Los diarios de esos primeros días de marzo de hace 48 años dejaron asentado la llegada del crucero a la ciudad. "Motonave Ciudad de Paraná arriba a Rosario", fue el titular de la crónica que detallaba los pormenores de la travesía. La antigua Dirección de la Flota Fluvial del Estado había dispuesto que el crucero que tradicionalmente navegaba entre Buenos Aires y Asunción del Paraguay prolongase su escala en el puerto de Rosario por cinco horas, "con la finalidad de promover el turismo en la ciudad". El buque arribó con 182 pasajeros que recorrieron el centro y la costanera.
El barco ya tenía su trayectoria en el mundo náutico. Según se detalla en el blog del Museo del Astillero Río Santiago, el buque de pasajeros fue el sexto íntegramente construido en sus talleres de Ensenada. Era un encargo de la, por entonces, Flota Fluvial del Estado Argentino y se botó el 19 de diciembre de 1959. La nave fue entregada tres años después y durante el primer verano del 62 hizo viajes diarios a Montevideo, mientras que en el invierno del 63 empezó a hacer el recorrido entre Buenos Aires, Corrientes y Asunción. Como parte de esos viajes llegó por primera vez al puerto de Rosario.
La nave tenía capacidad para albergar a 432 pasajeros, 232 en primera clase y 200 en segunda. Medía de eslora (longitud) 105,50 metros, el largo de una cuadra recostada en el agua, y de ancho 17,40. Incluyendo la sala de máquinas, el barco contaba con seis pisos y una amplia terraza. Tenia otros atributos no tan reconocibles a simple vista: fue el último barco en el cual se utilizaron remaches (porque la técnica de soldadura aún estaba en desarrollo) y varias hazañas que daban cuenta de su nobleza: por ejemplo, en 2002 fue el barco más grande que atravesó la exclusa de la represa de Yacyretá.
Para funcionar a pleno, el barco necesitaba de 91 tripulantes. Poseía cinco bodegas y podía llevar hasta seis vehículos en cubierta. Navegaba a una velocidad de 14 nudos (26 kilómetros por hora); no era un viaje apto para quienes quieren llegar antes. Pero contaba con algunos detalles que permitían disfrutar el recorrido.
"Si bien tenía sectores que se podrían considerar de lujo, en la primera clase, no era un crucero pensado para el disfrute. En esos años, la navegación era el principal modo de moverse de la gente. A mediados de los sesenta, las rutas del norte de la provincia no tenían pavimento. Y si bien por esa época existían barcos suntuosos, la mayoría italianos o ingleses, los cruceros eran un medio de traslado de personas más que de turismo", señala Carlos Vaccarezza, periodista especializado en náutica y conductor de "A toda costa", quien pudo viajar en el barco muchos años después.
Aún así, el barco contaba con salones amplios, decorados de acuerdo a la estética de los 60, un restaurante sobre la cubierta del tercer piso, con un bar en el medio, salas de cine y los camarotes de primera ofrecían baño privado.
Algo de todo ese encanto aún se adivinaba cuando el "Ciudad de Paraná" volvió a amarrar a las costas de Rosario, en los primeros años de este siglo y después de pasar por varias manos. Siguiendo el registro del museo del astillero, la última travesía importante que el crucero puedo realizar fue en 1998 un viaje hacia Montevideo, Piriápolis, Punta del Este y desde el río Uruguay hacia adentro, hasta Gualeguaychú y Fray Bentos. Para entonces, el barco ya había sido vendido a Ferrylíneas Argentinas SA y después a Línea Mágica SA, que por estos días gestionaba servicios turísticos en Bariloche.
Fue de la mano de esta empresa que, a principios de 2001, el barco volvió a ser noticia en los medios de Rosario. "Un barco con 140 camarotes se suma a la oferta turística local", decía la edición de La Capital del dos de febrero. La foto que ilustraba la nota mostraba al navío anclado en la costanera central, a la altura de los galpones del Centro de Expresiones Contemporáneas. Línea Mágica proyectaba ofrecer travesías fluviales desde la Estación Fluvial a las ciudades de Buenos Aires, Diamante (Entre Ríos) y Montevideo (Uruguay). Pero el proyecto no prosperó.
Los últimos viajes
Por esos días, mientras caminaba por la ribera del centro de la ciudad, Vaccarezza encontró al "Ciudad de Paraná". Varias veces pidió a la tripulación permiso para ingresar al barco, encontrando siempre una negativa como respuesta. Hasta el 20 de julio de 2022. Esa tarde, recuerda, iba a reunirse con sus compañeros de la secundaria para festejar el Día del Amigo, cuando al pasar por la costanera vio movimientos en el buque.
"Pedí hablar con el encargado para subirme. Me dijo que estaban por zarpar para llevar el barco a Misiones. Les insistí para que me dejaran ingresar y, de obstinado, logré que me sumaran al viaje", cuenta. No había mucho tiempo: volvió a su casa, armó un bolso con un poco de ropa, la robusta cámara M 9000 que usaba para hacer el programa y varios casetes de video. Y así empezó uno de los viajes más bellos y ajetreados de los que tiene memoria.
En principio lo que iba a ser una travesía de apenas cinco días se extendió casi dos semanas. El barco no daba la velocidad que prometía, el Paraná atravesaba una profunda bajante y la tripulación era escasa (24 personas en total, una cocinera, y sólo seis personas _incluido el jefe de máquinas_ relacionadas con el movimiento del buque; el resto eran pintores, decoradores y carpinteros que se encargaban de poner a punto el interior de la nave). Aún así, atravesando fuertes tormentas, desperfectos mecánicos, un incendio y otras escenas más cercanas a una crónica policial, lograron llegar a destino.
Para recordar la travesía, Vaccarezza dejó un sticker de su programa cerca del timón de la nave. Con el mareo del viaje intacto, nunca pensó que más de 20 años después lo volvería a encontrar.
El crucero llegó a Misiones una noche principios de agosto para realizar paseos turísticos en el área de Cataratas. En puerto Iguazú quedó amarrado hasta el 2008 funcionando como hotel y salón de fiestas. En ese lugar lo descubrió el dueño que aún lo conserva. Actualmente, fuera del agua, anclado en el predio de un camping de la ciudad de Zárate. Fiel a la historia de la nave, la llegada hasta su último destino también fue una odisea: para conducirlo se dragó un canal del río que luego se secó, por lo que el barco está varado en la margen izquierda del Paraná Miní y se lo puede ver perfectamente aguas abajo desde el primer puente Zárate-Brazo Largo.
El crucero fantasma
El año pasado varios youtubers subieron contenidos que contaban la historia del "barco fantasma", "el misterioso crucero abandonado" o "el Titanic argentino". Vaccarezza supo inmediatamente que esas historias hablaban del barco "Ciudad de Paraná". Lo había reencontrado el verano anterior, mientras hacía una travesía en kayak con destino a Zárate. Estaba en el predio de un camping ubicado en las afueras de la localidad de la provincia de Buenos Aires.
"Lo ví desde el agua a la ida y lo reconocí. De regreso nos acercamos al camping y pedimos permiso para recorrerlo", cuenta. Ahí terminó de confirmar su sospecha: La calco con el ícono de su programa de TV, que había colocado en 2002, seguía en el mismo lugar.
De las redes sociales, la historia del crucero pasó a los medios de comunicación de todo el país. El dueño de la nave, Bernardo Ditges, fundador del Club Náutico Arsenal de Zárate (el mismo donde jugaban algunos de los ocho acusados de asesinar a golpes a Fernando Báez Sosa en 2020 en Villa Gesell), renegaba de la magnitud que había tomado la historia pero continuaba sumándole anécdotas.
El camping Las Tejas no sólo estaba el "Ciudad de Paraná", sino también otro buque mellizo que Ditges había comprado en el 94 en un remate. "Era la época del 1 a 1 y yo ofrecí lo mismo que valía un Renault 12 usado. Gané porque fue la única propuesta”, recordó en una nota publicada por Infobae. Con la nave instalada en Zárate, remodeló las habitaciones, las convirtió en cabañas que mantuvo en actividad durante diez años.
Con ese envión compró después el "Ciudad de Paraná", con la idea de que el crucero formara parte de un predio que había ideado como un gran estadio de rugby. Tenía pensado utilizarlo como hospedaje para los deportistas y los espectadores. Pero la idea quedó a mitad de camino.
De a poco, y varias intrusiones mediante, la nave empezó a perder parte de su encanto: las manijas de bronce de ventanas y persianas, los ojos de buey y la timonera. Actualmente el "Ciudad de Paraná" se alquila para actividades recreativas, como escenario para partidas de airsoft (un deporte de equipo que simula combates reales utilizando réplicas de armas de fuego que disparan bolas de plástico) y como pista para competencias de ciclismo que recorren el interior de la nave.
Así, lejos del río, el Titanic argentino sigue escribiendo su historia.