La escena forma parte del entrenamiento en Bronnitsy. El sol del veranito ruso calcina a los enviados especiales de los distintos medios de prensa que se agolpan para ver las prácticas de la selección argentina. Es la primera luego del derrumbe futbolístico ante Croacia que los ojos curiosos de la prensa pueden sacarles una foto a las caras de los jugadores. Jorge Sampaoli ingresa al campo de juego junto a su agente de prensa Ezequiel Scher. Desde lejos se observa que charlan de minucias cotidianas y apuran el paso hasta el centro del campo de juego. Ahí se separan y cada uno cumple al pie de la letra con la agenda programada para la mañana de trabajos. Zequi, como se lo conoce en el ambiente periodístico, constata un par de cuestiones y luego se interna en la tribuna en la que están ubicados los periodistas. Mientras que el Zurdo espera con el espíritu de un general en pleno campo de batalla a su tropa. Se acerca hacia donde están revolcándose Wilfredo Caballero, Franco Armani y Nahuel Guzmán con Martín Tocalli, el entrenador de arqueros que eligió Sampaoli para llevar adelante su ciclo en la selección. El técnico casildense charla con todos y pone especial énfasis en la conversación que mantiene con el arquero de River. No hay que jugar a hacerse el adivino para darse cuenta de que Sampa ya tomó la decisión que todo el pueblo argentino tanto le reclamaba. Incluso, antes de que arrancara el Mundial. El arquero de Casilda atajará el partido final por el grupo D, el martes contra Nigeria en San Petersburgo. La fórmula de apostar al buen manejo de los pies y las manos de Caballero le salió mal al DT. Tanto se habló de que Sampaoli desatendía el clamor popular de poner a Armani porque Willy le sacaba ventaja a la hora de iniciar limpia cada jugada desde abajo, al final el tiro le salió por la culata. Su arquero fetiche cometió un error gravísimo en una salida con los pies en el partido que le puede costar la eliminación a Argentina en la primera fase del Mundial.
Pese a eso, Sampaoli no incineró a Caballero en la conferencia de prensa posderrota ante los craotas. Aunque desde ese mismo momento empezó a carburar en su cabeza la idea de darle la chance como titular a su coterráneo ante Nigeria. Entonces, la pregunta se cae como un higo maduro. ¿Por qué ahora sí apostará por Armani?
Porque entiende que si lo pone de nuevo a Caballero lo expone demasiado. Como se dice en la calle, lo manda al muere con la gente. Porque ante cada pelota que toque, el estadio del Zenit Arena lo silbará hasta en idioma ruso. En cambio, con Armani gana a un arquero limpio de la cabeza, que tiene menos ductilidad para jugar con los pies, pero que cuenta con un aura de imbatibilidad que ya demostró en el arco de River. Con esta decisión, que aún no está confirmada, Sampaoli quiere que ese buzo de ganapartidos que le quedó pintado en el poco tiempo que lleva en River también se lo ponga contra los nigerianos. Esta vez, el Zurdo se la juega por un arquero con menos juego, pero busca que desde las manos de Armani el equipo se potencie y que la defensa comience a contagiarse de esa confianza.
El hincha de fútbol que tanto exigía la citación de Armani y criticó a Sampaoli porque no lo convocó en la gira previa al Mundial por Manchester y Madrid, poco sabe que el Zurdo conoce como pocos la vida y las condiciones futbolísticas de Franco. Los dos son de Casilda, una ciudad distante a 40 kilómetros de Rosario, y antes de entrar por la puerta de la fama mediática, el técnico del seleccionado ya tenía relación con el círculo más cercano del arquero casildense. Sampaoli conoce de toda la vida la casa paterna de los Armani en Casilda. Entró miles de veces al domicilio durante la etapa en la que hizo debutar en la primera división de Aprendices Casildenses a Leandro, el hermano mayor de Franco y ex delantero de Newell's. Justamente Leandro, junto a su madre y al representante del arquero, Martín Aráoz, estuvieron ayer de visita en la concentración de Bronnitsy para acompañar a Franco.
Además, Sampaoli y Armani alguna vez estuvieron unidos por la camiseta de Alumni de Casilda. Es que Franco debutó a los 16 años en el Alazán, club del que es hincha fanático el técnico de la selección argentina. En una ciudad con mente de pueblo como es Casilda, al Zurdo nunca le pasó desapercibido que había un pequeño gran arquero (siempre fue alto) que se vestía con el buzo verde por su admiración por el Pato Fillol hasta cuando iba a la escuela. Aseguran quienes siguen de toda la vida a Franco que era habitual verlo ponerse los guantes y tirarse de un lado a otro en el living y el garaje de su casa del barrio Centro. Ya era imbatible en este tiempo de pelotas hechas con medias o papeles abollados. Con apenas 6 o 7 años mostraba una potencia de piernas inusual para un chico de su edad.
Así, entre torneos y partidos en los que sobresalía en la Liga Casildense, un día decidió probarse en Central Córdoba. Como a todo chico de pueblo lo movilizaron los sueños de grandeza, los mismos que convocaron a Sampaoli cuando arrancó su aventura como entrenador con un bolsito de manos, algo de dinero en los bolsillos, pero muchas ganas de conquistar el mundo.
De Merlo a Medellín
El equipo charrúa no fue un buen refugio para las atajadas de Armani. Como vio que la cosa no iba ni para atrás ni para adelante, apenas surgió otra posibilidad de tentar a la suerte terminó en Estudiantes. Pero ahí se encontró con que el puesto de arquero tenía a un emblema pincha de estos tiempos como Mariano Andújar. Fueron días en los que el desarraigo golpeaba con lágrimas en los ojos. Extrañaba los olores de su casa, su Casilda natal, aunque ese tiempo de soledad nunca le aguijoneó la ilusión ni lo mandó a la banquina de la desesperanza. Como una paradoja del destino, en su carrera apareció el verde esperanza de Ferro Carril Oeste. Tres partidos en la B Nacional, sueldos atrasados y un porvenir amenazado por las dudas. Ya no tenía 20 años y tomó la decisión más difícil de su vida deportiva. Se la jugó como Sampaoli lo hará con él el martes frente a Nigeria. Los contratiempos no lo paralizaron y un acto de osadía impulsó su carrera yendo a Deportivo Merlo, de la Primera B. Ascendió al Nacional B y en un amistoso que jugó hace 8 años llegó la señal que tanto esperaba. La rompió en un partido de morondanga contra Atlético Nacional de Medellín y los directivos colombianos quedaron obnubilados viendo cómo ese gigante de 1,90 metro volaba de palo a palo y sacaba todas las pelotas con la misma naturalidad con la que respiraba. Armani armó las valijas, seducido por la propuesta económica y porque nunca le falla la intuición. Y vaya que no le falló. Es cierto que al principio la debió remar. Le costó la adaptación, no jugaba y, como en los anteriores clubes por los que pasó, el insomnio era el fiel compañero de todas las noches: "En Colombia me entrenaba pero no jugaba nunca. Me la pasaba llorando todas las noches", contó en varias entrevistas, ya con River formando parte de su presente. Atravesó momentos de inactividad, con lesiones serias como una rotura de ligamentos de la rodilla y se acercó a la religión junto a su actual esposa Daniela Rendón, una exuberante modelo colombiana.
Para Armani, todo valió la pena vivirlo. Porque lo que vino después fue saber que tanto esfuerzo no había sido en vano. Con Atlético Nacional de Medellín ganó 13 títulos entre 2010 y 2017, entre ellos la recordada Libertadores en la que eliminó a Central en el último segundo del partido en el Atanasio Girardot por cuartos de final. Todavía está inmortalizada esa triple atajada ante Walter Montoya y Marco Ruben en el Gigante de Arroyito, en el encuentro de ida. Cada vez que le preguntan dice que fue la mejor de su carrera. Esa jugada lo consagró y River salió a contratarlo desesperadamente. Pero ante el primer intento prefirió seguir gozando de la idolatría en Medellín. Hasta que la insistencia del club millonario, que pagó la cláusula de rescisión de 4 millones de dólares, le dobló la determinación y se animó a abandonar el confort de una ciudad que lo ama hasta el límite de tener una estatua en Medellín. A su despedida concurrieron más de 30 mil personas y Armani, desgarrado en un llanto, agradeció tanto afecto junto a René Higuita, uno de sus grandes ídolos junto a Fillol, pero también fue la persona que terminó de moldearlo en el arco de Atlético. Todo lo que vino después en River ya es historia más conocida. Con un puñado de meses, el Monumental se rindió a sus pies luego del partido consagratorio que tuvo contra Boca por la final de la Supercopa Argentina.
La gran chance
No hubo una charla de café futbolera en la que no apareciera el nombre de Armani para ser citado a la selección argentina. Apenas Sampaoli lo incluyó en la lista de los 23, River se lo aseguró elevándole a 15 millones la cláusula de rescisión. Viajó a Rusia 2018 sin haber jugado un minuto en el arco de la selección argentina, se metió sin problemas en el grupo que vive en Bronnitsy porque es un muchacho de perfil subterráneo y empezó a pelearle la titularidad a Caballero y Guzmán. Se comió el banco ante Islandia y Croacia y ahora tendrá la gran chance de su carrera de debutar en la selección nada menos que en un Mundial. Sampaoli le confiará el arco a alguien que conoce desde siempre. Justo en un partido que le hará un tajo transversal a su ciclo, el Zurdo pone las manos en el fuego por un casildense como él.
Holan habló del Zurdo
El DT de Independiente, Ariel Holan, estuvo ayer en Casilda y habló de Sampaoli: "Lo que él desea que haga el equipo todavía no lo pudo lograr y la situación es incómoda desde los números pero con las chances intactas de volver a tener la oportunidad. Pero seguro que los jugadores se dieron cuenta que la próxima es la última chance".