Asentado en el oeste de la ciudad, La Lagunita es un territorio signado por las carencias, que como muchos otros barrios populares, encuentra su fortaleza en el trabajo cotidiano y solidario de las organizaciones sociales que se brindan por entero al trabajo territorial. En este escenario de necesidades y resistencias germinó el Centro Cultural La Gloriosa, un espacio que nació hace siete años de las entrañas del Movimiento Evita y que desde el pasaje 1818 Nº 3.652 ofrece oportunidades a los chicos y chicas del barrio.
Merendero, unidades productivas de panificación y huerta se combinan con una variedad de talleres destinados a los niños, niñas y adolescentes del barrio y alrededores. Entre esas propuestas se encuentra una que combina arte y oficio. Se trata del taller de lutería y reparación de instrumentos, una ocupación poco difundida que brinda a sus aprendices una promesa de oportunidad laboral. Este año cuenta con 20 nuevos inscritos y algunos proyectos que desean concretar.
El taller no es nuevo, comenzó hace tres años y tiene una historia destacada por la transmisión de saberes y el empoderamiento de sus jóvenes integrantes. Paola Almirón es la actual coordinadora y en diálogo con La Capital repasa la historia de este espacio de aprendizaje. Comenzó como alumna en el taller de lutería hace tres años, con el profesor Matías Díaz, docente de música. El año pasado Matías tuvo la posibilidad de comenzar a trabajar en una escuela, por eso de a poquito la fue dejando a cargo del taller a ella y a otros compañeros. “Al principio eramos cuatro hasta que quedé yo sola a cargo del espacio acompañada de Luci, quien me acompaña en la coordinación”, dice. Paola hoy afronta el desafío de transmitir todos los conocimientos que aprendió con su profesor a los nuevos chicos que ingresan al espacio con el deseo de aprender un oficio.
La nueva profesora recuerda que cuando ella comenzó como alumna la situación del taller era muy precaria: “Arrancamos muy desde abajo, el profe traía algunas herramientas que tenía en su casa y otras que le habían prestado en una escuela y que a fin de año tenía que devolver. Nosotros los alumnos vendíamos pizzas y hacíamos hamburgueseadas para poder comprar los recursos que necesitábamos. A veces nos donaban guitarras, las arreglábamos para venderlas y con esa ganancia comprábamos materiales y herramientas”. A pulmón, como todo progreso posible en los barrios populares. Los materiales se fueron comprando y a pesar de las carencias el equipo se pudo dar el lujo de vivenciar experiencias enriquecedoras para el propio proceso de aprendizaje. Como el viaje que hicieron durante el 2019 bajo la coordinación del profesor Díaz, cuando todo el equipo viajó a Juncal (departamento Constitución) a reunirse con músicos de la provincia, en un encuentro donde ellos se dispusieron a mostrar cómo se repara un instrumento.
Centro Cultural La Gloriosa
La convocatoria
Desde su instalación en La Lagunita, La Gloriosa tiene la sana costumbre de salir a buscar a los chicos y chicas del barrio para ofrecerles un espacio de participación y nuevas oportunidades. Como en muchos barrios populares está presente la problemática de que niños y adolescentes se alejan de la escuela. En estos casos el trabajo de contención que realizan las organizaciones sociales se torna fundamental a la hora de ofrecer otras posibilidades. “La búsqueda es constante, a veces se volantea el barrio para salir a buscarlos y también en el marco de los talleres se organizan actividades para distenderse, compartir otros espacios y engancharlos más”, cuenta Paola. Sostiene que los chicos también van a los talleres en busca de buenos momentos, una charla donde puedan contar cómo se sienten y un espacio donde se les pregunte si necesitan algo.
La profesora de lutería recuerda que el año pasado para cerrar el taller hicieron una comida en el parque con todos los protocolos. Un encuentro donde se hablaron de nuevos proyectos, se compartieron ideas y motivaciones. Y que fue tan significativo que de allí surgieron nuevos talleres. “Así comenzamos este año, recogiendo todas esas ideas nuevas que ellos propusieron”, afirma Paola.
La coordinadora del Centro Cultural es Ayelén Romano y se suma a narrar la historia y el recorrido que en los últimos años transitó La Gloriosa y su impacto en la población joven del barrio. Recuerda que las primeras actividades del centro fueron el merendero y la panificación, para luego comenzar a desarrollar los talleres a través del programa Nueva Oportunidad, un punto de partida que promovió el acercamiento de muchos chicos y chicas.
La mayoría de los alumnos y alumnas de los talleres son del barrio La Lagunita y alrededores, algunos también se acercan al centro para compartir en el merendero y otras actividades que ofrece La Gloriosa. La pandemia puso en pausa a la mayoría de los talleres, solo se trabajó ininterrumpidamente en el merendero, la panificación y la realización de ollas populares. “Apuntamos a lo necesario —cuenta Ayelén—, vimos que al merendero y a la olla se sumaba cada vez más gente porque la pandemia dejó a muchos vecinos sin posibilidades concretas de trabajo”.
Actualmente el Centro Cultural concentra alrededor de 60 personas que trabajan entre las unidades de producción (panificación, merendero y huerta) y los espacios de aprendizaje. Los talleres se fueron reactivando desde agosto del 2020 y son cada vez más concurridos por los chicos y las chicas del barrio, sumando un promedio de participación de entre 20 y 30 alumnos en cada uno de ellos. Boxeo, foto y video, armado y reparación de instrumentos, escuelita de fútbol y educación sexual integral, son algunos de los espacios, a los que este año se sumará el de apoyo escolar. La coordinadora dice que los jóvenes que se acercan a La Gloriosa tienen distintas necesidades y motivaciones: “Algunos vienen a aprender un oficio, otros vienen porque les gusta la actividad, otros por la necesidad de la beca, pero para la mayoría de ellos es un espacio de contención”.
Proyectando metas
Paola cuenta que el taller de lutería no sólo resistió los embates mas duros de la pandemia sino que además este año abrió su inscripción en el mes de febrero sumando 20 alumnos muy motivados. Ese entusiasmo se percibe y se hace presente en las expresiones de todos ellos.
Rocío y Leo son hermanos, tocan en una banda de música, explican que comenzaron el taller porque tienen familiaridad con los instrumentos, pero no saben qué hacer cuando se les rompe uno y hay que arreglarlo. “Yo soy músico, toco la guitarra y siempre me interesó saber cómo se arregla un instrumento”, cuenta Leo.
Nicolás hace tres meses que empezó el taller y dice que lo eligió porque disfruta del trabajo con herramientas: “Lo que más me gusta —dice— es el momento del armado, ver el resultado del trabajo que hice, la guitarra armada”.
Alan empezó hace dos meses. Pasó un par de veces por La Gloriosa y le gustó lo que vio, por eso se decidió a empezar: “Me gusta usar herramientas y ver cómo queda la guitarra al final”. También afirma que lo ve como una posibilidad de oficio.
Por su parte, a Lautaro le gustaría aprender el oficio porque su papá es carpintero, y como en el lugar se trabaja con instrumentos de madera, le llama mucho la atención ver cómo se arman y desarman. Además confirma que son un grupo muy unido y “está bueno venir y compartir con los chicos”. Candela y Camila coinciden en que eligieron el taller porque les llamó la atención cómo se podía armar un instrumento. Y a Milagros lo que más le gusta del espacio es que le da la posibilidad de aprender cosas nuevas.
Si bien el taller está pensado como una capacitación en oficio, también sumó el objetivo de generar una nueva unidad productiva que aporte recursos para los propios chicos que lo integran. “Sobre mediados del 2020 comenzamos con el proyecto de armar cajones peruanos, lo que implicaría un ingreso en su totalidad nuestro, porque los cajones los armaríamos nosotros” afirma Paola, y agrega: “Acá somos todos de familias laburantes, por eso los jóvenes queremos también armar nuestra propia unidad de trabajo, y en este proyecto el Centro Cultural nos da el espacio y el apoyo que necesitamos”.
Para los integrantes del taller de lutería hay una meta de progreso en el horizonte. En el mientras tanto, el Centro persiste en su tarea cotidiana de ofrecer la contención necesaria a los chicos y chicas del barrio. El taller de reparación de instrumentos como los otros espacios colectivos cuentan la historia de lo que sucede en la mayoría de los barrios populares, donde las urgencias y necesidades de las familias confluyen con la solidaridad de los pares y la organización comunitaria. Y en el territorio de La Lagunita, los resultados de esa confluencia resultan gloriosos.