Lula da Silva hizo campaña con continuas referencias a los logros de sus dos gobiernos (2003/2011). Pero el escenario nacional e internacional que permitió al Brasil de la primera década de los 2000 crecer a tasas muy altas ha cambiado radicalmente. El boom de las materias primas o commodities que tanto benefició a los gobiernos de Lula y a otros de América latina se ha modificado para peor. Vale hacer un repaso, entonces, sobre aquella época.
Al final de la segunda presidencia de Fernando Henrique Cardoso (1994-2002), Brasil, como otros países de Sudamérica, estaba transitando una crisis económica. Tras un pico en 1997 de 883.000 millones de dólares del PBI, este indicador se había desplomado hasta 510.000 millones en 2002. Al mismo tiempo el real se había devaluado a niveles históricos, había temores de que el país entraría en cesación de pagos, como acababa de hacer Argentina, por su deuda de 250.000 millones de dólares, y en agosto de ese año el FMI le ofreció un préstamo de US$ 30.000 millones para hacer frente a la crisis, uno de los "rescates" más grandes en la historia de la institución hasta ese momento. Cardoso había logrado contener la inflación con su Plan Real, pero al dejar el gobierno la pobreza y la desigualdad seguían en auge.
Meses antes de las elecciones de 2002, Lula da Silva, que lideraba las encuestas, se comprometió a "impedir que nuestra deuda interna aumente y destruya la confianza en la capacidad del gobierno para cumplir sus compromisos. Somos conscientes de la gravedad de la crisis económica. Para resolverla, el PT está dispuesto a negociar con todos los segmentos de la sociedad y con el gobierno". Lula ganó las elecciones en segunda vuelta con el 61,27% de los votos, superando al "protegido" de Fernando Henrique Cardoso, José Serra, que logró el 38,72%, y asumió la presidencia el 1º de enero de 2003. En 2006 ganó la reelección también en segunda vuelta, con el 60,83%.
Durante la primera presidencia de Lula, Brasil se benefició de los altos precios de las materias primas y el gobierno no sólo evitó el default de su deuda sino que administró un crecimiento sin precedentes del PBI y el aumento del empleo. La política económica de Lula para acompañar este crecimiento de las exportaciones fue celebrada por los mercados: reducir el gasto público, pagar la deuda, achicar la burocracia y favorecer a los emprendedores. Lula buscó hacer crecer el empleo y los ingresos tributarios, al tiempo que aumentaba el gasto social. Así, los 189 millones de brasileños en ese momento (la cifra asciende a 220 millones en la actualidad) contribuirían al crecimiento con su consumo ampliado.
El resultado del auge de las materias primas impactó en las exportaciones: en 2003 Brasil exportaba a China por US$ 4.000 millones; esa cifra trepó a US$ 46.000 millones en 2013, según datos del FMI. El PBI trepó de US$ 510.000 millones en 2002 a US$ 2.210.000 millones en 2010, de acuerdo con el Banco Mundial.
Mientras que el índice de Gini, que mide la desigualdad (0 indica igualdad y 1 desigualdad), se encontraba en 0,58 en 2002 y en 0,53 en 2009, y el desempleo había caído de 10,6% en 2002 a 9,4% en 2009. Los logros económicos, sin embargo, no pudieron mantenerse durante el gobierno de su sucesora Dilma Rouseff a partir de 2011, y Brasil entró en recesión en 2015.
Los dos gobiernos de Lula son también recordados por las medidas para reducir la pobreza, que, sumadas al crecimiento económico del período, tuvieron también buenos resultados. Su programa más recordado es Hambre Cero (Fome Zero), por el cual se hicieron transferencias de dinero y alimentos para asegurar tres comidas diarias a la población más vulnerable. Así, la pobreza medida por el umbral de ingreso diarios de hasta US$ 2,15 (línea internacional de la pobreza) pasó de 11,7% a 6,1% en 2009. Medida según el umbral de US$ 3,65 (línea de pobreza para economías de ingresos medios-bajos), la caída fue de 25% a 15%.