Este es el primer relato que aparece en el flamante libro de Jorgelina Albano: Los zapatos rojos son de puta, un texto que invita a cuestionar las creencias profundas, muy arraigadas en nuestra sociedad, de lo que significa ser mujer y ser varón. Esas convicciones fundadas y sostenidas por el patriarcado, ese modo de organización social —hoy, en la Argentina puesto en cuestión como nunca— que tiene al hombre como máxima autoridad, jefe de familia, dueño del patrimonio, y cuya opinión, voluntad y deseo son considerados más importantes que los de las mujeres. El jueves, a las 19, en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Rosario se hará la presentación.
El libro aparece en un contexto de enormes cambios impulsados por el feminismo, pero la condena a la libertad de las mujeres, en todas sus expresiones, sigue vigente. La violencia de género no se detiene, hasta recrudece y se reinventa. El goce femenino se objeta o rechaza. Ellos ganan más que ellas por los mismos trabajos. A las mujeres todavía las echan de sus puestos laborales cuando tienen planes de quedar embarazadas, cuando están criando hijos pequeños o cuando intentan hacer valer sus opiniones. Albano lo vivió en carne propia: "Hace 15 años me había separado de mi primer marido. Mi hija era una beba. En la empresa internacional en la que trabajaba estaba full time; de hecho, me iba mejor que a muchos de mis compañeros varones, sin embargo, en un momento me dijeron que estaban en una reestructuración y que iban a prescindir de mí. ¡Era de las profesionales que más habían crecido!...pero era mujer. Fue muy injusto, me hizo mucho ruido, pero no me parecía un problema global, creí más bien que era algo personal, que en el fondo había hecho algo mal. Porque eso es lo que pasa: cuando te descartan o maltratan por ser mujer una no lo registra a conciencia, y siente culpa, piensa que quizá podría haberlo hecho mejor, que no estuvo a la altura (de los varones). Además de que te quedás sin laburo te pega muy mal en la autoestima".
Jorgelina Albano nació en Arias, un pueblo de la provincia de Córdoba, hace 49 años. Hija de un matrimonio compuesto por un padre empresario y una mamá docente que enseñaba canto, tiene una hermana apenas mayor. Creció entre calles de tierra, empapada de naturaleza. Creció también en un contexto opresivo propio de las poblaciones más pequeñas del interior donde los chicos podían jugar a la pelota, embarrarse, treparse a los árboles, y las chicas debían respetar ciertas formas, controlarse, evitar gritos y expresiones desmesuradas, guardarse, callarse. "Me encantaban los juegos de los varones, esa libertad, la relación que tenían con el cuerpo... a mis padres los volví locos pidiéndoles un karting y una Scalextric, una pelota". Después de mucho batallar consiguió la redonda y el karting. "Supongo que me los compraron por mi insistencia, no porque estuvieran convencidos de hacerlo".
Albano, que en su vida adulta hizo un recorrido extenso (e intenso) por empresas del país y del exterior, que es especialista en marketing, emprendedora galardonada, especialista en cultura organizacional, consultora y capacitadora, tuvo que remar y remar para alcanzar lo que quería en muchos aspectos de su vida. "Aunque mi padre siempre nos alentó a estudiar, a formarnos intelectualmente, era un gran machista. Tenía eso de fomentar en nosotras el trabajo independiente pero al mismo tiempo, en todo lo referido a la vida familiar, de relaciones, a lo sexual era de la época de las cavernas", expresa. "Yo me rebelaba a todas las imposiciones, como podía. Sí, era la oveja negra", recuerda.
Algo más llamaba poderosamente la atención de aquella niña que tenía muchos amigos varones, que se sentía cómoda con las posibilidades de los chicos e incómoda en el corset impuesto a las señoritas: sus tías, dos mujeres a las que define como inteligentes y en las que detectaba cierto brillo y ganas de vivir, jamás habían salido del pueblo, no se movían ni para ir a comer afuera. Pero claro, no se habían casado, entonces, el destino también estaba definido para ellas por la cultura machista dominante: debían permanecer encerradas, para siempre. "No lo podía comprender. No tenían un esposo, ok, pero ¿eso les impedía salir, viajar, tener amigos, hacer cosas que desearan? Me daba mucha impresión su situación, ahí empecé a pensar que algo estaba muy pero muy mal, y quise, desde entonces, aún de manera inconsciente, romper con ese molde".
Alabadas
Su primera experiencia directa con la temática de género fue un blog, Conciencia de mujer, y luego, un libro casi autobiográfico, La mujer de la hamaca, que tuvo buenas repercusiones y se vendió muchísimo. Pero faltaba dar un paso. Eso sentía Jorgelina Albano. "Mi interés, mi mirada de género siempre estuvo presente en mi historia, aunque de un modo más emocional. Siempre detesté los estereotipos, eso de que había mujeres bien, para casarse y tener hijos y después estaban las otras, las putas, algo que en un pueblo chico era más notorio. Entonces aparecieron el blog y el primer texto literario que hice público, y después Alabadas.com, un espacio al que defino como un acelerador cultural sobre equidad de género", comenta.
En 2018, ese trabajo fue galardonado con el premio Obrar de Plata que otorga el Consejo Publicitario Argentino. Albano entrevistó a más de 60 personas, entre ellas a la filósofa feminista Diana Maffía, a la actriz Dolores Fonzi, a la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada, a la profesora Wu Qing— referente de la defensa de los derechos de las mujeres— a la ex presidenta de Chile Michelle Bachelet.
"Me propuse una escucha profunda, porque no estamos acostumbrados a hacerlo. Les presté mucha atención, a ellas y ellos (también hubo hombres entrevistados) sobre las creencias construidas y basadas en el patriarcado, muchas de las cuales no vemos aún", relata.
Hubo un hecho que la escritora menciona con mucho dolor y espanto. El femicidio de Claudia Schaefer, la mujer que fue asesinada por su ex esposo Fernando Farré, en Buenos Aires. Claudia murió desangrada después de que su ex pareja le diera 74 puñaladas en uno de los últimos encuentros en el contexto de su divorcio. Había abogados y familiares en el lugar. Nada lo detuvo. "La conocía, nuestras hijas tenían relación. Obviamente no fue el primer caso de femicidio que me sacudió, tenía conciencia del problema, de su gravedad, pero es cierto que cuando te pasa tan cerca abrís mucho más los ojos. Fui a las marchas de #NiUnaMenos y pensé cómo involucrarme de otro modo para ayudar a las mujeres víctimas de violencia de género".
"El violento busca sojuzgar a la mujer que tiene al lado y a todas las demás. Busca aniquilar su autoestima y su voluntad. Quieren que seamos como ellos quieren. Tener, poseer a una mujer perfecta esculpida en su cabeza es el gran objetivo, les da placer. Y nosotras, muchas veces vulnerables, aceptamos porque crecimos con la idea del amor romántico donde siempre hay un varón que nos rescata. Hoy pienso que el gran dolor de una mujer maltratada no es sólo el maltrato sino que en gran medida se profundiza cuando empieza a reconocerlo, a decírselo, a decirlo. Conozco a muchas mujeres que soportan en silencio, que se bancan el control del marido o la pareja, que se sienten mal porque ellas no trabajan afuera y el tipo «las mantiene». Que no creen que su trabajo sirva de verdad. Que le agradecen a un hombre porque está a su lado. Y esto lo veo en todos los segmentos socioeconómicos. Muchas aún niegan y hasta juzgan y señalan a los movimientos feministas porque ver es doloroso, porque ver implica tomar decisiones, animarse, perder el miedo. El miedo es el gran enemigo de las mujeres y un arma perfecta del patriarcado", enfatiza.
"Pensemos qué tipo de vida queremos tener, cómo queremos criar a nuestras hijas e hijos y no despreciemos jamás nuestros sueños"
"Soy testigo de la realidad de mujeres que no son golpeadas físicamente por su pareja pero que son víctimas de violencia económica, donde el poder machista se ejerce igual. El tipo hace valer que trae la plata. Y ellas dicen que eligen ser madres y amas de casa, pero ¿eligen? ¿Cuántas están presas de los mandatos, de las reglas, de las miradas de los otros; cuántas verdaderamente resignan trabajos, tiempo libre, ocio por decisión propia, genuina, consciente; cuántas fueron madres o quieren serlo por deseo y cuántas porque es lo que corresponde? Está lleno de mujeres con las alas cortadas, ¡lleno!", dice la autora.
"Y están los acosos y abusos sexuales, que todas hemos sufrido de un modo u otro. Yo les he soportado por supuesto, desde que era joven. Y las mujeres que son violadas por el marido y no lo denuncian porque la vergüenza y el temor las paralizan. Quiero un país donde las mujeres despierten, se despabilen, hagan valer sus derechos, recuperen la confianza en sí mismas. Que salgan las del pozo las que están en esa oscuridad, que sepan que entre todas y todos podemos generar verdaderos cambios culturales, que no es un momento cualquiera, que falta mucho, es cierto, porque todavía hasta las más jovencitas están atrapadas en las garras del patriarcado, porque hay modelos de belleza que se siguen imponiendo y que casi todas sufren en algún momento por no responder a esos estereotipos. Pero confío en una sociedad con otra cabeza, con mujeres más conectadas con ellas mismas, con sus ganas verdaderas, con el placer en todas sus formas. Ellos pueden, nosotras también", destaca.
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Albano, con la actriz Dolores Fonzi durante la grabación de uno de los documentales de Alabadas.com
Deseos y amores
"Creo que el deseo es el gran tema. El patriarcado nos aniquiló el deseo a las mujeres. Lo redujo a lo reproductivo, al lugar de objeto. El sexo sigue siendo, en general, a la manera de los varones. Y les digo que tengas la edad que tengas, hayas hecho el recorrido que hayas hecho estás a tiempo de dar ese «piletazo» que te permita salir del lugar donde no la pasás bien, donde no estás a gusto, donde no tenés ganas de estar", reflexiona.
Albano dice que espera que quienes lean Los zapatos rojos son de puta, encuentren "el verdadero mensaje que quiero dejar y que es la importancia y la posibilidad de la conexión de la mujer con el deseo propio. El deseo de toda índole. ¡Me quiero comer una torta de chocolate gigante! ¿Por qué no puedo comer lo que quiero, por qué nos cuidamos tanto, para qué, para quiénes?", dice a modo de ejemplo.
Respecto de los cambios reales que puede producir el feminismo en el país, Albano se siente gratificada por lo que ve, pero cree que los varones, en general, más que conciencia sobre el tema tienen cierto temor de quedar expuestos y algunos, sólo se cuidan un poco más. "No advierto una modificación profunda aún en los varones, que también a su modo sufren las normas del patriarcado", piensa, y agrega: "Es hora de que mostremos que podemos hacer lo mismo que ellos y ellos lo mismo que nosotras. No me parece que el camino sea establecer contra ellos una lucha feroz, eso incluso, puede debilitarnos. Pensemos nosotras en qué tipo de vida queremos tener, cómo queremos criar a nuestras hijas e hijos, si queremos o no tener hijos, y no despreciemos jamás los sueños por cumplir, ninguno de ellos. Salgamos con los zapatos rojos, sin prejuicios, sin miedos, con el orgullo de ser y sentirnos libres. Si cambiás la mirada y actuás en consecuencia, es posible".