Mario Alberto Kempes se para frente a Ovación. Su imagen remite a un hombre que
sale todos los días con su prestigio a cuestas. Sólo hace falta verlo para saber que detrás de esa
cordialidad casi patológica se esconde uno de los delanteros más representativos del fútbol
argentino. Sus fotos gritando goles con la camiseta de la selección nacional dormirán por siempre
en el imaginario colectivo de los hinchas. Aunque el Matador ya no encuentra todas las respuestas
en una simple pelota, como ocurrió en la conquista del Mundial 78.
Kempes firmó ayer el contrato para desempeñarse como
embajador de Central en el mundo. Paseará su aureola de prócer canalla por cada rincón del planeta.
Reforzará con una función de corte diplomática esa relación que encierra un simbolismo muy fuerte
entre el hijo pródigo y el club que lo vio nacer. Una suerte de cordón umbilical que supo
trascender la mera lejanía o la cercanía física.
"Si bien estuve poco tiempo en Central, este club me dio
todo. Me formó como persona y jugador. Por eso cuando surgió la propuesta del presidente Usandizaga
no lo dudé. Central es una de las instituciones más grandes de nuestro país y desde mi lugar quiero
que se conozca cada día más en el mundo, especialmente en Europa. La realidad es que vengo a darle
una mano a Central, el club que me la dio en mis inicios como jugador", confesó Kempes, mientras
recibía los saludos de Aldo Pedro Poy, Angel Tulio Zof, los hermanos Killer y Carlos Timoteo
Griguol, su entrenador en su etapa en Central.
—¿Trabajar para Central era una deuda pendiente que
tenías con el club?
—Es un placer. Quiero devolverle al club todo lo que
hizo por mí cuando yo más lo necesitaba. Voy a ser una especie de embajador por el mundo. Aunque el
nombre de mi función no interesa. Lo importante es que tengo ganas de trabajar para Central. Como
no me puedo poner más los pantalones cortos, voy a ayudar desde otro lugar. La idea es utilizar mis
contactos en el mundo, organizar clínicas por el interior y el exterior llevando la bandera de
Central. También voy a tratar que el club pueda jugar partidos por el mundo.
—Es un reencuentro con la institución de tus
amores.
—Podría decirse que sí. Me escapé pocas veces a
Rosario en los últimos tiempos y la verdad es que siempre sentí la necesidad de estar cerca de
Central.
—¿Te sorprendió el llamado de Usandizaga?
—Un poco sí. Esperaba en algún momento trabajar para
Central. Si dijera que soñaba con la función de embajador por el mundo, estaría mintiendo. Me
encanta viajar. Soy como un gitano y qué mejor que hacerlo para darle una mano a Central. Hace unos
años se la di en un partido amistoso ante Newell’s, jugué 45 minutos y por suerte ese día la
pelota me pegó en la cabeza y fue gol (risas).
—¿Te gusta el actual equipo de Central en el
Apertura?
—Lo vi en el debut ante Estudiantes y un ratito
contra River y Banfield. Noté que Vitamina todavía no pudo plasmar su idea de juego. Pero hay muy
buenos jugadores como Ezequiel González, Kily González y otros chicos que están dando sus primeros
pasos en la primera. Central no le escapa a la realidad del fútbol argentino. Cuando no se dan los
resultados, todo es un polvorín. Los técnicos no pueden elaborar ningún plan. Pero confío en que
mejorará.
—¿Aspirás en un futuro a ser el técnico de la
primera?
—No, ni se me cruza por la cabeza esa posibilidad.
Además, mi vida hoy apunta hacia otro lado. Tampoco quiero terminar en la comisión directiva. Si
alguna vez me piden una opinión sobre algún jugador, obviamente la daré.
—¿Tenés una opinión formada de Vizcarra y Zelaya, dos
delanteros que surgieron en las inferiores del club?
—Me gustan los dos. Central siempre se caracterizó por tener buenos
delanteros. Pero hay que dejarlos crecer. l