En Rosario, en los mismos ocho años, se incrementó un 142% la cantidad de personas mayores de 65 años que contrajeron matrimonio o celebraron una unión convivencial. En la ciudad de Santa Fe el aumento fue del 80 %, tanto en matrimonios como uniones convivenciales.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
La nueva longevidad
Para María Isolina Dabove, la clave de este aumento en el número de matrimonios de personas mayores hay que buscarla en lo que se denomina una nueva longevidad.
"Las nueva vejez abarca muchos más años que los que se vivían anteriormente, en la época de nuestros abuelos. Actualmente, considerando que comienza hacia los 60 o 65 años, estadísticamente la expectativa de vida es de 20 o 30 años más. Es una etapa larguísima, la etapa de la vida humana más extensa de todas las que transitamos en el curso de nuestra vida", explica la abogada, investigadora del Conicet y directora del Centro de Investigaciones en Derecho de la Vejez de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
En ese escenarios de múltiples cambios, algunos muy profundos, a nivel vincular, económico, jurídicos y políticos, dice, "muchas personas que hasta los 60 o 65 años vivían cómodamente instalados en una relación de pareja no formalizada, empiezan a pensar en su porvenir inmediato, toman conciencia y de alguna manera deciden poner en regla, darle un formato jurídico a ese vínculo sexo afectivo a través del matrimonio".
Desde el punto de vista jurídico, el matrimonio "es una herramienta que sirve para establecer formalmente un vinculo entre dos personas y tiene efectos extra patrimoniales y patrimoniales", explica. Por ejemplo, la habilitación para dar un consentimiento informado de uno de los dos en materia de salud, en relación a la voluntad de acceder, o no, a ciertos tratamientos médicos; o cuestiones relacionadas con los bienes o la herencia.
Dabove sostiene que hay un cambio de la mirada sobre el matrimonio. "De hecho, las personas jóvenes ya no se casan. Tienen más conciencia del carácter complejo, dinámico y frágil del amor de pareja y de la complejidad que tiene sostener un vínculo sexo afectivo con otro. Quizás las mismas personas mayores que ahora se casan, en la juventud pensaban lo mismo, pero con el paso del tiempo, la experiencia de vida y los avatares de tu propio cuerpo, uno toma conciencia clara de la finitud de la vida y quiere dejar las cosas en orden, con sus afectos, con su pareja, con sus hijos o con otros vínculos sociales. Y quizás el matrimonio surja como una vía para canalizar esos deseos", señala.
Ella misma, cuenta, se casó hace dos años y medio. Tenía 55 años, uno más que su pareja, con quien decidieron "poner en orden" un vínculo que ya cumplió una década. "Fue un momento muy feliz. Hicimos fiesta y todo", asegura y comparte las fotos: ella de blanco, él con azahares en la solapa. Ambos, muy sonrientes.
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Un derecho postergado
El 15 de julio de 2010, en Argentina se sancionó la Ley de Matrimonio Igualitario. El país fue el primero de América Latina en reconocer ese derecho para el colectivo LGBTIQ+. Desde entonces, cada año representan un mayor porcentaje sobre el total de uniones asentadas en los registros civiles del país y, en muchos casos, los contrayentes son personas mayores que se acercan a regularizar su relación de muchos años.
Sin ir más lejos, la primera boda entre mujeres que se celebró en Rosario fue el 6 de agosto de ese mismo año. Cuando llegaron a las oficinas del Registro Civil del Distrito Sudeste, Ana Romero, tenía 49 años, y Nélida Ruiz, 46. Las mujeres convivían hace 14 años, y según comentaron en su momento, habían soñado casarse muchas veces, pero recién ahora la ley se los permitía y las circunstancias de la pareja lo hacían más urgente: Ana estaba enferma y necesitaba poner "las cosas en orden".
Guillermo Lovagnini, historiador, activista y fundador del Grupo de Adultos Mayores LGTBI Rosario, destaca que fueron muchas las personas de la comunidad que pudieron acceder al matrimonio de grandes. Uno de los casos que se hizo más publico fue el de Marilina Ross. La cantante, de 70 años, formalizó su relación con Patricia Rincci en julio de 2013. Llevaban 8 años juntas.
"Hay casos, pero tampoco se pueda decir que tras la sanción de la ley haya habido un acudir masivo de las personas LGTBI al Registro Civil ", contrasta Lovagnini y aclara que más bien la soledad es una de las características de las vejeces de personas lesbianas, gays o trans. "Será que tuvimos una vida muy individual, obligados a sobrevivir solos", explica.
Por eso, desde el Grupo de Adultos Mayores LGTBI Rosario empezaron a impulsar una serie de actividades en conjunto con la Secretaría de Igualdad, Género y Derechos Humanos del municipio están organizando actividades sociales para reunir a la comunidad, como el bingo que realizan en la Casa LGTBI, de Córdoba al 3.600.
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Antídoto a la soledad
Mauricio Cervigni _psicólogo, investigador del Conicet y director del Centro de Investigaciones en Neurociencias de la facultad de Psicología de la UNR y profesor de la Universidad para Adultos Mayores_ también empieza hablando de la soledad para analizar el crecimiento de casamientos y uniones civiles entre personas que pasaron los 65.
"Si bien nuestra vida está cruzada por muchos estímulos externos, hay también un sentimiento existencial de soledad muy grande. Esas decisiones de consolidar relaciones estables en esa edad, más que nada van por el lado de contrarrestar un poco ese sentimiento", dice y aclara que eso no implica que todas las personas mayores estén solas, "sino que aun inmersos en contextos de mucha gente, las personas pueden sentirse solas".
Por ejemplo, señala la dificultad de algunos adultos mayores para insertarse en un mundo mediado por la tecnología. "La sociedad no ha pensado que una parte importante de la población, que no son nativos digitales, queda excluida de todo eso u el sentimiento de frustración que conlleva, de menoscabo al intelecto no poder cumplir con un trámite o usar los canales electrónicos de un banco".
Todos esos actos cotidianos, que parecen triviales, "se sobrellevan menor si uno está acompañado por una persona que pueda escuchar esos malestares".
También, afirma, es posible que exista una mayor flexibilidad o apertura de la sociedad frente a estas uniones y adultos mayores más libres para tomar sus decisiones. "Antes quizás pesaba más la opinión de los hijos, pr las cuestiones materiales que conllevan estas uniones consideradas a destiempo. Pero, actualmente, los adultos son más autónomos, prescinden de la opinión de los hijos y tienen un grado de confianza y autonomía que no busca validar por opiniones familiares".
Y, en medio de todos estos cambios, la pandemia de coronavirus aportó lo suyo. "Nos dio una fuerte conciencia de la finitud de la vida humana y de la necesidad de vivir el presente. Por eso, quizás, revitalizamos o resignificamos los vínculos, formalizándolos a través del matrimonio o una unión civil", apunta y considera que "el sello legal consolida o aumenta el compromiso en esos vínculos".
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Foto: Archivo La Capital
Después de la pandemia
De acuerdo a estadísticas municipales, desde 2010, cada año se celebran unos 3 mil casamientos en las oficinas del Registro Civil en Rosario. La excepción fue el 2020, cuando la pandemia trasformó la cotidianidad. Ese año, los casamientos cayeron a 1.200 ya que el funcionamiento de las oficinas del Registro Civil fue afectado por las medidas de aislamiento.
Silvina, de 58 años, y Norberto, 73, decidieron firmar la unión convivencial en junio de 2021, ni bien se empezaron a relajar las restricciones a los encuentros. Una mañana, alrededor de las 9, salieron de su casa con destino al Registro Civil de calle Salta sin poner al tanto del asunto a mucha gente. Casi llegan tarde porque alguno de los dos no encontraba el documento. El con una campera roja, ella vestida de azul, ambos con barbijo. Igual, cuatro amigas que los esperaban en la puerta para darles una sorpresa, notaron las sonrisas.
"No se si la pandemia influyó en nuestra decisión de formalizar, por decirlo de alguna manera, la relación. Creo que la pandemia pegó en las circunstancias especialísimas y al mismo tiempo colectivas de cada uno, una cosa fue atravesarla en la infancia, otra en la etapa productiva, otra en la vejez o en personas con discapacidad o que necesitaron cuidados especiales. No me parece que la pandemia haya pegado igual en todos los segmentos que uno pueda imaginar. Lo que sí tengo, no tengo duda, es que nos pegó a todos y nos puso muy de frente con la fragilidad de la vida", reflexiona Silvina casi cuatro años después.
Entonces, continúa, "desde ese punto de vista es posible que haya incidido en la decisión de legalizar la unión que teníamos desde hacía más de 20 años. Creo que fueron dos cosas: una, darme cuenta, que éramos grandes y que teníamos una vida atrás y que nunca habíamos hecho nada muy formal con eso. Y, dos, teníamos ganas de celebrar, de juntarnos con los hijos de Norberto a tomar el desayuno, como hicimos después de pasar por el Registro Civil, porque también éramos más conscientes de nuestra precariedad".