La huella de Rafael Candia, su hijo Ángel María Rafael Candia y su nieto Rafael Carlos Candia quedó en los más de un millón de metros cuadrados que la empresa, fundada por el inmigrante calabrés, levantó en Rosario entre 1890 y 1971. Una marca que es parte de la identidad de la ciudad a través de sus edificios más emblemáticos, como La Inmobiliaria y la Bolsa de Comercio, ambas en la esquina del Córdoba y Corrientes, la sede del Jockey Club y el Palacio Minetti, y que este viernes fue reconocida por el Concejo Municipal a través de la declaración de ciudadanos ilustres post mortem, un reconocimiento que recibieron sus nietos y bisnietos en el recinto de sesiones.
“La obra de la empresa Candia, a través de las generaciones que la construyeron, describe el perfil edilicio de la ciudad y revela el ejido urbano del entramado histórico que configuró la zona central de Rosario durante casi un siglo”, expresó la concejala Susana Rueda (Rosario Progresista), impulsora del reconocimiento junto a la radical María Eugenia Schmuck, el socialista Mónica Ferrero y Verónica Irizar y edil de Creo Fabrizio Fiatti.
Un homenaje que llega casi como el corolario institucional del trabajo previo de rescate del legado y archivo Candia que llevó adelante el Museo la Ciudad durante el 2021 a través de la muestra "Ciudad Candia", donde se expusieron planos, objetos, fotografías y documentos de la empresa.
La historia de las tres generaciones la inició Rafael Candia, nacido en Aieta, Italia y llegado a Rosario en 1890, cuando la ciudad ya se configuraba como un polo de desarrollo industrial y él lo acompañó levantando obras clave: el Palacio Basualdo ya demolido, la Farmacia y Droguería del Águila (San Martín 850 y en 1954), el edificio La Inmobiliaria (esquina sudoeste de Córdoba y Corrientes), la Bolsa de Comercio y la última de sus obras, la sede del Jockey Club (Maipú 801).
Los Candia son Ciudadanos Ilustres post mortem de Rosario
La marca en el perfil de Rosario
Desde 1905 ese camino fue secundado por su hijo Ángel María Rafael Candia quien impulsó la empresa a su máximo prestigio y marcó el perfil de la ciudad, tomando parte de las obras vinculadas al crecimiento, la producción, el entretenimiento, la vivienda y la Justicia de la ciudad.
Fue él, "el abuelo" para sus descendientes, quien de acuerdo a las investigaciones de los arquitectos César Altuzarra y Nora Díaz de la Facultad de Arquitectura de la UNR, quien profesionalizó la empresa sumando al ingeniero Carlos Isella primero y más tarde, a Armando Delannoy, que sin ser arquitecto fue dibujante de los proyectos de la empresa durante tres décadas.
Son los tiempos de La Favorita en Córdoba y Sarmiento, el Palacio Minetti, el Banco Monserrat; las oficinas comerciales de la Sociedad de Electricidad de Rosario (Empresa Provincial de la Energía), el cine Heraldo sobre la peatonal San Martín y la esquina de Sarmiento y Rioja, antes Banco Popular de Rosario y actualmente sede de la Ansés.
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Ya en 1956, "Candia & Cia" diseñó y levantó una de las obras modernas más emblemáticas de la región: la Galería Rosario. En ese último tramo de consolidación, la empresa quedó en manos del arquitecto Rafael Carlos Candia, el primer profesional universitario de la familia, quien hasta el año 1971 trabajó junto a su padre.
Cuarta generación de arquitectos
Carlos Candia es la cuarta generación de constructores y el segundo en recibirse de arquitecto. Fue él quien heredó el apellido y el oficio, pero también el archivo de la empresa que en enormes cajas de fotografías y biblioratos había ordenado su padre y que él con el paso de los años donó al Museo de la Ciudad.
Fue Carlos, junto a su hermana Susana Candia y Maria Angélica Maronna Candia, quienes este viernes en el recinto de sesiones y frente nietos y bisnietos recibieron el reconocimiento dedicado a su padre, su abuelo y bisabuelo en nombre de la familia.
"Quiero a agradecer a ellos que hicieron la empresa, pero también a un montón de gente que no sabemos quiénes son, lo que realmente dejan la vida en la construcción y que nadie se acuerda de ellos", dijo frente al micrófono.
Los "tres Rafaeles", como los llamó Carlos, decían estar atravesados por la arquitectura y la construcción como un "delirio". Tanto es así que todo "se ponía en la empresa", señala Susana y recuerda que en con la idea de "no querer nada para sí" tanto su abuelo como su padre se fueron "con lo puesto". Todo lo dejaron en ese más de un millón de metros cuadrados que hoy son historia y huella en Rosario.