Hasta los fóbicos de las nuevas tecnologías, cuarentena mediante, se sienten herederos de Steve Jobs. No saben más de lo que sabían antes del DNU que los mandó a quedarse en casa, pero se sienten los reyes de Sillicon Valley. Le pasa a todos, pero más a los políticos, que hacen sus reuniones vía Zoom, como si fueran millennials. Sus gestos, no obstante, revelan que se hacen más de lo que son, y es lógico, la revolución digital que llegó con el aislamiento obligatorio los tomó por sorpresa. El intendente, Pablo Javkin, obsesionado con el distanciamiento social, se sienta a dos metros de la computadora, como si el virus se propagara por Internet y un estornudo de sus interlocutores pudiera infectarlo. Los concejales no se acostumbran a los encuentros a distancia y así como están las que, como Fernanda Gigliani, se producen como si fueran a una fiesta electrónica, otras, como Marina Magnani, se dejan ver con el pelo en cumbia, como si amanecieran después de anochecer de un día agitado. Los muchachos lo llevan mejor, salvo Ariel Cozzoni, que siempre luce agotado, como si acabara de jugar el clásico.