Mientras caminaba bajo la lluvia, Andrés Román Gauna recibió tres plomos de un arma calibre 22 que terminaron con su vida. Fue ayer, poco después de las 16, entre los pasillos de villa Manuelita. "No me hagas nada, loco", se escuchó gritar entre los pasillos como una imploración, antes de que retumbaran en el lugar tres estampidos y una corrida.
Fue en un territorio donde se desarrolla una batalla continua entre dos bandas con nombres definidos: los pibes de "La banda del tanque" y los de "La banda del puente", enfrentamiento que en lo que va del mes se ha cobrado al menos tres víctimas fatales. Pero esta muerte, al menos, no fue vinculada por los investigadores a esa guerra de pandillas. "El chico estaba limpio. No tenía un solo antecedente penal y no era del barrio", dijo un policía que conoce cada centímetro de esas trincheras. En este caso no se escucharon apodos y nadie de las cercanías sabía ni había escuchado nada.
El pasaje Argentino es angosto y asfaltado. Se mete hacia el centro de la manzana a la altura del 3900 de calle Necochea y hace una rotonda para salir, 30 metros después, por la misma calle. Al pasaje desembocan pasillos que ayer tenían sus pisos embarrados por la persistente lluvia. A sus lados, viviendas humildes con puertas semidestruidas se dispersan en todos los puntos imaginados para adentrarse aún más en el asentamiento.
Fuera de lugar. Allí fue ayer a la tarde Andrés Román Gauna, de 23 años. Iba bien vestido y con una mochila de moda colgando a la espalda. Se metió en uno de los pasillos sin salida. Nadie lo conocía, y es posible que él tampoco conociera el lugar. "Acá había un quiosco que vendía droga, pero lo sacaron y la cosa estaba más tranquila", dijo un joven vecino que optó por no dar, ni siquiera, su nombre de pila.
La versión fue corroborada por el comisario Javier Leyva, titular de la comisaría 16ª. "El lugar que vendía drogas en ese pasillo lo allanaron hace tres meses. Es un pasillo ciego y es posible que lo hayan intentado robar cuando estaba ahí", dijo el jefe policial.
Esa es la hipótesis que manejan los investigadores y que algunos vecinos ratificaban por lo bajo. No hubo nombres, pero si miradas cómplices entre los que se acercaban a observar el trabajo de los pesquisas. "Tiene un tiro acá, el otro en la espalda y el otro por acá", se contaban entre ademanes la docena de chiquitos de entre 7 y 12 años que rodeaban al cadáver, pálido ya.
Plata y teléfono. "No se le encontró billetera ni celular. Estaba bien vestido, con una camiseta de la selección italiana de fútbol, una linda campera y bien entrazado. No es del barrio", dijo el jefe de la seccional. Según datos en poder de la policía, el joven habría nacido en Villa Constitución pero viviría en Villa Gobernador Gálvez, en calle Libertador al 1100. El chico tenía en su mochila Spirit un curriculum vitae, lo que hace presumir que andaba en busca de trabajo, aunque difícilmente lo haya ido a buscar donde lo encontró la muerte.
Según las primeras pericias, dos de los tiros entraron al cuerpo robusto del muchacho por adelante (uno en el costado izquierdo y otro en el hombro); y un tercer disparo se le metió en el omóplato, cerca de un tatuaje que representa dos hojas de marihuana superpuestas y un ojo inyectado en sangre, símbolo del grupo de rock Viejas Locas.
"No me hagas nada, loco", fue lo último que dijo Andrés. No lo escucharon, o bien nadie prestó atención a su grito desesperado. Algunos de los testigos ocasionales, que viven detrás de puertas siempre cerradas, aventuraban una escena en la que el muchacho llegó al pasillo a buscar algo con un dato errado o sin saber que lo que buscaba ya no estaba allí. Una visita que tal vez haya hecho en otras oportunidades pero que ayer le salió mal.
"Por los impactos que presenta el cuerpo, por cómo entraron, se nota que el chico intentó escapar, retroceder, pero la bala de 22 es traicionera", dijo un agente policial que rondaba por el lugar intentando averiguar algo, aunque sabía que iba a ser difícil que alguien haya visto algo o delate al autor.
En el currículum que la policía halló en la mochila de Gauna figuraban trabajos de venta y atención al público. No se destacaban estudios cursados en 2012. Su campera azul impecable, las zapatillas de marca y su mochila fueron un llamador. El chico entró a un pasillo sin salida y una vez adentro ya no pudo huir .