Un grupo de familias organiza desde hace unos tres años un torneo de fútbol en el Potrero La Calamita, un espacio verde lindero a donde funcionó un Centro Clandestino de Detención (CCD) en la dictadura militar. A metros del predio donde reinó el horror, florecen proyectos a pulmón y con un gesto de solidaridad inusitado para ofrecer, al menos un sábado al mes, una propuesta diferente: un almuerzo y una merienda para niños y niñas de los barrios precarios que se levantan detrás de las vías del ferrocarril hacia el extremo oeste de Granadero Baigorria.
Cómo comenzó la iniciativa de Potrero La Calamita
Viviana es una de las coordinadoras del espacio y cuenta a La Capital que esta cruzada social y solidaria comenzó en pandemia, cuando las necesidades eran muchas y la realidad asfixiaba más allá del coronavirus. Entonces tomó un mechero, una garrafa y discos, y comenzó a repartir raciones desde la puerta de su casa hasta llegar a entregar trescientas los días martes y jueves.
De clase netamente trabajadora, no les sobraba nada, pero tampoco les faltaba esa fibra sensible para abrir las puertas de su casa y ayudar como sea, a partir de donaciones que les entregaban en verdulerías o restos de pollo en algunas carnicerías de la zona. Todo servía para ofrecer un plato de comida.
A ese grupo se sumaron Sebastián, Vanina, Lisandro, Marisa, mientras que Juan José, compañero de Viviana, donaba las garrafas y aportaba desde lo económico para comprar pan, salchichas y los ingredientes de las tortas que Vivi llevaba para la merienda. En tanto, Chuli, otro vecino del barrio, también recorría la ciudad para buscar donaciones.
Así, con una chocolatada de por medio, los niños y niñas —entre 150 y 200 por jornada— encontraron una excusa para hacer rodar la pelota en el campito de La Calamita y poder disfrutar de una jornada diferente.
"Empezamos con el barrio Camino Muerto, que es una zona precaria de Baigorria, y luego se sumaron Industrial, Qom y ahora Cañitas. Siempre fuimos de dar una mano porque en pandemia dimos raciones de comida que llegaron a 300, dos veces a la semana. Era todo a pulmón, aunque las autoridades ayudaban poco", señala Viviana.
Esa cruzada solidaria continuó hasta que la situación económica no dio para más. Pero tiempo después surgió la posibilidad de armar un torneo de fútbol.
Sacar a los chicos de la calle
"La idea es sacar a los chicos de la calle. Tengo la experiencia de un chico que tenía muchos problemas de conducta y nos tiraba con una gomera hasta que un día se acercó y hoy podemos decir que es un chico más amable y aprecia hasta los botines que le regalaron para jugar al fútbol", valora la mujer.
El encuentro comienza un sábado al mes, desde las 11 y se extiende hasta las 17. Mientras se juegan los partidos de fútbol, otros niños y niñas que se acercan se suman a las actividades lúdicas que proponen los organizadores.
Luego llega la hora de "los panchitos" y con el correr de la tarde, los bizcochuelos y la chocolatada llegan para darle un cierre a la jornada deportiva.
"Tuvimos la suerte de que alguien nos done juegos de camisetas y se lo entregamos a quienes ganan el torneo, que incluye a edades que van de los 5 a los 14 años, aproximadamente", comenta.
A su vez, destaca que el municipio de Granadero Baigorria ayudó con el corte del pasto, la colocación de los arcos y algunas luminarias.
Agrega que también sumaron con galletitas, mate cocido y la instalación de un puente para que puedan cruzar por una cañada que atraviesa el terreno, mientras a veces reciben donaciones de harina para las tortas o alfajores.
Respecto al espacio histórico donde funcionó el Centro Clandestino de Detención (CCD), la mujer opinó que "sería genial para que los chicos puedan comer y merendar allí, que haya un polideportivo para los chicos".