Los gritos de Diego Wainberg, clamando por ayuda y aferrado a la persiana
metálica de su negocio de Cerrito y Mitre estremecieron ayer a la tarde a los vecinos de esa
barriada del macrocentro de la ciudad. El hombre se desangraba después de que, desde un auto le
hubieran disparado a quemarropa cinco balazos. Dos de los proyectiles atravesaron el pecho de la
víctima, que anoche estaba internada en grave estado en el Hospital de Emergencias. Los otros dos
tiros perforaron su vehículo y el restante impactó en un edificio de la ochava. Para los pesquisas,
la motivación del suceso sería una venganza por cuestiones a dilucidar.
Wainberg, de 40 años, tiene una pequeña oficina en Cerrito 1207, casi en el
cruce con Mitre. Su actividad comercial difiere según quien la cuente. Para la policía, está al
frente de una agencia de seguros; pero para algunos vecinos se dedica a la venta de "sal y
azúcar".
Todo se inició cerca de las 18 cuando Wainberg salió de su negocio y se encaminó
hacia su Chevrolet Astra, estacionado sobre Mitre y a unos 30 metros de su local. Al parecer,
aguardaba el arribo de un amigo.
Los tiros.Un hombre cuarentón que prefirió preservar su identidad y que vive en
el barrio fue testigo involuntario del suceso. "Abrió el baúl del auto, sacó un maletín y después
abrió la puerta (del vehículo). En ese momento se escucharon cuatro tiros", contó.
Wainberg no tuvo tiempo de subirse al Chevrolet para guardar el ataché en el que
tenía una computadora portátil y otras pertenencias. Una ráfaga de balas disparadas por el
conductor de un auto lo sacudieron. "El tipo se bajó (del vehículo) y le tiró sin decir nada", dijo
el vecino.
Liliana, una mujer que vive en el segundo piso de Mitre 2095, entraba al
edificio cuando se desató la balacera. Salvó su vida de milagro. Un proyectil le rozó la cabeza y
perforó una columna del edificio. "Escuché los tiros y me di vuelta para ver qué ocurría, pero no
vi el balazo que me pasó cerca", explicó la mujer a La Capital.
Malherido, y con las pocas fuerzas que le quedaban, el comerciante cruzó Mitre y
corrió hacia su negocio. Allí sujetó con desesperación la persiana metálica del local que ya estaba
cerrado. "Me pegaron dos balazos, por favor ayudame", alcanzó a decirle a su socio que estaba
adentro de la oficina. El hombre salió a la vereda y el comerciante se derrumbó. Según la policía,
dos proyectiles perforaron el tórax de Wainberg.
Tras el ataque, un vecino se contactó con la policía y una patrulla de la
Brigada Motorizada arribó al lugar. Después llegó una ambulancia del Sies y trasladó al hombre
baleado al Heca, donde anoche estaba internado en grave estado.
Cerca de las 19 de ayer, el tránsito estaba cortado en la esquina de Mitre y
Cerrito. Dos patrulleros y un móvil de la policía científica estaban atravesados en ese cruce para
impedir el paso de los rodados. Dos oficiales, a través de sus celulares, les brindaban a sus
superiores detalles del violento episodio y varios vecinos se habían arremolinado y comentaban
sorprendidos lo que había ocurrido. "Solamente sabemos que (Wainberg) vende azúcar y sal, pero no
lo conocemos mucho", comentaron dos mujeres que estaban en la puerta del edificio de Mitre y
Cerrito.
Mientras eso ocurría, un perito de Criminalística fotografiaba y observaba el
Chevrolet Astra, dominio FEX934, del comerciante. Un balazo le había perforado el cristal de la
puerta trasera izquierda y otro había impactado en el torpedo.
Un ajuste. A pocos metros del auto, un jefe policial conjeturaba acerca de los
motivos del ataque. "Esto fue un ajuste de cuentas.No le robaron nada y el tipo le tiró sin decirle
nada", explicaba en voz baja mientras el inspector de la Zona 3ª, Alberto Villa, inspeccionaba el
lugar. Un rato después, un rabino llegó al lugar y dialogó con el jefe de la seccional 5ª, Silvio
Marciani, para interiorizarse de lo ocurrido con Wainberg, perteneciente a la comunidad judía.
Entonces, un muchacho se acercó al religioso y le entregó el celular de la
víctima. "Lo llevaron al Heca y el socio está con él en el hospital", le dijo el joven al rabino,
que partió raudamente al centro asistencial.
Enfrente, dos policías vallaban con cintas la vereda del negocio de Wainberg
para preservar las huellas. El comercio está emplazado en una pequeña oficina decorada con dos
escritorios antiguos y desde afuera no se veía mercadería en exhibición. A las 19 de ayer, estaba
cerrado y dos ventiladores de techo todavía desplegaban aire fresco en un local vacío.