Valeria Bazano era una piba, una niña —seguramente también una adolescente— cuando su papá la llevaba en auto a sus clases de natación. Se acuerda de la radio encendida en el camino y una música de fondo que no puede distinguir. Y se acuerda, con detalle, de una sensación: mirar por la ventana y que cada imagen sea parte de una suerte de videoclip. Ella no sabía todavía que las imágenes en movimiento iban a ser su vida, no solamente una parte placentera o de curiosidad, sino mucho más: la pasión, el trabajo, el vínculo con su pareja, las emociones. Sobre todo eso. "Las imágenes me emocionan mucho", admite, y advierte a la vez que suele conmoverse hasta las lágrimas, algo que va a pasar más de una vez entre mates, galletitas y un recorrido por su carrera durante esta entrevista.
"La definición encasilla y lo que yo hago es como que no tiene límites, no tengo límites. Yo hago tele". Valeria tiene 46 años y desarrolla esa infinidad de posibilidades de hacer en su estudio Compass TV. La mujer explica que hacer tele es hacer cámaras, editar, producir; diseñar armar y desarmar escenografías; hacer animaciones, servir el café, limpiar el piso". Hace una pausa, toma aire, se ríe: "No ilumino porque me da miedo subirme a la escalera".
Valeria "hace tele" en catorce programas por semana (cumpliendo diversos roles en cada uno). Muchos salen grabados, otros tantos en vivo. Como la lista es larga mencionamos solo algunos de ellos: Fútbol sin trampa; Madrugada Imperfecta; Plan A; Bótelos. Además, fue artífice tras las cámaras de un montón de éxitos de la televisión local.
Es una de las pocas mujeres en Rosario que lleva adelante esa tarea de incontables responsabilidades. "Yo le digo a la gente que la acompaño en su ilusión", explica. "Vienen personas con ideas recopadas pero no tienen las herramientas técnicas o de comunicación. Lo que yo hago, entonces, es darle forma a las ideas que traen. Y está rebueno, porque es un trabajo muy creativo".
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Foto: Leonardo Vincenti / La Capital
El trabajo de Valeria trata de construir relatos y realidades. El contexto no es menor: la "hacedora de tele" se pasa las horas del día creando contenidos visuales para un afuera hecho a puro estímulo de imágenes. "Vivimos contaminados de imágenes. Pero hay que pensar que cada una te cuenta algo nuevo. Generarla, y también su contenido, es el trabajo que hacemos en esta previa de producción".
Está sentada en una habitación de su estudio de televisión. El lugar es cómodo, acogedor, a pesar de estar abarrotado de papeles, cds, cajas. Se distinguen de fondo dos posters que remiten a festivales de cine. Ella habla y ceba mates. Es también una mujer que conoce un secreto: qué pasa detrás de cámara, tanto en función de sus trabajos como del trabajo del resto de sus colegas. "Mirar una película es todo un tema. Si me preguntás el contenido o el guión no tengo idea porque estuve mirando los efectos, las tomas, dónde estaban las cámaras, la iluminación. Me pierdo más en esa parte técnica que en el relato".
"Este trabajo me dio la incapacidad de sorprenderme. Pero más allá de que yo pueda saber lo que viene, me sigo emocionando. Me traspasa. La imagen me pega muchísimo", admite.
Las imágenes — esas que la tientan y la emocionan— le llegan, la traspasan. "Me noquean". Para Valeria la clave está en que las realidades son tantas como personas. Y no hay, para ella, como el hecho de descubrir la realidad y sensaciones del otro.
Lo cierto es que todos los días, en distintos canales, da su propia forma de ver y entender el mundo. En ese punto, Bazano solamente puede suspirar y ponerse seria. "Tenes que tener una ética terrible, porque podés manipular todo", remaca. "Una expresa sus valores a través del laburo que hace. Por eso sostengo: no hay que creer en todo lo que ves o escuchás, sino siempre buscar alternativas. No hay que olvidarse que hay tantas verdades como personas".
Sigue: mate, anécdotas, programas. Siempre tiene una experiencia para ejemplificar lo que dice. Se define como una perseguidora de sus intuiciones y eso mismo es lo que la llevó a estar donde está. Cuando se inscribió en sus primeros cursos de televisión y video era alumna de la facultad de Farmacia y Bioquímica y del taller de dibujo de Juan Grela. Se anotó para estudiar televisión siguiendo esa curiosidad que siempre tuvo por las imágenes. "¡Me fascinó! Me enamoré de la tele y de quien es hoy mi pareja, José Pizzichillo (director televisivo). Y me quedé para siempre".
Su recorrido laboral no es ditinto al de otros, en otros rubros: un avance natural a puro trabajo. Fue haciendo cosas, asociándose, teniendo pequeños estudios en departamentos, distintos proyectos, hasta llegar a donde está ahora. Si tiene que elegir sensaciones se queda con el disfrute de ella y del otro. "Que la gente se vaya feliz, cómoda, que se luzca", remarca.
Porque sacar lo mejor de cada uno es también producto de la creación de imágenes y contenidos, una forma de valorar cada trabajo y cada producción que se realiza en la ciudad. "La tele es muy exigente y está totalmente subvalorada y estigmatizada. Es recool decir yo no miro tele o agarrar un libro en vez de mirar un programa, pero lo cierto es que la tele es un reflejo de lo que somos y no le podemos pedir más. Hay cosas buenísimas y cosas malísimas; productos que me encanta hacer y productos que no; cosas con las que acuerdo y cosas con las que no. Pero ese es el abanico de la vida real y la televisión es un espejo de ese abanico".