Las campanas de la iglesia repicaron y los cubanos colgaron banderas estadounidenses de sus ventanas cuando el presidente Barack Obama anunció en diciembre de 2014 que Estados Unidos dejaría intentar de empujar a Cuba hacia el colapso. La nueva política de deshielo de Obama desató una oleada de visitantes estadounidenses, llevando dinero al emergente sector privado de Cuba. Incluso cuando la economía centralizada sufrió su primera recesión en casi un cuarto de siglo a varios cubanos les fue mejor. Pero la mayoría permaneció en una agobiante lucha diaria y el júbilo se convirtió en resignación. Se espera que el presidente Donald Trump dé hoy un giro de 180 grados en la política de Washington hacia Cuba de los últimos tres años y retome el objetivo de la Guerra Fría de privar de efectivo al sistema cubano mientras incita a la población a derrocarlo. Los cubanos esperan lo peor. A lo largo de la isla gente de todas las edades, profesiones y creencias políticas consideran que aumentarán las tensiones, habrá menos visitantes estadounidenses y tendrán más problemas para ver a sus parientes en el país del norte. Y aunque algunos exiliados cubanos en el sur de Florida lo festejan, otros cuestionan si es correcto deshacer un camino que aumentó el número de isleños económicamente independientes del gobierno.