"Esto es una operación de los Estados Unidos. El propio juez Claudio Bonadío tiene una terminal de computadora conectada con la embajada. Lo que quieren hacer es destruir todas las conquistas conseguidas en los gobiernos de Néstor y Cristina y prepararse para las reformas laborales que se vienen. Quieren destruir a los trabajadores. Estos arrepentidos sinvergüenzas, a los que por quedarse en libertad dicen cualquier cosa, los vamos a recordar y van a ser los Martín Lanatta y demás que denunciaron a Aníbal Fernández y todo quedó en la nada".
Es sábado a la mañana y la televisión pública, el viejo canal 7 muestra en el programa de las Madres de Plaza de Mayo el discurso del diputado nacional Rodolfo Tailhade en la plaza de Mayo del jueves pasado. A su término, la titular de la agrupación insulta en la Televisión Pública (con el resaltador disimulo de un "pip" ante el improperio) a Cambiemos, dice que con la llegada del jefe del Pentágono americano y del Fondo Monetario Internacional "Macri ya se bajó los pantalones, los calzoncillos y no le queda ni el c...". Son un poco más de las 8 de la mañana.
Me toca asistir a este programa en un bar en donde se desayuna para arrancar el fin de semana (nosotros, los de más edad) o donde se termina la noche de viernes (ellos, los jóvenes). El mozo que me trae el segundo café se queda parado al lado de mi mesa mirando hacia el televisor suspendido en una altura religiosa por un soporte del que cuelga una estampa de San Expedito, y sin mirarme pero con la tácita convicción de que lo escuche, dice: "Que devuelvan lo que se afanaron. Después que puteen. Yo los voté para otra cosa".
Ya se sabe que el inductivismo es la construcción actual del supuesto sentir ciudadano. Mi tía me dijo, mi vecina asegura y un grupo de amigos considera, construye de menor a mayor la convicción de que ese puñado de ideas son lo que piensa "la gente". Los comunicadores sociales nos enamoramos de esta técnica basada en lo que "me dicen en la calle", "es lo que la mayoría dice". La ausencia del menor rigor de esas formas no necesita de demostración. Sin embargo, la valoración del mozo del devenir del "caso de los cuadernos" expresó mucho sobre la reacción de los involucrados.
La pata política denunciada en este juicio fue cambiando según las etapas. Desde "los cuadernos no están y son fotocopias", mutaron al "hay que ver qué dicen", después de haber sido reconocidos por el autor y ratificados por los allí mencionados. El inexplicable denuesto clasista de "están demasiados bien escritos para ser un remisero", quedará en el anal de la negación o el odio ganándole al sentido común y al de la ubicación. Luego vino el "son todos perejiles amigos del poder los que hablan". Claudio Uberti, funcionario kirchnerista y José López, viceministro de Infraestructura terminaron con el argumento. Ahora, Tailhade es el ejemplo, es la etapa del delirio. La embajada americana, el Pentágono, la sinarquía internacional y lo que se pueda imaginar.
El kirchnerismo cruje. Hacia afuera, porque las pruebas recolectadas en el proceso son tan unánimes como para que el mozo sabatino, fiel representante de los que apoyaron con convicción casi religiosa a ese proceso, reaccione de la forma relatada. Pero también cruje para adentro. La única muestra de unidad de la agrupación nacional y popular es que nadie pone las manos en el fuego para defender a los que organizaron, con deliberación y alevosía, este sistema de rapiña de los dineros públicos basado en construir empresas de amigos favorecidas por la arbitrariedad del poder y el incalculable flujo de dinero que fue a parar, principalmente, a bolsillos personales de políticos presos ya o por venir. Y no al revés. No presos políticos. Políticos presos.
Un ex funcionario de la doctora Fernández, con mucho pero mucho poder, le reclamaba a este cronista que no se ponga énfasis en la crisis económica que se vive, con inflación desbocada, caída del consumo y la producción y peligro laboral. Al finalizar la conversación puso: "aunque lo que se cuente en los cuadernos tenga realidad". A confesión de parte, relevo de defensa.
Hay que decir que tiene razón quien dice que el gobierno quiere aprovecharse de este escándalo que exhibe con pelos y señales la codicia de un régimen que se dijo popular con la torpeza malsana de no tener límites ni para exhibir lo robado. A los que gusten de las encuestas, el último trabajo de la consultora Management & Fit, insospechado de ser hostil con Cambiemos, dice que el 50 por ciento de la población tiene como preocupación central la economía. Luego, la inseguridad y por fin la corrupción, ligada al deseo de que devuelvan lo que se llevaron. Otra vez, nuestro mozo.
Si la administración Macri cree que podrá nublar la vista de las mayorías golpeadas con la recesión y el ajuste, adolece de ceguera propia de la soberbia. Está en la Argentina la delegación del FMI que viene a monitorear lo que sucede. En una charla en un restaurante de la Recova porteña, uno de esos técnicos se sinceró ante dos economistas que lo invitaron con champagne de la bodega de una famosa viuda: "Lo que proponemos es simple: devaluación y ajuste para acomodar el déficit fiscal". Y, por las dudas dicho para los que gobiernan, eso ya se siente y excede la pueril dialéctica meteorológica de tormentas de frente.
Hay dos vértices más que derivan del Lava Jato argentino. La "Patria contratista" denunciada desde la dictadura de 1976 ha quedado desnuda. Allí están. La política parió este régimen de saqueo. Pero necesitaba de la mano de obra empresarial. En algunos casos, se inventaron empresas a través de cajeros de banco devenidos en constructores multimillonarios. Pero otros ya estaban. Fue impactante (quizá algunos medios "omitieron" darle ese adjetivo) la confesión del titular de la mayor empresa argentina reconociendo que el sistema funcionaba a base de coima y que ellos mismos pagaron para "salvar" su empresa en Venezuela. Hay que repasar lo que dijo Paolo Rocca en la asamblea de empresarios AEA. Y también los otros, incluso los que salpican o mojan directamente al consorcio liderado por la familia presidencial. Si los políticos deben devolver lo tomado ilegítimamente, ¿los empresarios no?
La justicia, por fin, debería saber que su actuación no se hace sin beneficio de inventario. En 10 días, la Cámara de Apelaciones deberá decidir si la causa Centeno está bien atribuida al juez Claudio Bonadio o hubo forum shoping.Nadie se anima a pensar en un tribunal superior anulando lo que se consiguió hasta ahora. Ni los que recuerdan que por muchos años, los mismos jueces y fiscales miraron para otro lado cuando se denunciaba lo mismo.
Al que crea que los cuadernos del remisero no lo afecta, se equivoca. Toca a los que robaron bajo la bandera de la revolución, a los empresarios que dicen que no tuvieron más remedio que aceitar el mecanismo con sus coimas y a la J usticia que debe actuar buscando la verdad, incluso la suya. Y a todos: porque el mozo de sábado a la mañana, somos nosotros.