Roberto del Valle Padilla Echagüe tenía 43 años y era conocido como El tuerto boli. Su nombre saltó a los titulares de los diarios a fines de febrero de 2008 cuando la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) detectó la primera cocina de drogas en Rosario. En el allanamiento se secuestraron 10 kilos de cocaína y precursores químicos para la fabricación de estupefacientes. Entonces El tuerto boli fue preso y en julio de 2010 lo condenaron, en un juicio abreviado, a 6 años de prisión. Habiendo cumplido parte de esa pena, el hombre gozaba de libertad condicional. Pero ese beneficio se apagó con su vida la noche del martes. Dos moctociclistas lo emboscaron mientras circulaba en su auto en un cruce de calles del barrio de Fisherton, a metros de la comisaría 17ª. Le dispararon seis balazos fatales. Para los pesquisas que tomaron el caso en sus manos, el crimen de claro tinte mafioso podría haber estado motivado en una venganza. Lo relacionan con el homicidio de un muchacho de 20 años ocurrido dos meses atrás frente a un búnker del barrio Emaús.
Emboscada. Todo ocurrió alrededor de las 22.30 de anteayer. Padilla Echagüe iba al volante de un Chevrolet Astra gris metalizado con vidrios polarizados. Cuando llegó a la intersección de Donado y Navarro, a sólo 50 metros de la seccional 17ª, una moto con dos muchachos a bordo se le puso a la par. No le dirigieron la palabra, sólo lo miraron como para confirmar que era el hombre que buscaban. Entonces, quien viajaba como acompañante del rodado extrajo una pistola calibre 9 milímetros de entre sus ropas, le apuntó y disparó al menos seis veces. Los proyectiles perforaron la chapa del auto y el cuerpo de su conductor. Agonizante, El tuerto boli trató de controlar el vehículo pero no pudo. Primero chocó contra un Chevrolet Aveo que pasó ocasionalmente por el lugar con tres jóvenes en su interior, después subió a la vereda y finalmente se estrelló contra la pared de un coqueto chalé deteniendo allí su marcha.
Padilla Echagüe murió casi en el acto mientras sus agresores se esfumaban a toda velocidad en la moto. En la escena del crimen, los efectivos de la seccional 17ª y de la sección Homicidios secuestraron nueve cápsulas calibre 9 milímetros. También incautaron el teléfono celular de El tuerto boli para peritar las llamadas que podría haber realizado o recibido antes de ser asesinado. En el interior del vehículo no se hallaron otros elementos que puedan importar a la causa, dijeron los voceros.
Una venganza. Hasta anoche los pesquisas de la Unidad Regional II no podían confirmar los motivos por los cuales mataron a Padilla Echagüe. Sin embargo estaban convencidos de que se trataba de un hecho vinculado al mundo narco de la ciudad, un espacio que en los últimos tiempos dirime sus disputas en las calles con ejecuciones de claro tinte mafioso llevadas a cabo con poderosas armas de fuego. En ese sentido, presumen que el crimen de El tuerto boli podría haber sido cometido en venganza por el asesinato de Franco Oscar El monito Altamirano, un pibe de 19 años rociado a balazos el 20 de septiembre pasado a las puertas de un bunker de drogas de Tarragona y Juan B. Justo que poco más tarde fue destruido por los habitantes de la barriada (ver aparte).
En aquel momento, la policía y algunos vecinos coincidieron en afirmar que El monito era un soldado que respondía a El tuerto C., hombre que había sido socio de El tuerto boli pero que empezó a coparle el negocio en el noroeste rosarino después de que su tocayo cayera preso en 2008. Y, en ese marco, los pesquisas manifestaron que "hay información de calle que alude a que Padilla Echagüe habría sido el asesino de Altamirano".
La 1ª cocina. Para conocer quién era El tuerto boli hay que remontarse como mínimo a 2008. El 28 de febrero de ese año agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria realizaron un megaoperativo en la zona noroeste de la ciudad. Fueron cinco allanamientos ordenados por la Fiscalía Federal número 1 en el marco de una pesquisa originada en mayo de 2007 a partir de la declaración de un testigo de identidad reservada que apuntó de lleno contra El tuerto boli como proveedor de drogas.
El epicentro de los allanamientos estuvo en una casa de José Ingenieros al 6300. Allí se secuestraron 3 kilos de cocaína; precursores químicos como éter, acetona y ácido clorhídrico; sustancias para estirar la droga; facturas que indicaban la compra de los precursores; balanzas de precisión y 754 mil pesos en efectivo. Allí fueron detenidos El tuerto boli; su pareja, Claudia Verónica Olivera, de 32 años; su mamá, Josefa Cristina Pocha Echagüe, de 64 años; su cuñado, José Damián Olivera, de 24 e identificado como Boli chico; su hijo, Paulo Roberto Padilla, de 22 años; y Soraya Teresa Albornoz, de 26.
También fue allanada una vivienda ubicada frente a la casa de El tuerto boli y que era habitada por su hermanastra, Lorena Fernanda Udi. Ahí se encontraron casi 7 kilos de cocaína.
En tanto, en una casa de pasaje Quichuas al 1200 bis (paralela a Sánchez de Loria), en la zona más empobrecida de Fisherton, se hallaron balanzas de precisión y una importante suma de dinero. También fueron revisadas dos casas ubicadas a menos de cien metros, en los Pasajes 1471 y 1467, y otra de Jujuy al 2800 de Funes. Todo lo secuestrado por los efectivos de la PSA sirvió como prueba para demostrar que en las viviendas allanadas “había sustancias para la fabricación, elaboración y estiramiento” de la cocaína.
Condenados. En julio de 2010 la banda liderada por Padilla Echagüe fue condenada por el Tribunal Oral Federal 1 al convalidar un acuerdo de partes alcanzado en un juicio abreviado. El fallo tuvo los votos a favor de Jorge Guillermo Toledo y Omar Digerónimo y uno en disidencia, el de la jueza María Ivón Vella.
Entonces El tuerto boli recibió 6 años de prisión y tuvo que pagar una multa de 50 mil pesos. La misma pena les aplicaron a su madre, a su hermanastra, a su cuñado y a su pareja. En tanto, el hijo de Padilla Echagüe fue condenado a 3 años de prisión condicional.
Pasado el tiempo, El tuerto boli ya gozaba de libertad condicional tras cumplir las tres cuartas partes de la condena. Y, según allegados al caso, desde entonces había reiniciado su actividad en el narcotráfico. Para eso tuvo que establecer una disputa con El tuerto C., quien supo ser su socio pero que en su ausencia se había apoderado de los quioscos del barrio Emaús, frente a uno de los cuales estaba El monito Altamirano la tarde que lo mataron.
El Monito
Franco El monito Altamirano tenía 19 años cuando el 20 de septiembre pasado lo mataron de cuatro balazos frente a un bunker de drogas de Tarragona y Juan B. Justo. El homicidio provocó la reacción del vecindario, que en poco más de dos horas destrozó el quiosco de drogas. Según dijeron fuentes policiales, Altamirano era un soldadito que trabajaba para El tuerto C., un ex socio de Padilla Echagüe. A El monito lo mató un hombre que circulaba en un auto oscuro que detuvo su marcha frente a él y cuyo único ocupante le descerrajó cuatro tiros. Para muchos vecinos de esos que hablan ante los medios pero luego hacen silencio frente a la policía y la Justicia, quien accionó el arma homicida fue El tuerto boli, el mismo hombre que en venganza por ese crimen fue acribillado la noche del martes.