Entre un mar de banderas venezolanas y al grito de "Sí se puede!", miles de opositores al régimen de Nicolás Maduro, vestidos algunos con camisetas blancas y gorras tricolor, marcharon ayer por autopistas y avenidas de Caracas, en una escalada de la confrontación con el gobierno, mientras el país sufría por segundo día un apagón masivo y generalizado que ha causado la muerte de numerosos pacientes en los hospitales (ver aparte).
Maduro anunció que una de las fuentes de generación eléctrica sufrió un presunto "ataque cibernético" que "tumbó" todo lo que se había logrado para reconectar 70 por ciento del servicio del país, pero no ofreció detalles. Nadie cree en esta clase de informes del desprestigiado presidente chavista, ni en los de sus ministros, que hablan de un complot "de la extrema derecha" como causa de la caída masiva del sistema eléctrico nacional. Los ciudadanos descreen de estas explicaciones y recuerdan las denuncias por corrupción y la falta crónica de inversiones en los servicios públicos.
Ante cientos de seguidores y empleados públicos concentrados en las afueras del palacio presidencial, Maduro responsabilizó a Estados Unidos de los "ataques" al sistema eléctrico y pidió a los venezolanos la "máxima compresión" para lograr en las "próximas horas" la reconexión del sistema. "Estamos ante la más grave agresión del imperio norteamericano", sostuvo. Ya había esbozado esta teoría conspirativa al estallar la crisis eléctrica, el jueves a la noche.
Maduro aseveró que desde el jueves el sistema eléctrico ha enfrentado "cinco ataques eléctricos, cibernéticos y electromagnéticos", y agregó que dio instrucciones para garantizar los suministros de alimentos subsidiados y agua potable a la población.
Como siempre, el presidente chavista aprovechó para atacar al líder opositor y presidente interino electo por la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, quien es reconocido por más de medio centenar de países.
Pese a las enormes dificultades que planteaba la falta de luz, Guaidó convocó a nuevas machas y manifestaciones. Luego de bloquear por algunas horas el paso de la marcha en Caracas, centenares de policías abrieron el paso a decenas de miles de manifestantes que, entre aplausos y gritos, celebraron que se les permitiera avanzar hacia la avenida Victoria, en el oeste de la capital, donde estaba el punto final de la movilización.
En medio de la multitud apareció Guaidó, quien anunció que en los próximos días iniciará recorridos por todo el país junto a congresistas para unificar las fuerzas opositoras y luego organizar una gran movilización hacia la capital. "Vendrán días duros por culpa del régimen", afirmó Guaidó, montado sobre un vehículo y con la ayuda de un megáfono, al llamar a los opositores a prepararse para nuevas acciones del gobierno para desalentar a las fuerzas opositoras. "Todas las opciones están sobre la mesa", volvió a afirmar, en tácita mención de una eventual desobediencia militar a Maduro. Guaidó se dijo dispuesto a utilizar todos los recursos previstos en la Constitución para lograr la salida de Maduro. Este reasumió el mando el 10 de enero, el que surge de las cuestionadas elecciones de mayo de 2018. Estas no fueron reconocidas ni por la oposición local ni por numerosas naciones, la Unión Europea y la OEA. De ahí que Maduro sea desconocido por 54 naciones, que en su lugar reconocen como presidente interino a cargo a Guaidó, titular asimismo del Legislativo.
Sosteniendo con sus manos un cartel en el que se leía "SOS Venezuela", María Consuelo Fernández, una educadora de 47 años, explicó con los ojos llenos de lágrimas que seguía en las calles "porque quiero un futuro mejor para mis dos hijos que no se merecen lo estamos viviendo". Con respecto al apagón que persiste en la capital y ciudades del interior, Fernández consideró que "todo es producto de la ineficiencia del gobierno. Todos estos años lo que han hecho es robar en vez de encargarse de lo que tienen que encargarse".
Arropado por una bandera venezolana de más de tres metros de largo, Carlos Bracho, un misionero católico de 28 años, dijo que decidió salir a las calles para expresar "nuestra indignación por el deterioro tan fuerte de la situación país". "Algo tenemos que hacer para que las cosas cambien", declaró Bracho al descartar que vaya amilanarse luego de más de un mes de protestas."Seguiremos en la lucha pacífica en las calles. Nada nos va a detener".
Al mismo tiempo, algunos miles de seguidores del gobierno, fundamentalmente milicianos parapoliciales y empleados públicos, vestidos algunos con camisetas rojas, se sumaron a la "marcha antiimperialista" que convocó Maduro en rechazo a las presiones de Estados Unidos y de gran parte de la comunidad internacional.