Desde estas páginas ya se escribió la mejora en el semblante que proporcionó la victoria frente a Gimnasia, pero fue el primer escalón de una remontada que en Central se tenía entre ceja y ceja, sabiendo que había algo extremadamente importante por delante: el clásico de la ciudad. Esa disipación de los primeros nubarrones se potenció días después, tras el triunfo frente a Newell’s, aun con los resabios de la salida intempestiva de Miguel Ángel Russo, que fue justamente lo que instaló una especie de tormenta perfecta en la previa de una seguidilla de partidos importantes. Hay cosas trascendentes por afrontar, pero hay un mínimo de sensación de que en Arroyito viene aclarando.
Por idiosincrasia, Central suele transitar una vida que va de la alegría a la convulsión. Sin ir más lejos, este año, a nada de haberse coronado campeón en diciembre de 2023, vivió momentos álgidos, después de algunos resultados adversos y un funcionamiento que no mostró signos de crecimiento.
Ahora, lo que ocurrió hace poco más de una semana no fue menor. Y puede sonar a ensañamiento el rememorar a cada instante la salida de Russo, pero es lo que se vivió y lo que generó un impacto de proporciones, básicamente porque ocurrió a días de un nuevo clásico, con todo lo que implicaba la presencia del entrenador más ganador de la historia del club en este tipo de partidos.
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Así fue como de golpe y porrazo lo que se armó en Arroyito fue una especie de tormenta que no pudo ser disipada de inmediato por la comisión directiva en el marco de la imposibilidad de contratar rápidamente un nuevo técnico, con negativas de los principales apuntados, entre ellos el Chacho Coudet.
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Fue así como la decisión de darle la posibilidad a Matías Lequi emergió casi por decantación, a sabiendas de que había que ir a jugar de visitante para romper con la racha de dos derrotas consecutivas, pero sobre todo para fortalecer el ánimo de cara al clásico.
Y Central fue, como podía
Allá fue Central con su entrenador interino y un equipo que estuvo a la altura, al menos desde el resultado. Fue el primer gran salto de calidad que dio el Canalla en medio tanta confusión. Lo que hubo fue alivio (fue la palabra utilizada por el propio entrenador, aunque más apuntada al plano personal) y en gran medida una descompresión importante.
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Matías Lequi lleva dos partidos como DT de Central con sendos triunfos. Ahora dirigirá en la Copa.
Marcelo Bustamante / La Capital
Pero lo dicho, la inmediatez le marcaba a ese Central que debía afrontar el partido más caro al sentimiento del hincha: el clásico. Es un hecho que las mayores urgencias estaban del lado de Newell’s, pero se sabe que un resultado adverso frente al eterno rival siempre algún tipo de secuelas deja. Pero Central hizo lo suyo y con poquito le alcanzó para celebrar un nuevo triunfo.
Fue un soplo fortísimo que no hizo otra cosa que seguir arrastrando nubarrones en otra dirección. Fue un respiro para el plantel, pero también para el cuerpo técnico interino y, ni hablar, para una dirigencia que más que nunca apostaba y bregaba por un buen resultado.
Esa segunda estación que se sorteó, también con triunfo, no sólo potenció el semblante en el presente, sino que abrió una luz de esperanza respecto al futuro. Es que ese futuro se llama Copa Sudamericana, donde el grupo tiene depositadas sus mayores expectativas.
El razonamiento es demasiado simple. El ánimo con el que el equipo afrontará este partido de ida contra Fortaleza es demasiado bueno e inversamente proporcional a lo que hubiese sido con un traspié en el clásico.
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Ya no hay dudas de que Lequi será quien estará sentado en el banco el próximo miércoles en el Gigante y quien conducirá los destinos del equipo una semana después en el norte brasileño. Y todo por estos dos enormes resultados que el Canalla logró en medio de la tormenta. Es más, posiblemente no haga falta ni siquiera esperar el resultado de la serie para afirmar que Lequi continuará al menos hasta fin de año, pero eso es harina de otro costal, en medio de una visión mucho más futurista y por ahora sin demasiados sustentos.
Central venía navegando en la dulzura de la clasificación a octavos de final de la Copa y dos derrotas (Huracán y Unión) en el torneo local lo pusieron, de manera inesperada, de cara a un frente de tormenta que se armó con la salida de Russo. Un par de semanas después no todo cambió, pero un par de buenos resultados (uno con un fuerte impacto desde lo emocional), le permitieron al Canalla poner el auto nuevamente en pista, en medio de la sensación de que en Arroyito la cosa viene aclarando.