Voces, risas de chicos y una puerta de madera que se golpea todo el tiempo. De pronto aparece el maestro. "¿Qué ocurre? ¿Qué es este escándalo? ¿Qué pasa? ¿No han prometido estar callados? No me puedo ir ni cinco minutos (...) Si algún día me retraso un poco, ponen las clases patas arriba?". Las preguntas y comentarios pueden pasar en cualquier aula de aquí a la vuelta, sin embargo transcurren en una escuela de Koker, un pueblo al norte de Irán; y se dan al inicio al filme ¿Dónde está la casa de mi amigo? del realizador iraní Abbas Kiarostami.
Luego de ese llamado de atención llega el pedido del maestro — que en esta realidad es el profesor— de mostrar los deberes; la famosa tarea que, al parecer, el rigor que representa para la tradición escolar atraviesa todas las fronteras.
El salón es humilde y muy ajustado, solo de varones, sentados de a tres en cada pupitre de madera. Los cuadernos de los niños a raya, de tapa blanda, que se escriben con lápiz. Y un pizarrón negro al frente, como los que recorren cualquier imaginario escolar. Es en espacios como ese donde todos los días, en las escuelas del mundo, aparecen historias mínimas, que desde lo cotidiano, dan cuenta de la riqueza humana. Una de esas historias la narra Kiarostami en su película.
Mohamed se olvida su cuaderno en casa de su primo. Presenta la tarea escrita en una hoja aparte. El maestro le llama la atención por la falta y argumenta de manera inflexible por qué hay que tener siempre el cuaderno en clase. Las lágrimas del nene no se hacen esperar. Detrás llega la advertencia que si se reiteran esos olvidos "será expulsado de la escuela".
"Todos los días en las escuelas del mundo aparecen historias mínimas que, desde lo cotidiano, dan cuenta de la riqueza humana" En esas escenas iniciales, la contemplación de Ahmed sobre lo que le pasa su amigo es conmovedora y anticipa el compromiso de lo que vendrá en la historia de este filme. A la salida de la escuela se entreveran los cuadernos y por error Ahmed se lleva el de su amigo. Cuando se da cuenta de la equivocación, inicia un periplo increíble para encontrar su casa en el pueblo vecino de Poshteh y devolvérselo.
En ese recorrido se cruzará con las torpezas del mundo adulto, que todo el tiempo mide su autoridad sobre el pequeño. Como cuando busca por todos los medios posibles explicarle a su mamá lo que pasó y la urgencia de llevar ese cuaderno; o cuando su abuelo lo para en el trayecto para que le vaya a buscar los cigarrillos y se enoja porque se lo debe pedir tres veces. "Quiero que el chico se eduque para que el día de mañana sea un hombre de bien. Cuando yo era un crío mi padre me propinaba una paliza cada quince días...", le comenta a un anciano sentado a su lado en lo que sería la vereda de un bar.
El respeto de Ahmed por los mayores nunca está en duda. Pero el valor de la amistad, de la solidaridad, el miedo a que su amigo se quede sin escuela son más fuertes y sale en su búsqueda.
En el filme, estrenado en 1987, la fotografía a cargo de Farhad Saba es un personaje más. Imágenes que encuentran la belleza en lo más sencillo. Y un detalle no menor que hace a la esencia y calidad de la película: está realizada a escala de Ahmed; es decir, con ojos de niños.