"Llevo 9 meses sin poder abrazar a mi vieja. ¿Querés que te cuente lo que esto significa para mí?", dice Maximiliano Quirós y detrás del barbijo se le adivina una sonrisa mientras se acomoda el pelo, corto y prolijo, en la sala de espera del vacunatorio del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez. El efector de avenida Pellegrini al 3200 fue uno de los seis centros de salud de la ciudad que comenzaron este lunes a vacunar contra el coronavirus al personal de cuidados críticos. En grupos de a cinco, convocados cada media hora, una centena de médicos, enfermeros, camilleros, técnicos y administrativos recibieron la primera dosis de Sputnik V, la vacuna rusa autorizada por la Anmat. Por primera vez en muchos meses, en el hospital se respiraba un aire más liviano, casi festivo.
A Quirós y sus compañeros de turno, Juan Vilchez y Fernando Vázquez, todos camilleros, la llegada de la vacuna les genera expectativa. Después de largos meses de convivir con el temor al contagio, de dejar de ver a familiares y amigos, de aprender a respirar con doble barbijo y a cambiarse la ropa cada vez que trasladan un paciente; esperando su turno para vacunarse pueden permitirse imaginar abrazos.
Pero todavía hay más. "Nadie se puede imaginar la presión que significa salir a aplaudir el cortejo de un compañero que perdiste y a los pocos minutos seguir trabajando. Es muy fuerte", dice Quirós. En el hospital de Emergencias más grande de la ciudad, que mantuvo un alto nivel de ocupación durante toda la pandemia, hubo varias de esas despedidas.
Un día histórico
El vacunatorio del hospital es una gran caja de vidrio, con sala de espera de acceso restringido, que se encuentra cerca del ingreso principal. Dos pisos más arriba, en otra oficina vidriada, el director del hospital Jorge Bitar, recuerda con sus nombres y apellidos a los cuatro trabajadores que fallecieron de coronavirus: las enfermeras Miriam Soto y Marlen Monzón, el médico Alfonso Dávoli y un empleado de servicios generales Daniel Rodríguez. "Son todas pérdidas que aún permanecen como una herida abierta en la comunidad del hospital", dice el médico.
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La dirección del Heca (Jorge Bitar, Andrea Becherucci y German Camiletti) posan detrás del primer frasco de vacuna que se colocó en el hospital.
Virginia Benedetto
En el Heca trabajan 1.100 personas, de las cuales 70 se infectaron durante la pandemia. El hospital de referencia regional en materia de trauma tuvo que reconvertirse para asistir a los enfermos de Covid sin desatender a heridos en siniestros viales o de armas de fuego. En octubre, las camas de la unidad de terapia intensiva se habían duplicado y se habían sumado otras camas equipadas con respirador en el sector de guardia. El 75 por ciento estaba ocupada con pacientes Covid.
Por eso, en la dirección del hospital, el inicio de la campaña de vacunación se vivió como un día histórico. "La gente que fue a recibir la vacuna con alegría, creo que es porque se relaciona con la esperanza. Durante mucho tiempo se buscó una medicación para ayuda a los pacientes y no la encontramos, ahora tenemos algo a que aferrarnos después de estos nueve meses de incertidumbre, de angustias, de temores, de encierro que tanto nos marcaron", considera Germán Camiletti, subdirector del hospital.
Y Andrea Becherucci, subdirectora, suma otro dato. "Fueron muy pocas las negativas del personal a vacunarse. Algunos creo que van a preferir esperar a que se vacunen sus compañeros, creo que esta alegría del primer día va a ser contagiosa y se van a terminar vacunando", cuenta. En cambio, a la dirección si llegaron consultas sobre la fecha en que comenzaría el operativo para el resto del personal.
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Las vacunas se colocaron por turnos durante todo el día. Después del pinchazo, se pedía permanecer en la sala de espera media hora.
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Sin margen de error
Las 300.000 dosis de la vacuna contra el coronavirus llegaron al país en la previa de la Nochebuena. Santa Fe recibió un primer envío de 12 mil dosis el lunes pasado. Se estima que el lunes 4 de enero habrá en el territorio santafesino otras 12 mil vacunas con la idea de seguir recibiendo en forma escalonada más partidas para completar la inmunización de los grupos considerados esenciales y luego ampliarla a la población en general. El objetivo es completar la vacunación del personal de salud antes de fin de enero, cuando se estima podrían recrudecer los contagios.
Al Heca, las 300 dosis con el primer componente de la vacuna estuvieron disponibles ayer al mediodía. El personal ya había sido capacitado para cumplir con los cuidados necesarios que demanda la Sputnik V para preservar la cadena de frío.
Las heladeras que dejó el correo llegaron con un dispositivo electrónico, una especie de pen drive, que al colocarse en la PC permitía conocer el historial de temperatura de las vacunas durante el viaje y controlar que los envíos no hubieran estado a temperaturas mayores a -18 grados ni menores a -30, cualquier desvío significaría una señal de alarma.
Para mantener ese control, el área de bioingeniería del municipio diseño una aplicación para el celular que advierte mediante un mensaje de texto sobre las variaciones que puedan producirse en los freezers donde se almacenan las vacunas. Las heladeras mantienen atentos a los encargados de mantenimiento y también al personal de la policía encargado de su custodia.
Una tarea muy delicada
Elisabet Húnzingêr es la vacunadora del Heca. Se especializó en el 97, cuando se incluyó en el calendario la vacuna contra la hepatitis B, y ya participó de varios operativos diferentes. Aun con esa experiencia dice que nunca le toco repartir pinchazos con una vacuna tan difícil como la Sputnik V, ni con un público con tantas ganas.
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Elizabeth Hùnzingêr lleva más de 20 años al frente de operativos de vacunación. "Nunca vi uno al que la gente llegue con tanto entusiasmo", afirma
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"Es una vacuna súper delicada, fotosensible, termosensible. La de la fiebre amarilla es delicada, pero esta la supera", afirma mientras sostiene entre sus dedos la ampolla de cinco dosis que debe descongelar a temperatura ambiente, sin sacudirla ni agitarla. El proceso dura 7 minutos y una vez concluido debe vacunar a cinco personas en menos de media hora.
La enfermera Silvia López comparte esa mirada. "Ninguna vacuna demanda tanta delicadeza, ni el peso de responsabilidad para no desperdiciar ni media dosis", afirma. Marita Pagani se encarga de cargar los datos en el sistema del Ministerio de Salud y de confeccionar los carnés, dentro de 20 días cuando se reciban las segundas dosis será también la encargada de citar a las personas para volverlos a vacunar.
Tiempo para el recuerdo
En la sala del vacunatorio espera su turno Sandra María Funes, la jefa de guardia del Heca. Lleva un año sin vacaciones. "La vacuna nos ayuda a seguir, nos da un plus, pero no hay que tranquilizarse, porque la pandemia sigue y también las medidas de protección y de distanciamiento", advierte, casi como un reto cariñoso, al grupo de camilleros que espera con ella.
Los pasillos del Heca están llenos de recuerdos. La sala de médicos, por ejemplo, lleva el nombre de una enfermera muy querida que falleció tempranamente de un cáncer de pulmón, Elsa Flores, a quien todos llaman la Negra. Uno de los consultorios de traumatología lleva el nombre de José Pepe Ruiz, un médico grandote y porfiado que decía que no había calzado como los suecos de madera y todos conocían como el Indio. También hay una placa de los paramédicos fallecidos en el atentado a las torres gemelas de Nueva York.
No hay aún un recordatorio para los fallecidos por coronavirus. "Aún la pandemia no terminó y no hemos tenido tiempo ni para pensarlo", dice Bitar. El frasco de vidrio con las primeras cinco dosis de vacunas que se aplicaron en el hospital ya fue celosamente guardado. Quizás algún día lo exhiban en una vitrina.
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Cada envase de vacuna contiene cinco dosis que deben colocarse en menos de media hora.
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