Al menos 52 internos murieron, 16 de ellos decapitados, durante una rebelión y enfrentamiento de bandas criminales que duró unas cinco horas en una cárcel de la ciudad de Altamira, estado de Pará, en el norte amazónico de Brasil, informaron las autoridades.
La masacre ocurrió en el Centro de Recuperación Regional de Altamira, durante la cual dos agentes penitenciarios fueron tomados como rehenes y luego liberados.
"La mayoría falleció por asfixia", informó la Superintendencia del Sistema Penitenciario del estado de Pará.
El motín se inició a la mañana, cuando servían el desayuno, y al mediodía había sido controlado.
De acuerdo con las autoridades, el motín fue motivado por una pelea entre las bandas criminales Comando Classe A (CCA) y el Comando Vermelho (CV, Comando Rojo), que pugnan por reclutar presos a sus filas y controlar el tráfico de drogas y armas. Todo comenzó a las 7 de la mañana cuando líderes del CCA invadieron un pabellón donde estaban internos de la facción rival. Allí, con facones, fueron decapitados 16 presos, según la reconstrucción que están realizando los investigadores de la policía civil.
Los agresores, además, prendieron fuego y cerraron las puertas del pabellón, lo que provocó el deceso por asfixia de la mayoría de las víctimas.
"El total de víctimas podría subir cuando las autoridades terminen de inspeccionar todas las áreas involucradas en el motín", dijo el jefe de prisiones estatales Jarbas Vasconcelos Carmo en una conferencia de prensa.
Vasconcelos dijo que la pelea entre bandas criminales en la prisión de Altamira comenzó a eso de las 7 de la mañana, cuando se servía el desayuno."Los presos también incendiaron objetos evitando que las autoridades entraran a la instalación sino hasta unas cinco horas después", dijo. Un grupo de fiscales y policías logró la liberación de dos guardias tomados como rehenes durante la rebelión.
La prisión donde ha ocurrido el motín tenía una ocupación muy por encima de su capacidad. Aunque estaba preparada para 208 presos, había 384 personas recluidas, según las últimas cifras oficiales, de 2016. La Cárcel de Altamira es una de las más antiguas de la región, está enteramente administrada por el gobierno del estado de Pará.
El secretario del Sistema Penitenciario de Pará, Jarbas Vasconcelos Carmo, explicó tras el incidente que la unidad alberga dos facciones, el Comando Vermelho, de Río, y el Comando Classe A, un grupo local. Aseguró que el ataque fue inesperado: "No recibimos ningún informe de nuestra inteligencia que apuntara a un posible ataque de esta magnitud".
El responsable de las cárceles estatales añadió: "Encontramos cuerpos decapitados y los otros muertos por asfixia. No los sacamos a todos porque el lugar todavía está caliente. Es una unidad antigua con forma de contenedor".
Las primeras informaciones apuntan que las víctimas pertenecían a la facción de Río, una de las más poderosas de Brasil.
El pasado mayo parientes de los reclusos se manifestaron frente al Penal de Altamira para que los presos de las bandas criminales fueran trasladados a otras prisiones, informa la web del diario Folha de Sao Paulo. Las autoridades se negaron a realizar los traslados y el Servicio Penitenciario de Pará aseguró que seguía en tiempo real los movimientos de la población carcelaria. En esa cárcel, los presos preventivos están separados de los condenados.
Motines en el norte de Brasil
En los últimos años, el norte de Brasil se ha convertido en uno de los principales escenarios de enfrentamiento entre facciones rivales. Como resultado de estos enfrentamientos por el dominio por las rutas del narcotráfico y el reclutamiento de nuevos miembros en las cárceles se suelen producir enfrentamientos entre rejas, que en ocasiones cuentan con la implicación de grupos más pequeños con implantación local como el Comando de Clase A, publica la web del diario español El País. La violencia tras las rejas contrasta con la caída de los asesinatos fuera de ellas, en la calles. Las negociaciones y eventuales acuerdos entre las bandas criminales en la mayoría de los estados han derivado en una caída de las cifras de homicidios, algo que ya ocurría en el estado de San Pablo por influencia del PCC. Los datos del Monitor de la Violencia indican que los asesinatos han caído en 2018, cuando hubo 57.117, frente a los casi 64 mil del año anterior.
El año 2017 fue especialmente letal en las cárceles brasileñas. Sucesivos motines en prisiones de tres estados (Amazonas, Roraima y Río Grande) causaron la muerte de 126 reclusos.
El motín es parecido a otros ocurridos en mayo úlrimo en varias prisiones del colindante estado de Amazonas, donde murieron 55 internos. El 27 de mayo 55 presos murieron durante una disputa de facciones criminales en una cárcel de Manaos, capital del estado de Amazonas, vecino al de Pará.
A principios de 2017, más de 120 internos murieron en prisiones del norte de Brasil cuando bandas rivales pelearon por el control de las rutas de narcotráfico de la región. La violencia duró varias semanas y abarcó varios estados.
En muchas prisiones de Brasil hay pocos guardias para el total de presos, que suelen gobernar las instalaciones y realizar actividades criminales pese a estar tras las rejas.
cárcel de altamira. Líderes del Comando Clase A atacaron ayer el pabellón de sus rivales del Comando Vermelho y desataron la masacre.