El crimen de Pablo Joaquín Cortéz, de 18 años, quien fue baleado el viernes por la noche en un ataque en el que también hirieron a un chico de 14 años, se dio -según vecinos de la zona- en un contexto de disputa por narcomenudeo. Si bien aseguran que las víctimas no tenían nada que ver, que estaban en el lugar y momento equivocados, coinciden en que los tiros eran para otro joven que suele tener como punto de venta de drogas la misma esquina en la que ocurrió el hecho. "El que vende droga manda y los vecinos tienen que callarse", dijeron con temor los vecinos de esas cuadras en las cuales no es la primera vez que hay un homicidio.
El viernes por la noche un grupo de amigos se encontró en el cruce de Saavedra y Barra, barrio Triángulo, para hacer una previa antes de salir. Se quedaron sobre la esquina de la Escuela Nº 1318, algunos parados y otros sentados sobre una baranda, dándole la espalada a la calle. En esto estaban cuando faltando unos minutos para la medianoche un auto se les acercó y desde el asiento de atrás un hombre los atacó a balazos.
Los pibes salieron corriendo, menos Pablo Joaquín Cortéz, que recibió un disparo en la zona del abdomen y cayó en el lugar. Otro chico, Gonzalo E., de 14 años, fue rozado por una bala cuando corría desesperadamente intentando refugiarse. Cortéz fue llevado al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca), donde falleció unas horas después, cerca de las 3.30. El menor de edad quedó internado porque la bala le rozó un pulmón, pero ya está fuera de peligro.
Hay lugares de Rosario en los que la gente se alarma cuando ve que un auto se les acerca a baja velocidad. Así fue que Gonzalo, el chico que resultó herido, alcanzó a anticiparse al ataque. "Él estaba sentado en la baranda de la escuela, cuando ve que viene un auto y baja la velocidad salió corriendo, porque vio que el que iba atrás bajó la ventanilla. Entonces mi hijo se imaginó lo que iba a pasar", describió Mara, la madre del menor de edad, desde el Heca, donde el chico se recupera de la herida de bala. La mujer contó que el chico se enteró varias horas después que su amigo había fallecido. "No lo podía creer, porque le habían dicho que solo le habían dado en la pierna", dijo.
En la escena del crimen la policía recogió cuatro vainas servidas de calibre 9 milímetros. A ese material la fiscal de Homicidios Georgina Pairola intentará sumar testimonio, registros de cámaras de video y demás datos que le permitan esclarecer lo ocurrido.
Contexto
Durante la tarde del domingo un grupo de chicos tomaba una gaseosa en un kiosco ubicado en Saavedra al 6200, a una cuadra de donde menos de 48 horas atrás habían asesinado a Cortéz. Dijeron ser amigos de la víctima, a quien describieron como "un pibe re bueno". Sobre el hecho en concreto solo se animaron a asegurar que las balas no eran ni para Cortéz ni para el menor de edad que fue herido. Pero no comentaron nada más. "El tema es que si hablamos nos metemos en quilombo. No es miedo, pero nos estamos cuidando todos porque esto es cualquiera ya", comentó uno de los jóvenes.
En la casa de Cortéz, que vivía a 300 metros del lugar en el que fue baleado, un tío del chico contó que fue un familiar el que lo cargó en su auto para llevarlo al Heca. "Vinieron a avisar que le habían pegado un tiro, salimos corriendo y cuando llegamos lo vimos solo, tirado, agonizando. Lo habían dejado solo", contó el hombre. Sobre la víctima dijo que era ayudante de albañil y el menor de tres hermanos. Acerca del posible contexto del crimen dijo lo que en todo el barrio ya se había divulgado como una certeza, que los balazos no eran para él.
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Las familias de las cuadras de Saavedra y Barra trataban de aliviar el calor del domingo en la vereda, refugiados en la sombra de los árboles. Mientras más cerca de la escena del crimen, mayor fue el silencio de los vecinos. "Lo que se escucha no se dice. Nosotros no nos metemos en nada. No podemos decir nada, acá estamos muy expuestos", contó un hombre. "Vivimos acá, queremos poder estar en la puerta de nuestra casa tranquilos por eso acá nadie va a decir nada", agregó.
El motivo de ese silencio, tan gráfico del temor de un vecindario, lo explicó una persona que a su vez le dio contexto al crimen de Cortéz. "No era para los chicos a quienes le tenían que pegar, era para un soldadito que siempre vende en esa esquina", contó. "Justo ellos se reunían ahí, y ellos conocen a este soldadito pero no es que se juntan con él", agregó. Entonces habló sobre la elección de la mayoría de vecinos al momento de optar por el silencio: "Nadie dice nada. Pero viste, acá es como en todos los barrios. El que vende droga manda y los vecinos tienen que callarse".
No es casualidad
Del testimonio escueto de los vecinos de Saavedra y Barra surgió un panorama de la situación que desde hace un tiempo vive ese sector de barrio Triángulo. "Esto es por lo mismo de siempre. No es casualidad, ya viene pasando. En la casita de la esquina mataron a uno, acá a la vuelta balearon a uno. El último más fue el de la carnicería abandonada que había uno adentro vendiendo", contó un hombre en relación a los últimos hechos violentos en esa zona.
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Sobre este último caso mencionado el vecino se refería al homicidio de Ángel José Cuevas, de 52 años, asesinado a balazos a fines de septiembre pasado. El hombre fue hallado sin vida en un local de Saavedra al 6300 que en su fachada lucía la leyenda "carnicería". Sin embargo dentro estaba vacío, tan solo con algunas sillas, bastante mugre y algunos billetes de diez pesos tirados en el suelo.
Después del crimen de Cuevas los vecinos de esa cuadra dijeron que no conocían a la víctima pero que se sabía que ese lugar funcionaba desde hacía tiempo como un punto de venta de drogas. El hombre fue asesinado de seis balazos en las piernas, brazos, pecho, espalda y cadera. "Ese lugar es un búnker hace rato. Ahora ya se mudaron, no quedó nadie. Nosotros veíamos movimiento pero nunca supimos quiénes eran", dijeron en aquella ocasión los vecinos.