Los síntomas de un ataque de pánico y un problema cardíaco pueden ser similares. Esto lleva a que muchas veces se los confunda y las personas llamen a un servicio de emergencias creyendo que van a tener un infarto, cuando en realidad sufren de una crisis de ansiedad. Sin embargo ambas situaciones requieren de una atención urgente por personal de salud. Conocer mejor las señales de alarma de una y otra alteración brinda más posibilidades de llegar a un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado.
Según un relevamiento realizado por el Grupo Emerger, de 1.500 llamados a una central de emergencias médicas que reportaban síntomas de un inminente infarto, 1.200 fueron diagnosticadas con crisis de ansiedad, más conocida como ataque de pánico. Los datos fueron relevados entre enero y septiembre de 2014. El trastorno de pánico es la aparición súbita de miedo intenso, sin razón evidente para la víctima o para los demás. Generalmente aparecen de repente, y alcanzan su máxima intensidad al cabo de 15 a 30 minutos. Los síntomas más frecuentes son palpitaciones, sudoración, temblores, dificultad respiratoria y el dolor de pecho o tórax.
“Ambas situaciones al ser confusas son consideradas una urgencia/emergencia y ameritan el llamado a un servicio para una atención rápida. Personal especializado en emergencias irá al domicilio para despejar dudas acerca del malestar y detectará si hace falta una terapia intensiva por tratarse de un problema coronario, o hace falta una medicación relajante para luego consultar a un médico psiquiatra o un psicólogo y abordar la ansiedad”, dice el médico Ricardo Cointry, del área Coordinación Médica de Emerger, quien asegura que esta problemática es propia del país y el mundo.
Quien tiene un ataque de pánico padece de un trastorno de ansiedad y tiene momentos en el que los síntomas se exacerban. “Se empieza a sentir un estado de temor, aparecen palpitaciones, no se sabe controlar este estado. Luego de diez, veinte minutos, se agregan más signos propios de un ataque de pánico como sudoración, temblores, dificultad respiratoria, dolor en el tórax, nauseas, malestar abdominal. La duración del malestar es variable y el cuadro se puede repetir varias veces”, agrega.
Los síntomas que comparten el problema coronario y el pánico son el dolor de pecho y del cuerpo, angustia, sudoración. “Cuando se está ante un problema coronario la persona vivencia una gran opresión en el centro del pecho, con mucho dolor, que se puede irradiar a hombros, mandíbula, espalda. Sucede que está recibiendo menos oxígeno el corazón por la alteración coronaria. Si se interviene rápidamente se puede evitar el infarto”, aclara el especialista.
Ansiedad. El médico psiquiatra Lucas Raspall, director médico del multiespacio Anima, coincide en que los síntomas del pánico y un problema cardiovascular son muy similares. Por ejemplo dolor en el pecho, sudoración y falta de aire pueden hablar de cualquiera de los dos. Por eso considera que lo primero es ir a una guardia médica y después, si se descarta una afección cardiovascular, consultar a especialista en salud mental.
“Casi todas las consultas que recibimos son secundarias a visitas al médico clínico o al cardiólogo, quienes descartan causas orgánicas asociadas a esos síntomas y hacen la derivación. Una vez realizado el diagnóstico la persona necesitará de un psicólogo y en algunos casos puede necesitar un psicofármaco. La mayoría de las crisis de pánico están dentro de trastornos de ansiedad, pero también pueden estar relacionadas con otras alteraciones como el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)”, considera Raspall.
Quien sufre de ataques de pánico puede tenerlos entre 4 y 6 veces al día. Sin un tratamiento adecuado se torna en muy invalidante para la persona. “El momento de la crisis es la culminación de un estado de ansiedad que la persona no encuentra como detenerlo. Esta sensación va subiendo en intensidad. El paciente no puede diferenciar que se trata de ansiedad y siento miedo a sufrir un infarto, a morirse o volverse loco”, cuenta.
Para el especialista lo más alarmante de esta problemática es que no está bajando en proporción, a pesar de la existencia de tratamientos muy efectivos. Cree que esto tiene que ver con el estilo de vida y el estrés. Y propone empezar a repensar la propia vida para encontrar la manera de bajar los niveles de ansiedad y así prevenir complicaciones.
Urgencia. Cuando el llamado ingresa a la central de emergencias, el detalle del familiar o del mismo paciente sobre lo que está ocurriendo muchas veces hace que sea imposible para el operador determinar si se trata de un infarto o de una angustia severa. Esto se vincula a la necesidad que tiene el telefonista de aplicar el protocolo con la marcación en clave roja que indica la gravedad del paciente. Sin embargo, una vez en el lugar, los médicos emergencistas detectan que los síntomas que efectivamente vivencia el paciente, están asociados a una severa crisis emocional. Es decir, su vida no corre riego de muerte.
En emergentología los llamados se codifican en verdes (los banales, la gente cada vez más llama al médico por un dolor de garganta, cefalea, nauseas), amarillos (urgencias médicas: todo evento grave que debe ser asistido rápidamente, pero en el cual no hay riesgo de vida) y rojos (en ocho minutos hay que estar en el domicilio porque se trata de un evento médico grave, que debe ser asistido urgentemente porque existe riesgo de muerte).