En Santa Fe se desarrolló una política educativa pionera en inclusión socioeducativa, que revirtió la deserción escolar en 8 años, pero el gobierno de Perotti la desarmó. Ahora en Nación dicen que quieren implementar una estrategia similar para recuperar a los estudiantes que dejaron la escuela durante la pandemia.
Desde que comenzó la crisis de la pandemia, las discusiones sobre la famosa continuidad pedagógica fueron la constante: presencialidad sí o no, acceso dispar a la conectividad, escuelas sostenidas por el esfuerzo de docentes, estudiantes y las familias -de ambos- y un Estado al que no solo no le sobraron ideas sino que desoyó propuestas que acercaron diversos sectores y dejó caer las que habían logrado revertir el profundo problema del abandono escolar.
Esta semana, al tomar las riendas del Ministerio de Educación nacional, Jaime Perczyk destacó que en su gestión combatirá la deserción escolar a través de un programa que busque a cada chico y a cada chica y los reincorpore en el sistema educativo. Quienes durante ocho años realizamos esa experiencia en Santa Fe, construyendo una política pionera, tenemos, en tal sentido, mucho por decir y mostrar.
El problema del abandono escolar es muy anterior a la pandemia, aunque esta crisis inédita lo haya recrudecido. En mi rol de ministra de Educación de Santa Fe durante las gestiones progresistas encabezadas por Bonfatti y Lifschitz, elaboramos -en conjunto con un equipo político y técnico especializado de Educación, y también de áreas de Gobierno como Desarrollo Social, Salud, Deportes, Cultura, Hábitat, Infraestructura— un programa para lograr que cada chica y cada chico que habían abandonado la escuela, volvieran a ella. Lo llamamos “Vuelvo a Estudiar”, y seguramente quienes estén por aquí leyendo conozcan a alguien que ha retomado sus estudios a través de esta política sostenida. Sus condición de política integral e innovadora, y los resultados, fueron motivo del premio latinoamericano a la inclusión socioeducativa (por REDUCA).
Desde 2013 (el año en el que dimos inicio al programa) a 2019, la matricula creció en un 24,11%. La tasa de promoción escolar se incrementó 8,4%. El índice de abandono escolar se redujo a la mitad, pasando 12% a 6%. Durante la gestión del plan, la tasa de escolarización provincial llegó al 85%. Un total de 25 mil jóvenes volvieron a las aulas de la secundaria. Esta política incluso tuvo repercusiones en la educación superior, evidenciando que la posibilidad de acceso y de finalización de los estudios secundarios contribuyó a que muchas y muchos estudiantes pudieran acceder a la universidad.
El “Vuelvo a Estudiar” se gestó, en Santa Fe hace casi 10 años, desde la premisa que hoy enuncia como nueva iniciativa el flamante ministro de educación nacional. “Ir casa por casa”, contactar directamente a cada joven para que vuelva a la escuela. Es casa por casa, sí, pero también situación por situación. No alcanza con agentes públicos dispuestos a trabajar para que los y las jóvenes vuelvan a la escuela: se precisa de equipos interdisciplinarios formados y en el territorio, articulando con las organizaciones -clubes, vecinales, centros de salud- que tienden puentes hacia las escuelas, tutores cercanos y accesibles que acompañen cada situación, y una escuela con posibilidades de acompañar trayectorias educativas particulares. En tal sentido, la formación de equipos educativos interdisciplinares, el trabajo sobre las infraestructuras, la adecuación de normativa y la relación directa con las escuelas resulta imperioso para un plan de esta naturaleza, en el que cada estudiante es una prioridad, en serio.
Sin dudas, es un buen augurio que la gestión de Perczyk contemple la necesidad de trabajar en la reinserción de las y los jóvenes a la escuela, aunque por ahora esté anclado solamente en el plano discursivo. Hay que esperar a que se ponga en marcha, porque no es la primera vez que con bombos y platillos se anuncian acciones prometedoras. Hasta el último ministro, Nicolás Trotta, llegó a la gestión enarbolando esa idea. Y humildemente, hay que advertir dos cuestiones. La primera, además de la intención se necesita un plan estratégico y una gran voluntad política, esfuerzo e inversión: hacerlo seriamente. Dos: en Santa Fe había que seguir un camino de casi una década, que ya había demostrado resultados concretos. En cambio, en estos dos años fue minado por la pandemia y la ausencia de gestión educativa.
Habrá que empezar de mucho más atrás esta vez. Bien lo vale la recuperación del derecho postergado a la educación de nuestros y nuestras jóvenes, pero más aún si además implicara un aprendizaje clave: continuar las políticas valiosas para la ciudadanía, aún cuando la idea no sea propia.