La invasión de palomas, y sobre todo los excrementos que dejan, suele ser un tema recurrente en Rosario, donde estas aves llegaron para instalarse y parecen tener algunos lugares preferidos. Uno de ellos es la peatonal Córdoba, que suele amanecer literalmente alfombrada con el guano de estas aves. Comerciantes, empleados y vecinos se quejan, el tema está en boca de los caminantes, y quienes tienen que limpiar los desechos tienen un dolor de cabeza. Y aunque por lo general el movimiento constante de gente las tiene en permanente movimiento, cuando cae la noche, encuentran refugio en los árboles desde los que lanzan sus sobras.
La llegada de palomas a la ciudad no es un tema nuevo, lleva ya años. La principal causa, como lo publicó oportunamente La Capital, está en la degradación del medio ambiente, con la deforestación de amplias zonas de monte en la provincia, que fueron usados para cultivo, y con los incendios en las islas. Pero también porque Rosario es una ciudad rodeada de puertos y playas de camiones donde se derrama el cereal, que les da de comer, y porque la urbe también es una fuente inagotable. El Paseo del Siglo, las plazas Pringles y Montenegro y la misma peatonal se han convertido en lugares preferidos de estas aves. Algunas buscan los árboles, otras los edificios, y Rosario les proporciona todo.
La especie que más ha crecido es la torcacita, distinguible por su cola relativamente larga, las patas más cortas y un color tirando a rosado. Vive en los árboles y se siente cómoda en los entornos urbanos. La especie columba, en tanto, es notoriamente más grande y habita la ciudad desde hace mucho más tiempo. Pero no se reproduce tanto como la anterior, y suele anidar en edificios deshabitados en aquellos donde no haya tanto movimiento. La columba livia pone huevos dos veces al año; las torcacitas unas cinco veces.
Lo cierto es que todas se adaptan a la vida en las ciudades, no son tímidas, no tienen miedo de acercarse a los seres humanos, pueden volar, en días soleados, hasta 200 kilómetros en busca de alimento y viven en naturaleza unos cinco años.
En el lugar
Una de las cuadras más problemáticas de la peatonal es la que se recorre entre Corrientes y Paraguay. Ahí han crecido varios ejemplares de árboles que dan una buena sombra y cuyas copas crecieron los suficiente para cubrir buena parte del espacio aéreo del paseo. Pero también se convirtieron en refugio de palomas y otras aves. En ese sector, una cuadrilla municipal pasó el martes y realizó un trabajo de escamonda sobre un ejemplar, algo que llamó la atención y trajo no pocas quejas, ya que pelar un árbol no sería la solución más lógica. Si bien se hizo sobre un solo ejemplar, bastó para que se reprodujera en las redes sociales. En el lugar, la gente pide alguna solución.
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Una empleada baldeaba este martes la peatonal frente a una conocida tienda de juegos y juguetes didácticos. “Hoy estaba un poco más limpio, pero acá siempre es terrible. Se baldea el piso al rato está sucio de nuevo”, contó a la mañana del miércoles. “A la noche pasa el camioncito que limpia todo, pero después hay cientos de palomas que se siguen posando en los ároboles y hacen caca”, comentó. Sobre ella, el cartel del negocio, que es vertical y pegado a la pared, se veía sin embargo lleno de excremento. Después de la vereda, a la chica le tocó seguir con el letrero. “La gente se enoja a veces con las chicas del negocio, entra y se queja porque la peatonal está sucia, les pregunta por qué no la limpian la peatonal. ¡Y es que la limpiamos, pero esto igual es una invasión!, cerró, para continuar con su trabajo.
Silvina trabaja en Limpar, la concesionaria de la Municipalidad que se encarga de la limpieza de la zona. “Cuando llego a la mañana, esto ya es un asco”, narró, escobillón en mano. “La caca se mezcla con el pis, o se moja con algo, y se hace un pastiche. No se puede barrer. En esta cuadra una mujer se patinó y se cayó vez pasada”, le dijo a este diario en una recorrida. Tiene numerosas fotos que toma con su celular para que el supervisor vea el panorama con el que se encuentra a diario, porque “es imposible pasar el escobillón”.
Una cuadra más adelante, en la plaza Pringles, uno de los lugares preferidos por estas aves, un matrimonio descansa en un banco con su bebé. “No somos de aquí, no venimos a diario así que o podemos opinar mucho, pero nos sentamos en este banco porque en el de enfrente era imposible de lo manchado que estaba”. Bastó lo que dijo el hombre para entender el problema.
La gente no anda por la calle parando la oreja para escuchar lo que dicen los otros. Pero puestos a hacer el ejercicio, el comentario sobre las palomas suele escucharse en cada cuadra. “A la noche parece que se pusiera de acuerdo, en un momento empiezan a hacer caca todas juntas, es como un rocío”, se escuchó en Córdoba entre Entre Ríos y Mitre.
La imagen se repite en la peatonal entre San Martín y Maipú, donde también hay algunos árboles que han crecido lo suficiente para dejarlas anidar. Allí, las heces dejan su marca en el suelo, las paredes y los árboles, sobre todo frente a una conocida librería y una farmacia. De todos modos, la culpa no es necesariamente de los árboles, y sería riesgoso que se pensara eso. La Montenegro es una plaza seca, y sin embargo está llena de palomas, que se acumulan más atraídas por el alimento que les proporcionan los transeúntes.
Inconvenientes
Las palomas pueden traer distintos problemas, algunos más graves —aunque no son los más vistos— y otros que afectan a la vida cotidiana y a la higiene.
Entre las enfermedades zoonóticas (que se transmiten de los animales a los humanos) figuran la histoplasmosis, la crpitococosis, la salmonelosis y la psitacosis, entre otras. La histoplasmosis es una enfermedad respiratoria que se manifiesta con un severo daño pulmonar acompañado de escalofríos, fiebre, tos y dolor en el pecho. Es causada por un hongo (o moho) llamado histoplasma y se produce por la inhalación de las esporas del hongo que se encuentran a menudo en los excrementos de las palomas y de los murciélagos.
La criptococosis también se transmite por un hongo que se localiza en el excremento de las palomas, y que entra por vía respiratoria y llega a los pulmones, donde puede generar la infección o diseminarse. Los excrementos pueden ser también una vía de infección de la salmonela, una infección bacteriana que puede llegar a través de alimentos contaminados. Y la psitacosis es una enfermedad habitualmente transmitida por loros, pericos y papagayos, aunque también las palomas pueden estar infectadas y convertirse en transmisoras. Provocan cuadros similares a la neumonía y a la gripe e incluso dolencias digestivas.
Autos
Pero el problema no es solamente sanitario. Y esto lo saben bien los talleres de chapa y pintura de la ciudad. La materia fecal de las palomas —pueden producir 12 kilos por año— está entre los grandes enemigos de la carrocería de los autos, y puede afectar la pintura de forma permanente. Contiene ácidos, entre ellos úrico, fosfórico y nítrico, lo que la hace altamente corrosiva. Y si permanece en la pintura durante varios días puede quedar impresa de forma permanente.
También afecta a los materiales de construcción. Las heces, al mezclarse con la lluvia, el aire y varios contaminantes ambientales, empieza a deteriorarlos, ya que favorecen el crecimiento de microflora que produce ácidos y otros metabólicos que deterioran los materiales. Como consecuencia de esta actividad metabólica, comienza a haber efectos indeseables desde el punto de vista estético, ocasionando una desintegración progresiva de los materiales, que con el tiempo afecta la integridad de los revestimientos.
Hace unos dos años, Control de Vectores de la Municipalidad comenzó a proporcionarles anticonceptivos para evitar la reproducción masiva. Los anticonceptivos son orales y se proporcionan en forma de granos. Pero la solución no es inmediata. También se uda un líquido orgánico en base a ajo, que no las lastima pero las ahuyenta. Este producto se puede encontrar en veterinarias o lugares de venta de productos para mascotas.