Autodefensa armada. Historias de tragedias desencadenadas a partir de la decisión de disparar en defensa de bienes materiales
Autodefensa armada. Historias de tragedias desencadenadas a partir de la decisión de disparar en defensa de bienes materiales
Resistir a los tiros un asalto es una decisión cuyas consecuencias pueden ser mucho peores que la sustracción que se pretenda evitar. No sólo por lo que implica matar a alguien, más allá de que pueda ser —si así lo valora la Justicia— un acto de legítima defensa, sino también por la posibilidad de que esa resistencia termine con la vida propia o la de un ser querido. Días atrás ocurrió en un almacén de zona oeste donde el dueño enfrentó a dos ladrones y mató a uno, pero la acción culminó con la muerte de su propio padre.
En los últimos meses hubo en Rosario al menos tres casos en los que la defensa de bienes materiales por parte de civiles armados culminó con víctimas baleadas. Dos de esos hechos tuvieron saldos fatales con la muerte de personas que no participaban de los tiroteos. Más allá de las particularidades de cada caso, en todos quedará sin respuesta una pregunta dolorosa: ¿se habrían evitado esos crímenes si las víctimas de los asaltos optaban por no disparar?
"Hay gente decidida a armarse y no hay cómo cambiarle la mentalidad, pero la mayoría quiere una sociedad más pacífica. No hay datos pero son frecuentes los hechos en los que por defender un bien material se generan tragedias", dijo Adrián Marcenac, de una entidad bonaerense que promueve el desarme (ver aparte), para quien "la única forma de generar seguridad es reclamar a las instituciones públicas que cumplan con lo que deben hacer".
En comercios. El más reciente de estos casos en Rosario ocurrió el pasado 4 de octubre en un autoservicio de Neuquén y Garzón donde ingresaron dos ladrones armados. El atraco fue resistido por el dueño, Eduardo Traversa, de 60 años, quien desenfundó una pistola 9 milímetros se tiroteó con al menos uno de los asaltantes, Gonzalo Bai, de 17 años. El ladrón murió ahí mientras que Romeo Traversa, de 86 años y padre del comerciante, sufrió un impacto en el abdomen y otro en el pecho. Falleció horas después en el Heca.
Según los primeros datos, Bai murió por las balas de Traversa mientras que Romeo fue mortalmente herido por el arma de Bai.
Aunque con una impronta y desenlace muy distintos, el caso remite a otro ocurrido 40 días antes en una pescadería de zona sur. Fue la noche del 20 de agosto cuando Lucas Pérez ingresó con su novia al local de Dorrego 5668 para comprar una boga.
Detrás del joven de 28 años se colaron dos ladrones y le exigieron a Quito Vizgarra la recaudación. Pero el comerciante de 75 años decidió resistir con una balacera que se prolongó hasta la vereda.
Lucas cayó adentro del negocio con una bala en la cabeza y murió al día siguiente. "Un ladrón me agarró del pelo y le dijo a Quito que me iba a matar. Me tiré al piso y escuché muchos tiros. Cuando me pude levantar vi que el dueño del negocio se guardaba un revólver en la cintura", contó la novia del joven un mes después, mientras allegados a Pérez se manifestaban frente al local donde Vizgarra cumplía arresto domiciliario.
Distinta suerte. Otro robo en un comercio con resistencia por parte de las víctimas ocurrió la tarde del 26 de agosto de 2009, cuando los dueños de una rotisería de zona oeste fueron asaltados por tres hombres. Francisco N. y su hijo Paulo resistieron el robo y el joven desarmó a un ladrón. Así empezó una balacera cruzada que siguió en la calle. Padre e hijo fueron heridos pero se recuperaron, mientras que los ladrones huyeron con unos mil pesos.
No tuvo la misma suerte Carlos Hoffken, un suboficial de Prefectura Naval de 52 años que el 26 de marzo de 2012 fue asaltado en su taller de motos de 3 de Febrero 3154. El mecánico estaba con un amigo cuando dos hombres armados le robaron la billetera y las llaves de una moto que estaba en la vereda. Carlos se resistió y se originó una tiroteo. Murió en el acto de tres balazos.
En casa. Otro caso reciente, sin saldo trágico, fue el de un hombre de 73 años baleado en un atraco en su casa. Fue el pasado 11 de agosto cuando José Luis P. llegaba con su esposa a su casa de Morrison al 8200 y tres ladrones lo abordaron cuando guardaba el auto.
Los maleantes se hicieron de 15 mil pesos y otros efectos, además de dos armas registradas a nombre de la víctima. Pero en su afán por engrosar el botín, llevaron a José a la cocina y éste aprovechó un descuido de para manotear otra pistola que guardaba en un mueble. Hubo un tiroteo con dos heridos: José fue rozado por una bala en la cintura y un ladrón terminó internado —y preso— con un proyectil en la espalda.
Diez años antes. El caso de Lucas Pérez remite a otro ocurrido 10 años antes cuando un quiosquero le disparó a ladrones que habían amenazado con violar a una hija y una de esas balas mató a Luis Páez, un albañil de 25 años. Ocurrió el 13 de febrero de 2003 en Avellaneda al 3700, cuando el comerciante fue a buscar a los ladrones y Luis, que estaba en la puerta de la casa de su ex pareja, recibió un balazo en la nuca.
Meses después, otro atraco tuvo un saldo similar. Fue el 30 de octubre de 2003 en un comercio de Rondeau al 3900, cuando dos ladrones robaron 300 pesos de Pagano Hogar.
Fabián Lonyi Solís, un joven de 32 años que trabajaba en un comercio vecino, vio escapar a los ladrones y decidió interceptarlos esgrimiendo un revólver calibre 38. Entonces se originó un tiroteo en el que se utilizaron cuatro armas de fuego y culminó con dos muertos: Solís y Fernando Ordóñez, uno de los asaltantes, que tenía 19 años.