La familia de Nelson Edgardo Serrano, de 32 años y padre de tres hijos, contó que desde hace un mes estaba trabajando de cadete de una modesta rotisería de barrio Larrea. Cobraba 750 pesos por turno redondeaba 1.500 pesos al llegar la noche. Y su vida no había sido para nada fácil en los últimos años. Una cuarta hija del hombre murió en un trágico accidente en julio de 2017 cuando un televisor de 29 pulgadas cayó sobre ella y la mató. Serrano fue asesinado este jueves pasadas las 20.30 cuando estaba a punto de repartir una pizza. Al menos dos hombres en moto lo corrieron unos 70 metros mientras le disparaban. Y cuando cayó en la bocacalle de Urdinarrain y Bolivia, lo remataron. Su cuerpo tenía entre 10 y 15 perforaciones. No le robaron nada y su moto, una Honda Titán CG 150, quedó a las puertas de la rotisería.
“No sabemos qué pasó”, fue la frase más repetida entre la veintena de vecinos y familiares de Serrano que se reunieron este jueves al mediodía en la esquina de la rotisería "El banquete", en Bolivia y José Ingenieros, a la espera de que los “canales llegaran” para recabar testimonios. “Todos nos dicen cosas diferentes. Que eran dos en moto, que eran dos motos, que eran cuatro, que venían a pie. Todo es muy confuso”, explicó Florencia, la viuda de Nelson.
La versión que más se ajusta es que cuando Serrano salió de la rotisería y estaba colocando una pizza en la caja de reparto se topó con al menos dos hombres que comenzaron a dispararle sin mediar palabra. Serrano, con el casco en su codo, comenzó a correr. Dobló por Bolivia hacia el norte y ya malherido intentó escabullirse por el pasaje Urdinarraín al 6900. Pero cayó de bruces y el sicario lo remató al costado de la zanja de aguas pestilentes.
Los familiares y amigos juran y perjuran que Serrano era un trabajador sin conflictos con la ley ni con otras personas. También saben que cada detalle que se desprende de la mecánica de su asesinato es de tinte mafioso. Y es ahí donde todo es bruma y las preguntas quedan sin respuestas. Serrano y su familia vivían a unas 12 cuadras de la escena del crimen, en las inmediaciones de Franklin al 2800, en Empalme Graneros, uno de los barrios de la zona norte de Rosariotransformado en un campo de batallas de una guerra por el control de las calles por el narcomenudeo. Entre los vecinos que se congregaron en la zona se pudo escuchar que el oficio de repartidor de Serrano pudo haber colocado como involuntario testigo de una feroz balacera ocurrida hace un par de semanas en inmediaciones de Garzón y Génova.
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Larrea es otro barrio que no pudo escapar a un destino de pobreza atravesada por la dinámica del narcomenudeo encerrada entre tres polos dentro de la pauperización: Empalme, Ludueña y el bloque del 7 de Septiembre con Emaús, Stella Maris y Fisherton Norte más decadente económicamente. Vecindarios que conocen los pedigrees delictivos de varios pesos pesados: los asesinados “Tuerto Boly” y el “Negro Cali” Paz; los encarcelados “Tuerto Cárdenas” y “Toro” Martinotti; y las distintas franquicias de la banda de Los Monos y de Esteban Lindor Alvarado; el “Chaqueño” Pérez, el “Gordo Brian” González, el “peruano” Rodríguez Granthon.
Todos personajes sindicados como hombres fuertes en el narcomenudeo con representación en la zona oeste, norte y noroeste de la ciudad. Y en el medio de esa tela de araña los vecinos.
“Nosotros sabemos quiénes son. Pero también entendemos que es un juego en el cual el vecino de la única manera que tiene para aparecer es como víctima. No hay espacio para héroes. Porque crímenes como el de este pibe son los que quedan en un archivero. Todos los que estamos acá somos pobres”, reflexionó una de las mujeres que llegaron a la esquina de Bolivia y José Ingenieros a esperar las cámaras de los noticieros.
Serrano se había quedado sin trabajo de frentista y hace un mes había conseguido empleo como cadete de rotisería. Cadeteaba por al mediodía y a la noche por 750 pesos el turno. En su casa lo esperaba su esposa Florencia y sus tres niñas. La pareja trabaja de recuperarse por la pérdida de Milagros, la beba de 20 meses que murió luego de que un tele de 29 pulgadas cayó sobre ella en un trágico accidente doméstico.
Según se pudo reconstruir la rotisería “Gran banquete” tiene tres cadetes que utilizan el mismo modelo y color de moto: Honda Titán CG 150 negra. Está ubicado en lo que supo ser 30 años atrás un polo de diversión del barrio trabajador como fueron las bailantas “La tierrita” (Mburucuyá al 500 bis) y “El Chaqueñito" (Bolivia al 600 bis), hoy un supermercado chino.
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Esta misma zona se vio sacudida hace dos meses y medio por otro asesinato feroz. La tarde del lunes 1º de marzo, a escasos 150 metros, fue asesinado en la puerta de un taller mecánico Martín Morales, de 28 años. El hombre, padre de una beba de siete días, recibió 8 disparos de dos sicarios que bajaron de un Renault Clio negro. Jesús B., dueño del taller y de 39 años, que quedó malherido, pero sobrevivió.
La ejecución
Según confiaron los familiares de Serrano, el muchacho había pasado por su casa para cambiarse la campera y ya sobre las 20.30 se puso a la cola de los pedidos de la hora pido de la rotisería. A la hora señalada le llegó su turno. Tomo una pizza y fue directamente a su moto para colocarla en la caja de reparto. No llevaba celular ya que lo había dejado cargando en el interior del negocio. Llevaba el casco en el codo. Fue en ese momento que, desde José Ingenieros hacia el oeste, aparecieron dos hombres en una moto (cuyas características se preservan para no entorpecer la pesquisa) disparando a mansalva. Cuando Serrano escucho las detonaciones echó a correr. Pero no le dieron tiempo.
“Cuando los vio, comenzó a correr. Fue para el lado de la cortada (Urdinarraín). Pero se ve que ya lo habían herido mal. Y cuando cayó lo remataron” explicó la suegra del pibe asesinado. La moto siguió por la cortada y salió a calle Colombia, donde se perdió en la oscuridad. Fuentes allegadas a la pesquisa en manos del fiscal de la Unidad de Homicidios Ademar Bianchini no descartaron como una opción investigativa, no la única, que los atacantes hubieran errado de objetivo a la hora de gatillar. Pero recalcaron que la investigación está dando recién los primeros pasos y aún quedan testimonios por recabar. La hipótesis del robo iría perdiendo fuerza ya que a la víctima no le sustrajeron elementos. El fiscal comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que recabaran testimonio y la existencia de cámaras de videovigilancia privadas en las inmediaciones de la escena del crimen.