En la apertura del juicio oral por el hallazgo de 19 kilos de droga en la denominada "narcochacra" de Alvear, el banquillo con los cuatro acusados quedó fuera de foco. Toda la atención del tribunal y las partes se posó en el cuestionado operativo que la policía santafesina comandó allí en abril de 2013 en busca de electrodomésticos robados, aunque en realidad se encontró marihuana, cocaína y armas. Los efectivos citados a declarar fueron interrogados al detalle sobre las anomalías del procedimiento y el momento cumbre fue la exhibición del video en el que se ve a un policía gritar "bueno, bingo" para retirarse de la escena con una bolsa de consorcio negra de contenido ignoto.
Ese fue el tono del juicio que se inició ayer en los Tribunales Federales de Oroño al 900 por el operativo efectuado el 4 de abril de 2013 con una orden de allanamiento del entonces juez de Instrucción provincial Juan Carlos Vienna, cuyo nombre resonó más de una vez en el debate. Fue el magistrado que dirigió la causa de Los Monos, una pesquisa con resonancia mediática que abordó la cuestión del narcotráfico fuera del ámbito usual. Y que generó tironeos aún latentes entre la Justicia federal y provincial por cuestiones de competencia. Por momentos, la audiencia de ayer pareció otro round de esa controversia.
Desligarse y acusar. Uno de los primeros en aludir al juez Vienna fue el principal acusado, Diego Cuello, y lo hizo con dureza. Cuello, de 38 años, era el dueño de la quinta donde también fueron apresadas su pareja, Gabriela Martinetti, el casero Facundo Ceferino Sandoval (quien se abstuvo de declarar) y el empleado Carlos Arriola (dijo que se limitaba a criar pollos), todos procesados por tenencia de estupefacientes con fines de comercialización. Un quinto acusado, José Ignacio Alvarez, no se presentó y se libró un pedido de captura. El sexto detenido era Miguel Angel "Japo" Saboldi, quien murió ocho días después del procedimiento y junto a otros dos internos en un incendio provocado en la alcaidía de Jefatura.
"De todo lo que dicen que había ahí no tengo nada que ver. Las cosas que estaban en la casa no eran mías. Hacía nueve meses que me venían investigando por el crimen de (Martín) "El fantasma" Paz (cuyo asesinato dio origen a la megacausa de Los Monos) y no me pudieron encontrar nada. A raíz de eso me inventaron ese allanamiento falso", declaró Cuello, de campera deportiva roja y negra y el pelo largo recogido en una colita.
"A los tres meses el juez Vienna me lleva a Tribunales, me hace quedar hasta las ocho de la noche y me sube a una oficina con custodia para hablar conmigo. Me empezó a decir que yo tenía que declarar contra Los Monos o no iba a salir nunca más y que me podía inventar un allanamiento", siguió el acusado, quien en ese entonces brindó un testimonio acusando a Los Monos por el crimen de Paz y que el 21 de abril pasado fue atacado con 16 disparos frente a su casa del barrio Las Delicias.
"Todo esto fue inventado por el juez Vienna", atacó Cuello, a quien tras negarse a responder preguntas le exhibieron los más de 4 kilos de cocaína y 13 de marihuana fraccionada hallados en su propiedad, además de dos balanzas situadas en el centro de la sala de audiencias. En la chacra también se incautaron vehículos, 145 mil pesos, celulares y dos chalecos antibalas.
El secuestro de dos pistolas y tres escopetas en la quinta originó una causa paralela en la Justicia provincial por la que sólo Cuello sigue con un proceso abierto por tenencia de arma. Al resto lo benefició una resolución de la Cámara Penal que advirtió un actuar casi "delictivo" de la policía y por eso ordenó investigar el operativo que ayer, en otro edificio y luego de dos años, estuvo en la mira de los jueces Otmar Paulucci, Ricardo Vazquez y José María Escobar Cello.
Primera voz. La atención se centró al inicio en la investigación policial que precedió al operativo del 4 de abril de 2013 en la chacra de Alvear, ubicada a más de 5 kilómetros de la autopista a Buenos Aires, en el camino a Cargill. El primero en rendir cuentas fue el entonces jefe de la comisaría 5ª, José María Brunelli, interrogado alternativamente y en profundidad por el fiscal, los jueces y los defensores Fausto Yrure y Ana María Gil. Contó que todo empezó el 3 de abril de ese año con un robo en su jurisdicción al local de Calatayud de San Martín al 2100, de donde una banda se llevó electrodomésticos por una suma que el policía consideró millonaria.
El oficial señaló que su pesquisa consistió en tomarle declaración a vecinos y pedir la lista de bienes robados al dueño, algo que tardó "cerca de una semana" en obtener. El fiscal Adolfo Villate le llamó la atención sobre la inusual rapidez con que, pese a esa carencia, pidió una orden de allanamiento al día siguiente. Brunelli explicó que le solicitó autorización a Vienna a pedido de su superior, el jefe de Orden Público Hugo Cabral, porque en esa dependencia contaban con un informe de inteligencia que ubicaba a Cuello en actividades de piratería del asfalto.
El jefe policial contó que la comitiva de uniformados partió en caravana desde Jefatura. Había otros tres empleados de la 5ª, personal de Orden Público y del Grupo Infantería de Respuesta Inmediata (Giri). Ya en la zona rural equivocaron el camino y debió cambiar de rumbo en los angostos senderos de tierra hasta llegar al predio con una formación distinta de la planeada.
En el video del allanamiento, en el que se mezclan el cacareo de las gallinas, el ladrido de los perros y el llanto de un bebé con los gritos de los policías, se ve a los uniformados destrozar a golpes con un ariete la puerta de la casa principal, pese a que ya habían reducido a Cuello, Saboldi y Martinetti, que tenía una beba en brazos.
A los pocos segundos de entrar se ve que un policía reconocido como empleado de la 5ª toma una abultada bolsa de consorcio de una mesa y dice: "Bueno, bingo, tomen". Enseguida sale de la vivienda y se desconoce el destino de la bolsa, que no figura en el acta y que según los dueños de casa contenía euros. "¿Qué significa bingo para usted?", preguntó el juez Paulucci, a lo que el oficial respondió que se enteró de ese incidente cuando tuvo trascendencia mediática y él ya no era jefe de la 5ª.
La requisa fue cuanto menos desprolija. Recién luego de secuestrar tres escopetas y dos cargadores se escucha a los policías preguntar: "¿Tenemos testigos?". Se los ve revolver cajones e incautar armas sin guantes, desparramar fajos de dinero sobre la mesa, atender llamados personales o gargajear en cámara. No se filmó el momento exacto del hallazgo de la droga, que apareció en una bolsa sumergida dentro de una cámara séptica junto a un chiquero. Esa ubicación movió al fiscal a preguntar más de una vez, con suspicacia, qué electrodomésticos planeaban encontrar los policías en un hueco estrecho con agua servida. Por la tarde declararon los testigos civiles y la próxima audiencia será a fines de la semana que viene.