Camila Sánchez, la nena que vivió tres años sin ver, escuchar, hablar ni sentir y cuya madre batalló por la sanción de la ley de muerte digna, murió el jueves al ser desconectada del instrumental que la mantenía con vida en el Centro Gallego de la ciudad de Buenos Aires.
En estado vegetativo desde que nació por falta de oxígeno durante el parto, a Camila los médicos le retiraron en pocos minutos el botón gástrico que la alimentaba, la sonda que la hidrataba y la traqueotomía por la cual recibía oxígeno. Así, la niña abandonó su existencia.
"Camila pasó por este mundo y dejó derechos para todos", declaró Selva Herbón, la madre de Camila, horas atrás. La ley, sancionada el 9 de mayo pasado, permite rechazar tratamientos que prolonguen artificialmente la vida de una persona.
Selva y Carlos, papá de la nena, habían presentado el pedido formal de muerte digna el lunes pasado. Quisieron que nadie fuera avisado y que el procedimiento se realizara en absoluta intimidad. Los médicos respondieron favorablemente pero pidieron un tiempo para terminar de asesorarse. Hasta que el jueves procedieron.
Camila será cremada. El domingo a las 11 se hará una misa en el santuario de la iglesia de Uribelarrea, en la localidad bonaerense de Cañuelas, y allí quedarán los restos de Camila. La familia es muy amiga del cura Juan, quien dará la misa.
Selva Herbón habrá sentido el desenlace como un alivio atendiendo a los pedidos que sostuvo durante tanto tiempo de que la "dejen ir" a su hija.
Es que la niña nació muerta por mala praxis el 27 de abril de 2009 cuando a Selva le rompieron la bolsa al parir y se desprendió el cordón que la unía a su hija.
Ese día Camila murió, pero la reanimaron durante 20 minutos hasta que su corazón volvió a latir. La nena nunca habló, vio, escuchó, caminó, sintió; Camila nunca tuvo conciencia de su existencia.
Sus padres hicieron todo durante el primer año concurriendo a centros de rehabilitación. Cuando tres comités de bioética decretaron que el estado vegetativo era irreversible, Selva y Carlos pidieron que la dejaran ir. Los médicos se negaron a desconectarla y que muera, motivo por el cual Selva tomó la determinación de hacer pública la historia. Fue el 8 de agosto de 2011: "Necesitamos una ley de muerte digna", dijo entonces.
Una semana después, el 16 de agosto, Luis Ravaioli, de la Sociedad Argentina de Etica Médica y Biológica, se basó en la Ley de Trasplantes (la número 24.193) para concluir que Camila no tiene muerte cerebral y que por lo tanto debía ser sostenida con vida.
Antes de concluir ese mismo mes de agosto, la comisión de Salud del Senado se reunió en busca de un proyecto unificado. Escucharon a Selva Herbón y a Susana Bustamante, madre de Melina González, una chica de 19 años que luchó hasta su muerte por una muerte digna.
A fines de setiembre, el 27, los legisladores de cuatro comisiones del Senado nacional analizaron los cinco proyectos presentados, en un sentido debate sobre la vida y sus límites, con la participación de psicólogos, médicos, sacerdotes y abogados.
Así llegó noviembre, cuando el proyecto fue aprobado por la Cámara de Diputados hasta que el Senado lo convirtió en ley seis meses más tarde, en mayo pasado.
En menos de un año, entonces, Selva se convirtió en símbolo de la lucha por la ley de muerte digna y logró que sea realidad en la Argentina. Anteayer se despidió de su hijita.
La carta de la mamá a Cristina
Selva Herbón, maestra de 37 años y madre de otra nena, le había mandado para el Día de la Madre celebrado el año pasado una conmovedora carta a la presidenta Cristina Fernández, que decía:
“Usted sabe de sufrimiento, ha sufrido dos pérdidas inmensas e irreparables, el dolor no tiene medida , nadie puede decir su real dimensión. Hace dos años y cinco meses que este dolor nos acompaña; debo ver a mi hija de a ratos, con su cuerpito lacerado por sondas y cánulas, por quemaduras, por el insistente accionar de la tecnología utilizada en medicina en una demostración clara de obstinación terapéutica que lleva al encarnizamiento del cual es víctima mi bebé. Es entonces que le pido que me ayude en este dolor , que no sólo es mío, sino de una parte de la sociedad que sufre situaciones tan extremas como la de tener un familiar en situación de salud irreversible”.
Más adelante, escribió: “ La Iglesia también nos acompaña, dando apoyo a mi familia. La máxima autoridad en el país, monseñor Jorge Bergoglio, me ha llamado por teléfono y ha expresado su conformidad, acompañado nuestro pedido de limitar el esfuerzo terapéutico, inútil en este caso. Varios comités de bioética avalan mis dichos y confirman el cuadro irreversible que padece mi bebé. (...) Como madre acompaño a mi hija en este doloroso proceso. Muchas personas se están solidarizando con nosotros y es por eso que espero que a la brevedad sea usted quien también nos reciba y comprenda”.