“Tuvimos suerte, pero no se puede vivir así”. Matías Marcelo C. tiene 29 años y dos hijos pequeños. Ayer a la madrugada este panadero de oficio salió de su modesta casita de material, ubicada sobre la vereda de los impares de Garibaldi al 3900, y quedó en medio de una feroz balacera. Y en el preciso momento en que el hombre recibía una perdigonada en su tórax su hijo de dos años se asomó a la puerta. Entonces el niño también fue alcanzado por un perdigón de metal en la frente que por fortuna “no le interesó ningún órgano vital”, según explicó ayer Gerardo De Vita, subdirector del Hospital de Niños Víctor J. Vilela. Matías por su parte fue asistido en el Hospital de Emergencias.
Hasta allí los datos de las víctimas de un “incidente” que pudo haber finalizado trágicamente. Luego de herir a padre e hijo, los agresores corrieron en medio de la densa neblina y la oscuridad. Para ese momento un llamado al 911 había alertado a la policía de “varias detonaciones” en las inmediaciones de Garibaldi y Lavalle.
Atrapados. Entonces, varios patrulleros del Comando Radioeléctrico fueron comisionados al lugar. En cercanías de Ameghino al 3800, tres hombres saltaron un alambrado, ingresaron a una vivienda y se refugiaron en una habitación donde fueron detenidos por la policía.
Fueron identificados como Mariano P., de 16 años; Raúl “Chicho” O., de 27; y Miguel Eugenio G., de 21 años y residente en Pérez. Les incautaron un pequeño arsenal compuesto por una escopeta perdicera calibre 16, un revólver calibre 32 corto, un revólver calibre 38 corto y en una mochila llevaban una tumbera calibre 14 milímetros, un revólver calibre 32 largo y una bomba de estruendo recubierta con clavos de acero.
“Estos pibes se empastillan y salen a tirar. No les importa nada. La verdad es que no te puedo decir si les disparaban a otros o si le tiraban a lo que se movía en medio de la neblina. Lo concreto es que esto es algo de todos los días. No fue sólo esta vez. El muchacho y su hijo la sacaron muy barata, pero ésto pasa a cada rato”, indicó otro vecino de barrio Acíndar.
Los dos mayores apresados quedaron a disposición del fiscal de Flagrancia Patricio Serjal, quien hoy los imputará por abuso de arma, portación ilegal de arma y lesiones. El pibe de 16 años quedó a cargo del juzgado de Menores.
Casero. Ayer a las 3 de la mañana una densa neblina cubría parte de la ciudad. A esa hora Matías C. sacaba de su vivienda de ladrillos huecos, en Garibaldi a metros de Alsina, su moto Motomel 150 para ir a trabajar.
Mientras su esposa se aprestaba a cerrar la puerta, Matías escuchó detonaciones e inmediatamente entendió que no podría escapar de una balacera. “Había niebla y me dispararon con un cartucho casero que estaba recargado con las bolitas de metal de piñón de bicicleta. Usan eso para hacer daño. A mí me dieron en los brazos y en el pecho, pero justo se asomaba Mateo, mi hijo de 2 años, y uno de esos perdigones le dio en la cabeza”, explicó el hombre, y dijo desconocer el porqué fue blanco de los disparos.
Matías y su esposa llevaron a su hijo al Hospital de Niños Víctor J. Vilela. “Por suerte no le interesó ningún órgano vital, el chiquito está con la curación de rigor y ni siquiera se hizo un acto quirúrgico. Está bien, por suerte fuera de peligro”, sostuvo el subdirector del Vilela.
Luego Matías fue asistido en el Hospital de Emergencias, donde le realizaron curaciones. “Tengo algunos perdigones en los brazos, pero los doctores me dijeron que el mismo cuerpo los va a ir eliminando”, explicó el hombre ayer en la puerta de su casa.
Atrapados. Mientras Matías y Mateo eran socorridos, un vecino alertó al 911 sobre las detonaciones que se escuchaban. Así fue que varios móviles del Comando rastrillaron la zona de las casas más modestas de esa zona. Un grupo de uniformados vio correr a tres hombres y los persiguieron.
Luego de saltar un alambrado los sospechosos ingresaron en una vivienda de Ameghino al 3800, donde fueron detenidos. En su poder se les secuestró un pequeño arsenal compuesto por una escopeta, tres revólveres, una tumbera y una granada de fragmentación casera fabricada con una bomba de estruendo.
“Estos pibes arman sus propios proyectiles. Agarraron una bomba de estruendo y con cinta de embalar le adhirieron clavos de metal. Si vos disparás la bomba de estruendo hacia arriba, es un festejo; pero si vos disparás una bomba de estruendo envuelto en clavos hacia un grupo, estás tirando una granada”, conjeturó un vecino. La audiencia imputativa a realizarse en las próximas horas será una buena posibilidad para conocer el móvil de este ataque demencial.