Esa cantidad no representa a la totalidad de animales que se rescatan. Este año, sólo el Centro de Rescate, Investigación e Interpretación de Fauna La Esmeralda, ubicado en la ciudad de Santa Fe y que recibe los decomisos, recibió 725 ejemplares de aves, mamíferos y reptiles. A ellos se suman animales que son tratados por otros refugios en la provincia. Los procesos de recuperación varían entre un animal y otro, y muchos de ellos no podrán volver a su hábitat por distintos motivos: desde alas rotas hasta conductas impropias que fueron adquiriendo producto del mascotismo.
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Foto: Julio Monguillot - Parque Nacional Mburucuyá
El centro provincial no es el único que recibe animales silvestres. De hecho, estos tipos de ingresos son los más comunes en las entradas de animales al refugio MundoAparte. “Es gente que compró una mascota, que no era mascota, y se arrepiente”, explicó a La Capital Franco Peruggino, uno de los referentes del refugio. Y detalló que también llegan animales heridos en la vía pública.
A La Esmeralda, además, llegan ejemplares de otras provincias. Al respecto, el veterinario Mauro Pergazere, Director Provincial de la Delegación Centro del Ministerio de Ambiente provincial, explicó que Santa Fe tiene un convenio con el Ecoparque de Mendoza para traer animales que se decomisen allá pero que se desarrollen en otro tipo de hábitats iguales o similares al del norte santafesino. En este territorio se pueden ubicar a los monos carayá o a los loros habladores, una de las especies de aves más traficadas actualmente.
Animales más decomisados
Diversas especies de aves, carpinchos y tortugas son los animales que más decomisan los agentes provinciales. “Siempre las aves lideran el ránking”, comentó Peruggino respecto a los ingresos en MundoAparte.
Sobre ellas, Pergazere dijo: “El cardenal copete rojo es una de las principales especies traficadas. Hay muchos en forrajes y muchos usan tramperos para capturarlos. Es muy comercializado tanto a nivel nacional como internacional. También el loro hablador”.
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El concepto de las tortugas como mascotas, por su parte, se viene discutiendo desde hace un tiempo. Actualmente, a nivel mundial, la mayoría de las especies de tortugas se encuentran catalogadas como vulnerables o en peligro de extinción, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Según indicaron desde el Ministerio de Ambiente provincial, el animal más decomisado en la provincia es el cardenal copete rojo: sólo este año, se incautaron 143 ejemplares. Dentro del rubro aves, lo siguen el pepitero de collar (80) y el loro hablador (44). Apenas más abajo y pasando a los mamíferos, se encuentran la comadreja (43) y el carpincho (20).
Abordaje posingreso
Una vez ingresado el animal a La Esmeralda, los veterinarios y biólogos le realizan distintos análisis clínicos y de comportamiento. Pero, sobre todo, hay una regla inquebrantable: tomar la mayor distancia posible con el ejemplar y que no incorpore un comportamiento no deseado. Es decir, no tratarlos como mascotas para que mantengan lo máximo posible sus rasgos silvestres.
Los tiempos de recuperación varían según el diagnóstico, pero ni bien tienen el alta clínica se busca liberarlos cuanto antes, explicó Pergazere: “Hay animales que están una, dos o tres semanas, pero otros tienen procesos más largos”.
Aves, las más afectadas y las que precisan más atención
Las aves tienen rehabilitaciones características y precisan de una dedicación especial. No sólo son las que más ingresan (de los 725 ingresos este año, 600 ejemplares fueron aves) sino que muchas viven en jaulas y están domesticadas. En estos casos, la rehabilitación es minuciosa ya que hay que recomponer su dieta y deben desarrollar músculo para poder volar, un rasgo esencial que las aves pierden viviendo en jaulas.
Peruggino, por su parte, agregó que las rehabilitaciones de aves de lagunas son más exitosas que los procesos llevados adelante con las rapaces: “Les cuesta mucho más porque tienen que tener todo perfecto para liberarse. Si no tienen bien las garras, el pico y las alas no podés liberarlas porque no van encontrar comida ni van a poder cazar”.
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Foto: Anabella Carp / Sistema de Información de Biodiversidad
Agosto es el mes por excelencia para encontrar aves heridas o que necesitan ayuda. “Es un mes muy ventoso y hay que prepararse, porque es mucho más frecuente que aparezcan”, precisó el referente de MundoAparte.
En Rosario se pueden encontrar aves de rapiña (desde un taguató hasta gavilanes o caranchos) y aves de las islas (gallinetas, garzas, patos o biguás). Ante la aparición de un animal herido, hay que llamar al 911 para que la Policía Ecológica se encargue de rescatar y ubicar al ejemplar en cuestión.
A pesar de los esfuerzos, hay pájaros que están destinados a vivir en cautiverio. Son ejemplares que no se pueden liberar por tener fracturas en sus alas (por balazos de perdigones, por ejemplo) y que vivirán el resto de sus vidas bajo cuidado humano.
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El loro hablador o loro chaqueño es una de las aves más traficadas de Argentina.
Foto: Sistema de Información de Biodiversidad
Actualmente, La Esmeralda cuenta con 1200 animales. El 70% son aves y la mayoría de la cantidad total son habitantes permanentes, aunque las crías son liberadas para fortalecer la población en su hábitat natural. También hay especies exóticas, como un mono araña o jabalíes, que tampoco pueden ser liberados por ocasionarían un desequilibrio (y un perjuicio) en el ecosistema.
Las liberaciones, resaltó Pergazere, son en lugares correspondientes con los hábitats de las especies que se reintegran a la naturaleza. Para eso, se eligen áreas protegidas por normativas, donde está prohibida la cacería y lejos de centros urbanos.
Concientización
Revertir el mascotismo en una comunidad o las ventas de animales silvestres es una tarea que lleva tiempo y, sobre todo, concientización.
En este sentido, el Ministerio de Ambiente lleva adelante una iniciativa para la conservación del aguará guazú, animal que es monumento natural de la provincia y que vive amenazado por los atropellamientos en las rutas santafesinas. “Una de las principales amenazas de esta especie, después de la pérdida de hábitat, son los atropellamientos”, indicó el veterinario.
Por su parte, explicó que llevan a cabo una campaña integral sobre el loro hablador en Villa Guillermina, una localidad de 5.000 habitantes en el extremo norte santafesino. Allí, el comercio de estas aves es moneda corriente.
En vinculación con la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), desarrollan trabajos de concientización en escuelas para explicar el rol clave de la especie como dispersor de semillas que contribuye a generar bosques. El mecanismo es simple y natural: los loros comen semillas de árboles y, al defecar, esparcen las mismas, que no son degradadas por su organismo y quedan listas en el suelo para comenzar el proceso de germinación.
“Ya se nota un cambio de percepción”, aseguró Pergazere. Alumnos del taller de carpintería de una de las escuelas de la comuna armaron refugios para proteger a las aves y autoridades dispusieron tótems para resaltar el valor de la especie con la comunidad. Sólo queda una cosa por hacer: dejar a los animales que vivan libres en su hábitat natural.