Dice el cuento que el pueblo se inundaba y el cura resistía en la iglesia. Todos evacuaban sus casas llevando consigo lo indispensable. Pero el cura no se iba.
Dice el cuento que el pueblo se inundaba y el cura resistía en la iglesia. Todos evacuaban sus casas llevando consigo lo indispensable. Pero el cura no se iba.
Cuando más de un metro de agua cubría la parroquia, lo vinieron a buscar con un bote los vecinos. "¡Vamos padre!". Él se resistía advirtiendo que aguardaba una señal divina. El agua siguió trepando y el municipio mandó a buscarlo con la lancha pública.
"¡De ninguna manera!", sostuvo, aguardando las instrucciones del Señor.
Debió subir al campanario para permanecer con vida, porque la riada seguía subiendo. El ejército lo fue a rescatar con un helicóptero… "¡No, señor!, aquí me quedaré esperando lo que Dios disponga".
Finalmente, el cura se ahogó.
Al llegar al cielo, le reclamó a Dios: … "¡Señor, me abandonas te!".
"¿Yo?" , se indignó Dios… "Si te envié primero el bote, después la lancha y finalmente el helicóptero!".
La pandemia de coronavirus que asola al planeta solo sorprendió a quien no quiso ver.
Las advertencias del universo científico y los movimientos ambientalistas fueron minimizadas y hasta ridiculizadas premeditadamente por los voceros del establishment global y hasta por bienintencionados estadistas distraídos en lo urgente.
La lógica funcional del capitalismo develó su peor faceta: no es solo una cuestión económica, sino un ciclo de autorreproducción expandida y constante, con el consumo indiscriminado como principio ético irrenunciable. Es decir un modo de vida (o de muerte).
La infinitud del universo colisionó con la finitud de los recursos naturales.
El sistema mundo rompió el inestable equilibrio entre naturaleza y sociedad, a partir de la acción humana.
En el último número de la "Revista Soberanía Sanitaria" (mayo 2020), Mario Róvere nos explica cómo actúa el modelo económico-social vigente sobre los ecosistemas, justificando la mutación viral.
Cuando los procesos de urbanización y extracción avanzan sobre nichos "vírgenes", sin considerar los mínimos recaudos, de manera atroz se verifican transformaciones como respuesta adaptativa que casi nunca favorecen a la especie humana.
En este sentido, las teorías conspiranoicas (virus de diseño con fines bélicos) son casi linealmente funcionales al intento de velar una realidad incontrastable: la incompatibilidad entre la vida humana y un modelo de producción/consumo autofagocitario.
La pandemia, entonces, nos interpela como destino.
La vacuna (¡cautela con las expectativas!), en el mejor de los casos constituirá una respuesta inmediata (y siempre desigual) a la crisis sanitaria emergente, no al verdadero desafío de la salud como derecho.
Por Nicolás Maggi
Por Leo Graciarena
Por Javier Felcaro