Las ametralladoras y los uniformes militares se han colado en las fotografías de los turistas que llegan al Caribe mexicano para disfrutar de las vacaciones de Semana Santa. El asesinato de una decena de personas, coincidiendo con el inicio de las fiestas, llevó al gobierno del presidente Manuel López Obrador a desplegar a más de 8.000 soldados para patrullar las playas paradisíacas de arena blanca y agua turquesa.
Después de tres años en los que la pandemia ha reducido ostensiblemente los ingresos turísticos en la zona, las autoridades se esmeran por evitar ahora que la violencia endémica que sufre el país termine por ahuyentar a los visitantes que sostienen la economía local. El episodio violento más reciente ocurrió el 2 de abril en el lujoso hotel Fiesta Americana Condesa, en Cancún. Un grupo de hombres armados y vestidos con camisas hawaianas descendieron de un auto y asesinaron a quemarropa a cuatro personas que descansaban en el resort. Las primeras hipótesis apuntan a que las víctimas estaban involucradas en el tráfico de drogas y que fueron asesinadas por miembros de una banda rival. Tras el ataque, las autoridades instalaron retenes militares en las carreteras para tratar de ubicar a los agresores, entre los que estaría Héctor Flores, un conocido narco al que apodan Pantera. Días antes, un turista estadounidense sufrió una herida de bala cuando disfrutaba de unos días de descanso en Puerto Morelos, a 40 km de Cancún.
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Una selfie fuera de lo común. Al parecer los turistas han asimilado la presencia de los militares, encapuchados y armados con fusiles ametralladoras.
En el otro extremo del país, en la costa del Pacífico, la ola de violencia golpea a Acapulco. La que fuera meca turística del país durante la década de los 80 se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas del país. El pasado 3 abril, un tiroteo en la playa Caleta se saldó con cuatro muertos y cuatro heridos. Algunos testigos lograron grabar con sus celulares las escenas de pánico vividas durante el ataque, con decenas de turistas corriendo desesperados en busca de refugio. En los días previos, un taxista fue herido de un tiro en la cabeza y dos cadáveres envueltos en bolsas de plástico emergieron del Pacífico ante la mirada de los turistas.
Ante la conmoción nacional e internacional, el gobierno mexicano decidió anunciar una militarización sin precedentes de las playas. Un total de 4.724 soldados fueron desplegados en Acapulco, Cancún, Tulum, Puerto Vallarta, Mazatlán y Veracruz. Además, detalló el secretario de Defensa Luis Cresencio Sandoval, otro contingente de 3.800 uniformados vigilarán cientos de carreteras, 14 aeropuertos y 42 estaciones de autobuses, escoltados por seis helicópteros, 755 patrullas, 377 camionetas y 10 lanchas.
A pesar de que la presencia del ejército pueda generar desconfianza entre los visitantes, los comerciantes y hoteleros lo ven con buenos ojos. Y las “selfies” de los turistas en las playas de Cancún con los soldados se multiplican, lo que indica que fueron bien recibidos. Según Toni Chaves, presidente de la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya, “en el sector entendemos que la presencia de las fuerzas del orden público en las playas fortalece la seguridad. Lo vemos con buenos ojos, ya que van a evitar que ocurra cualquier tipo de situación de inseguridad”. Este empresario español es uno de los que mejor conoce la realidad. Lleva más de dos décadas afincado en México y es el fundador de NAH Hotels, una cadena con ocho hoteles en el Caribe mexicano. “La prueba definitiva de que sigue siendo un destino seguro es que es el preferido por todos los turistas del mundo”, asegura Chaves, quien califica los crímenes registrados como “casos aislados que son producto de enfrentamientos directos entre delincuentes”.