Hay una anécdota que pinta de cuerpo entero la pedagogía salesiana. En sus "Memorias del Oratorio" (1873) Don Bosco cuenta que cuando era un joven sacerdote de 30 años un pibe llamado Bartolomé Garelli llegó hasta la sacristía a curiosear. El sacristán quiso correrlo con un plumero golpeándolo en el hombro y la cabeza, pero Don Bosco lo frenó en seco y pidió hablar con el chico. Bartolomé tenía 16 años y era huérfano.
—No...
—¿Sabes silbar?
"Aquí Bartolomé se rió. Era lo que yo quería. Comenzábamos a ser amigos", cierra Don Bosco. Bartolomé regresó con otros amigos y ese fue el germen de la labor oratoriana salesiana. Con los que no eran escuchados. Con los que eran reprimidos por el simple hecho de ser marginados.
El 16 de agosto de 1815 —hace 200 años— nace en Italia Juan Bosco, fundador de la obra salesiana que recorrió en mundo con su pastoral misionera. Pero que también tuvo un fuerte anclaje en lo educativo con escuelas y oratorios que están presentes en casi todas las provincias del país. En Rosario se destaca el Colegio San José, el Domingo Savio y la primaria y secundaria de Ludueña, barrio donde por más de 40 años desarrolló su tarea pastoral y social el sacerdote salesiano Edgardo Montaldo. En homenaje al bicentenario de su nacimiento, la comunidad educativa de Rosario y la región organizan una serie de actividades para festejar el cumpleaños de Don Bosco, considerado "padre y maestro de la juventud".
Quizás el rasgo más distintivo de la pedagogía salesiana sea el sistema preventivo (en oposición al represivo) y su mirada atenta hacia los pibes más humildes. "El ideal de Don Bosco lo podemos sintetizar en que fue un educador cristiano de los jóvenes, especialmente los más necesitados", señala Francisco Tessarolo en el libro "El sistema educativo de San Juan Bosco". Respecto del esquema preventivo, el propio fundador de la congregación salesiana lo describe como un sistema donde el docente y sus asistentes estén cerca de los chicos, "hablen, sirvan de guía en toda circunstancia y corrijan con amabilidad".
Adrián González tiene 44 años, es sacerdote y docente de la escuela secundaria Don Bosco, de barrio Ludueña. Desde la praxis concreta de sus años como educador, habla de la pedagogía salesiana: "Trabajé muchos años como docente en el ámbito de las adicciones, en centros de rehabilitación; y creo que con el sistema preventivo Don Bosco fue un adelantado al pensar esta propuesta educativa que no pasa sólo por las clases en el ámbito escolar sino porque toda intervención con los jóvenes tiene que ser educativa y preventiva. También el uso del tiempo libre, los grupos juveniles, el campamento, la música o el teatro".
"En ese contexto —agrega el docente— hay una propuesta sumamente válida y uno va comprobando la actualidad y eficiencia que tiene el sistema preventivo". Desde hace dos años ejerce su actividad en Ludueña, un contexto social en donde entiende que cobra suma vigencia el ideario pedagógico salesiano. El mismo que llevó en 1968 a Edgardo Montaldo a dejar la docencia en el Colegio San José (Presidente Roca 150) para meter los pies en este barrio de la zona oeste de la ciudad. "Allí uno ve la realidad de los chicos y con las propuestas que se hacen a través los grupos juveniles y los oratorios uno ve que el proyecto sigue siendo válido", dice el profesor.
González reflexiona además sobre el anclaje de la propuesta de enseñanza de esta congregación en las zonas más vulnerables. Explica al respecto: "Inicialmente todas nuestras obras comienzan en lugares muy marginales. Acá en Rosario la del Ludueña tiene más de 45 años. Y la del San José, si bien ahora está enmarcada en un lugar céntrico, hace más de cien años atrás —el colegio cumplió 125 años— era un lugar muy marginal, cerca del puerto, en los márgenes de la ciudad y para hijos de inmigrantes. La respuesta era darle un contexto educativo a estos chicos para que pudieran insertarse en la sociedad".
Sobre el trabajo de Edgardo Montaldo, quien a los 85 años hace apenas unas semanas dejó la comunidad del Ludueña para reponer fuerzas en una casa para adultos mayores del sur rosarino, destaca que tiene "la suerte de cosechar lo que otros sembraron antes. Y Montaldo ahora está en un período de recuperación, pero con la fuerza y espíritu de siempre".
Por su parte, Fabián Ciampechini, ex alumno y docente de música desde hace 18 años en el secundario del San José, remarca de su tarea y la de otros profesores la importancia de "la alegría como característica del estar, la amabilidad en la corrección, el dejar la posibilidad que el otro descubra su error y buscar caminos para resarcirse". Y fundamentalmente "la escucha de la realidad de los pibes como herramienta pedagógica".
"La matriz pedagógica salesiana está más presente que nunca en la actualidad, no solamente por la cercanía sino por la asistencia concreta, porque para nosotros es fundamental hacer un seguimiento de los chicos. Y que se exterioriza a través de los grupos juveniles y del modelo oratoriano llevado a los barrios más humildes", apunta Ciampechini.
Entiende así que el trabajo con los jóvenes es como "la marca registrada" de los salesianos. Pero desde "una presencia real, ya sea en el patio o desde el juego, que el pibe no sólo sea amado sin que además sienta que lo es".
Tanto para Ciampechini como para González, la pregunta del "¿sabés silbar?" tiene plena vigencia como síntesis de búsqueda de llegar a los pibes desde su propia realidad. Al respecto, Adrián González sostiene que muchas veces "uno no recurre con lo chicos a preguntarles si les gusta leer o qué instrumentos saben tocar, porque a lo mejor son habilidades que aún no descubrieron. Pero desde cosas más básicas como el jugar a la pelota, el teatro o algo tan sencillo como el silbar uno habilita a formar ese vínculo de confianza. Que los chicos se sientan reconocidos, escuchados y valorados".
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De Nevares y Bonamín.
Luces y sombras de una congregación misionera
La congregación salesiana, como el resto de la Iglesia argentina, atravesó luces y sobras durante su vasta historia. El propio presidente Perón, en 1950 destacó la labor de la obra de Don Bosco, al afirmar que "la Nación Argentina está orgullosa de ellos y les agradece cuanto han hecho y están haciendo por formar una juventud digna de esta gran patria de San Martín". El propio Mao Tse Tung destacó alguna vez: "Honrarás a Juan Bosco, que se ocupó de los humildes y educó a los obreros".
Durante la última dictadura cívico militar algunos de sus miembros no estuvieron exentos de las contradicciones que atravesó la Iglesia. El caso más emblemático es el de monseñor Victorio Bonamín, provicario castrense durante el proceso. Según consigna Emilio Mignone en el célebre Iglesia y dictadura, en 1977 Bonamín "enseñaba que la mejor defensa es el ataque, en lugar de la paciencia y la tolerancia", al tiempo que pedía "desestimar las denuncias extranjeras sobre desapariciones" e invocaba "la protección divina en esta guerra sucia en que estamos empeñados". Monseñor Bonamín fue tío abuelo de un joven secuestrado y asesinado por las fuerzas represivas. También fue docente del Colegio San José. Hoy en una de las paredes exteriores de la institución el Colectivo de ex Presos Políticos pintaron un mural con los nombres de los desaparecidos de la ciudad. Entre ellos figura el de Miguel Angel Nicolau, sacerdote salesiano y ex profesor de la institución que estuvo secuestrado en el Servicio de Informaciones.
Pero por otro lado, también hubo religiosos de la congregación que construyeron una pastoral social comprometida con los humildes y los derechos humanos. Entre los casos más conocidos se encuentran el obispo de la Patagonia Jaime De Nevares (cercano a la comunidad Mapuche), Domingo Bresci (integrante del Movimiento de Sacerdotes Para el Tercer Mundo), Rubén Capitanio (cura platense que testificó en el juicio contra el ex capellán policial Christian Von Wernich), y el propio Edgardo Montaldo en barrio Ludueña.