El martes en el barrio Stella Maris del extremo noroeste rosarino fue asesinada a balazos una mujer de 29 años que estaba en la puerta de su casa junto a su hijo de 10, a quien antes de morir alcanzó a proteger de los disparos aunque uno le rozó el brazo. En lo que va del año en el departamento Rosario hubo 39 homicidios con víctimas mujeres, de los cuales al menos 8 casos ocurrieron cuando las víctimas estaban con sus hijos. Algunos de ellos con trasfondo vinculados a la narcocriminalidad que dan cuenta de una de las caras más terroríficas de la violencia urbana.
“Mataron a mi mamá”, contaron los testigos que gritó Braiton, de 10 años, el martes a primera hora cuando dos personas pasaron a bordo de una moto y a los tiros por la puerta de su casa de Maradona al 800, barrio Stella Maris, donde el nene estaba con su madre Sofía Archilasqui, de 29 años. Ella recibió un balazo que le entró por el abdomen y le salió por la espalda, provocándole una herida de gravedad que le ocasionó la muerte pocos minutos después.
Tanto vecinos como fuentes judiciales sospechan que este asesinato fue obra de un grupo dedicado al narcomenudeo que se hace llamar “La Banda de Los Menores”. Se trata de jóvenes, principalmente del barrio 7 de Septiembre pero también del Stella Maris, que utilizan la violencia armada como parte de sus métodos para copar el territorio para la venta de drogas. Un entramado que tiene un eslabón superior en Matías G., quien según fuentes barriales manejó tanto dinero que pudo irse del 7 de Septiembre a una zona de lujo.
Los Menores, en tanto, se quedaron en el noroeste y su nombre apareció, además del crimen de Archilasqui, en el de Ángel Acuña, de 20 años, ocurrido a 300 metros de distancia el 13 de septiembre. En el barrio aseguran que tienen protección policial, rumor que encuentra asidero en la reciente imputación de Fernando Abel Molina, agente de 49 años que trabajaba en la subcomisaría 21ª y fue acusado de cobrar dinero a los administradores de un búnker del barrio. Fue señalado por un joven que sobrevivió a un intento de homicidio y reconoció como parte de Los Menores a quienes lo habían querido matar.
Los testigos del crimen de Sofía aseguran que los homicidas pasaron a los tiros por toda la cuadra y que no fue un ataque directo a ella. Una modalidad que se repitió dos días después en la misma cuadra, cuando los disparos partieron desde un auto e hirieron a dos jóvenes. Entonces, puede decirse que tal vez Sofía fue víctima de esos balazos como pudo haberlo sido cualquier otra persona, incluso su hijo. Hay sectores de Rosario donde es posible quedar a merced de una balacera enmarcada en las lógicas de una banda narco. Situaciones que generan escenas atroces: un nene gritando que mataron a su mamá, por ejemplo.
Sabrina
En otras ocasiones sí está claro que hubo mujeres que fueron víctimas de ataques dirigidos puntualmente hacia ellas. Hechos en los que no fue un impedimento que estuvieran acompañadas de sus hijos, que de un momento a otro no solo se convierten en sobrevivientes sino también en testigos. Partes de una generación de chicos que crecerán con las marcas de una historia que tiene matices tal vez imperceptibles ahora, pero de ninguna manera gratuita para ellos como individuos y quizás tampoco para la sociedad.
Lo explica por ejemplo el asesinato de Sabrina Vanina Maturano, de 28 años y con un embarazo a término, asesinada el 7 de septiembre en el barrio Nuevo Alberdi cuando caminaba con sus hijos de 9 y 10 años. La mujer primero perdió el embarazo y al cabo de dos semanas murió por la gravedad de al menos 15 heridas de bala.
Al mayor de los nenes una bala le rozó la espalda. Al día siguiente contó a este diario cómo fue la secuencia en la que atacaron a su madre. Eran las 23, ellos volvían de pedir ayuda económica y comida en casas de la zona norte, se acababan de bajar del colectivo cuando mientras caminaban vieron a dos personas bordo de una moto pasar varias veces a su lado. Sabrina sospechó de esos movimientos y les advirtió a los nenes que si les querían robar les dieran lo que tenían y se tiraran a la zanja.
“Esa es, es ella”, dijo uno de los individuos a otro cuando volvieron a pasar por al lado de Sabrina y sus hijos. Cuando se abalanzaron sobre ella la mujer alcanzó a decir que no tenía nada, que volvían de pedir y que estaba embarazada. La respuesta fue una lluvia de balazos.
Los familiares de Sabrina contaron que ella vivía en el barrio Ludueña, de donde la habían echado de la casa que habitaba con sus hijos. Que había quedado en situación de calle y que por ese motivo estaba parando en Nuevo Alberdi, en lo de un familiar. Tenía un bolso preparado porque estaba a una semana de entrar en fecha de parto de la bebé a la que quería llamar Cristal.
El asesinato de Sabrina expone una característica que corroboran otros hechos similares ocurridos este años: las víctimas vivían en las periferias de la ciudad y en un contexto de vulnerabilidad social. Algunas de ellas estaban ligadas a la parte más expuesta de la comercialización de drogas a baja escala, la que las deja a merced de la violencia o presas, incluso con sus hijos porque aún así son las únicas que se hacen cargo de ellos.
Violencia extrema
Antes de los crímenes de Sofía y Sabrina fue asesinada Nahir Liliana Ruiz Díaz, de 28 años. El 17 de agosto estaba en su casa de Miller al 1200, barrio Parque Casas de la zona noroeste, cuando cerca de las 17 dos personas llegaron en moto y luego de golpear la puerta preguntaron por ella.
Cuando el hombre que atendió les confirmó que estaba dentro, uno de los sicarios se metió por la fuerza y disparó siete veces directamente contra Nahir. Junto a ella estaban con sus dos hijos, uno de 9 años y otro de 4 meses. Una hermana de la víctima intentó impedir la huida del homicida y recibió cinco balazos aunque al paso de los días quedó fuera de peligro.
El caso siguiente configura una compleja trama relacionada al narcomenudeo, con una pata en la cárcel y el trasfondo de una organización criminal. El 9 de julio pasado Daiana Becerra, de 30 años, recibió de parte de su novio Facundo Moreira, preso en Coronda, un encargo para que fuera a dejar un cartel amenazante a un pasillo de Rueda al 3900, barrio San Francisquito. Era una trampa planificada para concretar un crimen a traición.
La mujer y su hija de 13 años se subieron a un remis en su casa del noroeste de la ciudad, en el camino pasaron a buscar a un hombre y juntos fueron al destino indicado. Al llegar, los dos adultos bajaron y cuando la mujer tomó la delantera para cumplir con el pedido fue asesinada a balazos por la espalda por quien la acompañaba. Todo eso fue visto por su hija y por el remisero, que de inmediato llevó a la chica al domicilio donde la había pasado a buscar.
“Te dejé una persona afuera dormida”, le escribió el novio de Daiana a una mujer que según la investigación del caso regenteaba un puesto de venta de drogas en ese pasillo de calle Rueda. Un punto que estaría vinculado a Leandro “Pollo” Vinardi, preso en la cárcel Federal de Ezeiza y sindicado como líder de una organización que mantiene una rivalidad con otro grupo comandado por Leandro Vilches, detenido en la cárcel de Rawson, para quien trabajaba el novio de Daiana.
Todo ese trasfondo responde a una disputa interna entre ambas facciones que en algún punto, según la Justicia, están ligadas a Máximo Ariel “Guille” Cantero, líder de Los Monos. Pero a Daiana su novio la traicionó para utilizarla como sobre para un mensaje, pero a su vez el crimen ocurrió en un marco de violencia de género sostenido en el tiempo. Por eso la fiscal Georgina Pairola lo encuadró como femicidio e imputó a Moreira como instigador.
Otros casos
Uno de los hechos registrados este año es un doble crimen, dado que una mujer fue asesinada a balazos junto a su hijo. Ocurrió el 4 de julio pasado cuando Marisa Susana Martínez, de 35 años, estaba junto a su hijo Gonzalo Ariel Ramos, de 18 en un pasillo de Saavedra al 6200, barrio La Lagunita. Según una versión preliminar al menos dos personas en moto dispararon una decena de veces contra las víctimas, aparentemente sin un blanco puntual.
El 16 de mayo Marisol López, de 24 años, fue atacada a puñaladas en un sector de extrema pobreza del barrio Toba de la zona sudoeste. El hecho ocurrió en Qompi al 4400 cuando la joven fue con su hijo de 10 meses en brazos a buscar a su pareja, que estaba en la casa de una vecina. Lo que comenzó como una discusión entre mujeres pasó a un ataque mortal cuando una tía de la homicida, que quedó detenida, le pasó un cuchillo con el que apuñaló a Marisol en el cuello.
El asesinato de Alejandra Esther Sánchez, de 43 años, se encuadra en un ataque dirigido a todo un grupo que el 16 de marzo pasado estaba en la puerta de una casa de Vera Mujica al 2700, barrio San Francisquito. La mujer estaba con sus familiares, entre ellos uno de sus hijos que también resultó herido de gravedad, cuando fueron acribillados desde un auto en una secuencia que quedó registrada en una cámara de vigilancia de la zona.
Una secuencia similar explica la mecánica del asesinato de Carmelina Núñez, de 59 años, acribillada el 13 de febrero en Flammarión al 4700, zona oeste. La mujer estaba en la esquina junto a su hijo y otros parientes, cuando un auto disminuyó la velocidad al pasar frente a ellos. Una persona se asomó con un arma calibre 9 milímetros y gatilló en dirección al grupo, hiriendo de gravedad en la cabeza a Carmelina.