pena de prisión perpetua. La misma condena reclamaron para otros tres implicados en el crimen. Para un casero de la casa quinta donde Maldonado estuvo retenido antes de que lo mataran solicitaron 15 años. Hay otros dos acusados de maniobras de lavado para quienes pidieron penas de 8 y 3 años respectivamente.
Ortigala es un testigo que declaró en forma reservada contra Alvarado por haber sido su allegado. Se enemistó con el sindicado jefe en 2012 y más adelante se presentó ante a los fiscales a declarar en su contra con el afán de recuperar una propiedad que, según evidencias que presentó, su antiguo amigo le había quitado extorsivamente.
La investigación al clan detectó que Alvarado insertó pruebas falsas en una pesquisa judicial a fin de achacarle a Ortigala la ejecución de tres balaceras a objetivos judiciales cometidas entre diciembre de 2018 y enero de 2019. A través de un grupo de policías que protegían a la banda logró incorporar la patente del Volkswagen Up de Ortigala para ligarlo a una balacera al edificio de Tribunales —donde se usó y quedó filmado un auto similar— además de insertar como si fuera usado por el testigo un número de teléfono a fin de que fuera escuchado y allí se encontraran mensajes asumiendo la autoría de la balacera. Esta última maniobra también se aplicó para incriminar falsamente a Leandro “Chulo” Olivera, un hombre de Los Monos, banda rival a la de Alvarado.
Ortigala arrancó su testimonio cronológicamente. “A Alvarado lo conocí en el año 2005. Lo crucé por primera vez en un taller que yo frecuentaba en Provincias Unidas y Juan José Paso. Entra Esteban al taller, me acuerdo que a buscar un repuesto”. Cuando se fue, el mecánico le preguntó a Ortigala si lo conocía y añadió: “Tratá de tener buen trato. Tenés dos posibilidades. Todas las personas que están con él terminan presas o muertas”.
A partir de entonces Ortigala comenzó a cruzarlo más seguido en el taller y conoció a Carlos Argüelles, otro colaborador de Alvarado. Argüelles también era mecánico, luego tomó distancia de Alvarado y declaró contra él. El 6 de septiembre pasado lo asesinaron a tiros frente a su familia en la puerta de su taller de Garay al 3500. En el momento en que Ortigala los conoció, según su relato, era la época en la que Alvarado y “Carlitos” (Argüelles) robaban autos en el Gran Buenos Aires. En el verano de 2006, según contó, Alvarado cayó detenido y él comenzó a visitarlo en la seccional 14ª.
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Entonces comenzó a vincularse de manera más cercana con Argüelles, de quien dijo que armaba y desarmaba los autos robados. “Nuestra relación fue buena. Siempre fue mejor con él que con Esteban”. Con este último compartía “todo lo que era río, alguna que otra vez a la cancha de Central, algunas cosas con el tema de los autos. Nunca fuimos amigos amigos”. Sobre la profundidad de esos vínculos el testigo añadió que “Carlos a Alvarado lo quería muchísimo, realmente lo quería mucho. Alvarado hacía con Carlos como con todo el mundo: lo quiere siempre y cuando le sirvas”.
Luego llegó el “momento de quiebre” con Alvarado. “Fue cuando la mujer de Esteban estaba por poner un negocio de ropa”, recordó Ortigala. Como Alvarado temía quedarse dormido si manejaba de noche, según evocó, le pidió a él que condujera. “Ahí como que en ese viaje medio en broma empieza una relación con la señora de ese momento, Rosa (Capuano), estuvimos saliendo desde noviembre hasta el día del quiebre que fue en febrero. Fines de 2011 para 2012”.
Ortigala reveló que por entonces Alvarado se puso “insistente” con invitaciones para que probara una moto BMW a la venta en una agencia que administraba junto al asesinado narco Luis Medina o para que fueran juntos a la cancha. Un sábado al mediodía lo llamó para avisarle que pasaría por su casa: “A los cinco minutos llegó. Ingresó con la EcoSport. La casa estaba sin terminarse, no tenía portón. Yo estaba limpiando la pileta. Entra en la EcoSport melliza, yo sabía que la usaba para hacer cosas, noté algo raro. Nos pusimos a hablar, andaba con un parche porque le habían dado un tiro”.
“Me dice: «Acompañame hasta un lugar»", siguió contando Ortigala, por entonces "perseguido por lo que estaba pasando con su mujer”. La invitación era para “ir a buscar una camioneta para guardarla y venderla”. En short de baño y ojotas, el testigo se subió a la camioneta. “Manejaba él por la ruta 9 para el lado de Funes. Lo veía que venía mirando por el espejo”, indicó. En un momento Alvarado frenó diciendo que la camioneta hacía un ruido y a continuación se bajó, sacó una pistola y le anunció: “Vos sabés cómo son estas cosas”.
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“Se me tira encima. Peleamos. Empieza a disparar. Me sale sangre por todos lados”, contó Ortigala. En ese momento no sabía si estaba herido. Luego comprobó que había sufrido un corte en la cabeza. En ese lugar, sobre el ripio a la altura de Roldán, se dispararon tres o cuatro tiros. Al parecer, en el forcejeo Ortigala logró hacerse con el arma. “Me dice «pará loco». Le digo que lo tengo que matar. Lo iba a matar porque sabía lo que se me venía. Se me vino Luis (Medina) a la cabeza. Si lo mato se me viene toda la gente de Luis. Cuando lo iba a matar viene una camioneta de la policía, de la Guardia Urbana”, relató.
Entonces, según contó, Alvarado giró en U y se fue. El quedó descalzo, con el arma en la mano, y comenzó a pedir ayuda. Pero al verlo ensangrentado y armado ningún vecino lo quería asistir. Hasta que se encontró con un amigo de su hermana al que le dijo que le habían querido robar. Lo llevaron a la casa de su hermana Mariana y luego a una comisaría a la que llegó “casi desmayado”, donde insistió con la versión de que le habían entrado a robar.
El testigo relató que su entonces suegro era amigo de un policía al que le dicen “Chucho” y que era quien arreglaba con Alvarado. Esa tarde Chucho llamó a la comisaría, enterado de todo. “Yo (a Alvarado) no lo nombré, estaba muy asustado, dije que era un robo. Cuando llamó Chucho seguro se dieron cuenta cómo venía el tema. Ahí me dicen ya está, te vas a tu casa. El arma se la devolvieron a Esteban, era una Glock 40 que él quería. Yo, cuando llegó la policía a la casa de mi hermana, se la di a la policía”.
Luego le llegó un mensaje de Gustavo Ramos, medio hermano de Alvarado, diciendo “tu vida tiene precio”. Le pedían una moto de agua, una lancha y su casa. Los aprietes duraron unos quince días de “idas y vueltas”. “Me amenazaban con que me iban a prender fuego los perros y todo”.
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Ortigala dio a entender que no quería perder su casa pero “sabía que la plata es plata” y llegado el caso debería resignarla. En medio de las negociaciones se reunió con Alvarado en el bar Antártida de Fisherton y fue entonces cuando el detenido como jefe del clan, según sus dichos, le aseguró: “Te voy a arruinar donde más te duela. Yo no te voy a matar, esto es un pacto de caballeros que queda acá. Vos no podés venir más a Antartida, no podés ir más al río. La camioneta y los autos de la agencia los perdiste. La casa no te la doy”.
Fue una de las últimas veces que se vieron. La ex esposa de Ortigala debió firmar un boleto de compra venta para ceder la casa. “Yo sabía que Esteban me iba a meter en problemas. Yo sabía que iba a tener un vuelto, que eso no se iba a terminar”, dijo Ortigala. Luego mencionó una serie de incidentes que incluyeron un operativo policial, a su entender armado, en el que terminó preso. Hasta que “Alvarado empezó a salir en los diarios”, entre 2018 y 2019, y a sugerencia de su hermana decidió presentarse a declarar para recuperar la casa.