Hace seis años, en la cuadra de Santa Fe al 1300, vereda par y bajo techo, había una casa semi abandonada con una pared vacía. "Llamamos, pedimos permiso y con una artista callejera de Tucumán, Constanza Orden, hicimos un mural que firmamos y se mantuvo intacto hasta este año", dice el muralista Jorge Molina, con más de cien murales en la ciudad. El artista asegura que en esa dirección hubo primero un comercio de juegos y hace unos meses se instaló una empresa que tapó su mural con pintura gris y el nombre del local con letras de telgopor.
"No se infringió ninguna normativa, pero debería existir una ordenanza que proteja nuestro trabajo cuando es socialmente significativo y artísticamente importante para un colectivo de la ciudad", reclamó. De hecho Molina tiene preparado hace meses un proyecto, que ya conversó con dos concejales justicialistas (Norma Lòpez y Roberto Sukerman), que prometieron tenerlo en cuenta.
En el borrador se llama a la propuesta "Programa de puesta en valor y protección de murales urbanos populares" y se propone un "dispositivo de participación pública por el cual, a pedido de los vecinos y artistas, la Municipalidad (o el Concejo) cree diversos mecanismos que apunten a poner en valor y proteger las obras de arte mural callejeras, no publicitarias ni comerciales, que se van pintando en la ciudad".
Para eso se pide que el muralista, la muralista o un grupo de vecinos interesados presenten el mural que se quiere incluir en el programa, que debe reunir ciertas condiciones como: ser votado (por vecinos o personas en general), se brinden argumentos (fundamentación del porqué o carta de motivación donde serán priorizados aquellos que respondan a búsquedas artísticas personales o grupales de contenido popular relacionados con la defensa de los derechos humanos, restitución y ampliación de derechos, contra la violencia de género), se detallen datos concretos (técnica, materiales y medidas) y se agreguen fotos y videos.
También señala el programa que debe ser el Concejo (o una comisión ad-hoc) quien decida si acepta la propuesta en base a la valoración de la presentación y el cumplimiento de los requisitos, se señalice el mural (poner algún tipo de señalización en la vereda o en la pared misma), se contacte al dueño de la propiedad para recomendar su conservación, se lo incluya en los sitios web de la ciudad, en un corredor de murales urbanos populares y en el programa de geolocalización de murales, APP, y otros dispositivos que pudieran estar en evaluación. Y finalmente se los sume a las actividades que involucren recorridas turísticas, juegos callejeros, sitios culturales relevantes, fiestas populares de vecinales y escuelas o distritos y se promueva la restauración periódica hasta 5 años de realizado el mural.
Para Molina, este proyecto es importante porque considera que "los murales son verdaderos tesoros de la ciudad y se vandalizan menos de lo que la gente cree".
Dijo que el último que le pintaron, estaba frente a Humanidades. "Dejaron la frase 'Milei 2023' encima. Y luego me llamó la mujer del kiosco que se abrió allí, para pedirme disculpas y advertirme que necesitaba poner el cartel de su negocio. Y lo entendí. Es así de sencillo, allí alguien valoró el trabajo. Entonces digo, se puede hacer una ordenanza y pedir que los murales se preserven y hasta favorezcan de algún modo al comerciante", señaló el muralista.