Martes a las 13.30, en Sarmiento al 900, pleno centro de Rosario. Veo que un muchacho en la vereda de enfrente, gorra roja, vestido todo de negro, tropieza contra un petril de hormigón y cae a la vereda. Y con la misma furia y rapidez que ataca un enjambre de avispas, un puñado de personas lo cerca. Alguien le pone una rodilla en la cabeza y uno le agrega una patada, también en la cabeza.
Revivo la escena del afroamericano George Floyd en Estados Unidos y se me viene encima la noticia espantosa del asesinato de Franco Velázquez, el joven de 25 años al que vecinos de la zona sudoeste de esta ciudad lincharon tras acusarlo de haber querido robar un auto.
Pero esto, ahora, está pasando en tiempo real. Vuelan algunos golpes al cuerpo del muchacho que cayó y está ya inmóvil y en el piso. E inmediatamente empiezan a escucharse gritos alentadores de una horda que condena: "¡Es un choro!". Se implora con saña: "Mátenlo".
Los autos que pasan delante de la escena aminoran la marcha, en la vereda de enfrente una platea se acomoda en primera fila. Empleados y empleadas de un comercio salen a ver qué pasa y piden castigo. Clasistas (nunca escuché ni vi algo así con un empresario que tiene a sus trabajadores en negro o que pasean en yate mientras cierra fuentes de trabajo o no paga impuestos y deposita su dinero en el exterior).
Dicen haberlo visto robar y saber "quién es".
Un muchacho rubio, con pulóver azul y guardas, pide calma y grita: "¡Paren!, ¿no ven que él ya perdió?".
Un joven calvo y una muchacha que trabaja enfrente de donde se concentra el episodio también tratan de serenar los ánimos. Me sumo a ellos. Somos minoría.
Nos increpan, nos insultan. "Cómo se ve que nunca te robaron", "se nota que nunca te mataron a alguien", aseguran sin saber.
"Asesina, abortera", me gritan al ver el pañuelo verde en mi mochila, los que supuestamente defienden la vida y piden escarmiento máximo para el muchacho.
"Loca", "defensores de delincuentes", "¡ojalá te pase a vos!", nos desean.
Alguien avisa que ya se llamó a la policía. Algunos sacan fotos.
En medio del tumulto una mujer se acerca con una cinta gruesa de plástico negro y dice: "¡Tomen, átenlo".
En las últimas semanas y durante la pandemia se registraron varios linchamientos en esta ciudad y la región. A fines de agosto, en la localidad de San Lorenzo, al norte de Rosario, un joven de 21 años fue golpeado y murió en la comisaría. Otro ocurrió el 20 de septiembre pasado, cuando un supuesto ladrón de un súper de Zeballos al 1600 fue golpeado salvajemente. Y el 22 de septiembre pasado otro hombre fue retenido a golpes en el barrio de Arroyito.
Quedan retumbando monstruosos, y por el resto del día: "¡Atenlo!"... "¡Mátenlo!" .