A veces las prácticas escolares de promoción de la lectura trascienden las paredes de las aulas y llegan a las familias. Este logro se produjo en la Escuela Nº 70 Juan José Castelli, de la mano de un proyecto que se propuso recuperar un recurso perdido en muchos hogares: la biblioteca familiar.
Los protagonistas de esta historia son los estudiantes de 3º grado, sus familias y el maestro Marcelo Vasquez, que desde hace tiempo desarrolla rondas de lectura en el espacio escolar. Una práctica que se volvió sistemática con el objetivo de recuperar el valor de la lectura en comunidad.
En diálogo con La Capital, Vasquez explica que la escuela de Avellaneda y Alberdi, en la zona norte rosarina, tiene un proyecto institucional que promueve y fomenta las prácticas lectoras, y que en este marco cada docente busca las mejores propuestas para trabajar con su grupo de estudiantes. Así nació la idea de producir bibliotecas familiares. Un proyecto que fue muy bien recibido por las familias de los estudiantes.
Las voces de madres y padres dan cuenta de ello. “Para nosotros guardar libros en casa es algo normal, porque yo leo y a los chicos les gustan mucho los cuentos infantiles. Desde chiquitos tienen sus libros y siempre tratamos de leerles y que ellos sepan que tienen que cuidarlos. Siempre piden y están acostumbrados a irse a dormir con un cuento o una canción. Ahora estamos poniendo todos los libritos que tenían repartidos por toda la casa en la nueva biblioteca”, cuenta Rocío, la mamá de Cristal: en su casa, el libro que están guardando en la nueva biblioteca se llama Cuentos para dormir, que contiene diez textos clásicos. Como sus hijos son dos, hacen “piedra, papel o tijera” y el que gana elige la historia que quieren que se lea esa noche.
La gran ocasión
¿Cómo surgió la idea de producir bibliotecas familiares? Vasquez explica que esta idea nació como muchas, a partir de una charla con los chicos, espontáneamente. Los estudiantes suelen llevarse a sus casas los libros de la biblioteca escolar, ¿pero donde quedan esos libros? Ellos les contaron a su maestro que a veces los dejaban arriba de una mesa o quedaban en la mochila, porque no todos tenían en su casa un lugar destinado a los libros. A partir de ese momento, el docente le propuso a la profesora de tecnología Ana Benítez trabajar en la elaboración de bibliotecas familiares, para que los libros que sus estudiantes disfrutan tengan un resguardo en cada casa familiar.
A la escuela comenzaron a llegar cajas y cajones de manzanas. Mientras en las clases de tecnología, chicos y chicas lijaban cajones y adornaban estructuras a las que les daban formas de biblioteca, en las clases del maestro los encuentros de lectura no dejaron de replicarse, hasta culminar la semana pasada con una ronda ampliada, en la que distintos miembros de las familias de sus alumnos dijeron presente para compartir un momento de disfrute.
“Siempre recordando eso que planteaba Graciela Montes cuando hablaba de la gran ocasión. Porque se trata de entender la lectura como una gran ocasión”, dice Vasquez, y confirma que esta gran ocasión pudo sostenerse a lo largo del todo el año y fue coronada con un encuentro que trascendió el espacio escolar. En esta práctica sistemática de promoción de la lectura, el maestro logró llegar a las familias de sus estudiantes. Una práctica, que dice “caracteriza a la escuela Castelli, que promueve la participación de las familias en el proceso de enseñanza aprendizaje”.
El docente destaca lo significativo del encuentro, “en un momento en el que la escuela pública está en la mira y parece puesta en cuestión”. Sostiene que “hay mucho trabajo invisibilizado de muchísimas docentes”. Y con orgullo saca a relucir los proyectos de varias compañeras maestras, como el que elaboró Antonella Licatta, que con sus estudiantes de 6º grado se abocó a la producción de literatura fantástica que luego los chicos compartieron en todos los grados de la escuela.
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"Es importante que desde la escuela no solo incentivemos las prácticas lectoras sino que también facilitemos el acceso a la materialidad del libro”, indica Vasquez.
Leonardo Vincenti
Objeto cultural
La Escuela Nº 70 José Castelli recibe en sus aulas a estudiantes que llegan de Ludueña, Empalme Graneros e incluso de barrios mas alejados. El maestro indica que todos sus estudiantes provienen de familias trabajadoras, en los últimos años empobrecidas por las crisis económica y social. Y destaca: “Muchos en una situación apretada en términos económicos, que siguen apostando por la educación de sus hijos y a llevarlos todos los días a la escuela”.
El docente reconoce que si bien la sociedad hoy está atravesada por la virtualidad, el libro no perdió su valor como objeto cultural, aunque muchas veces las limitaciones económicas restringen su acceso. “Por eso es importante que desde la escuela no solo incentivemos las prácticas lectoras sino que también facilitemos el acceso a la materialidad del libro”, indica.
Esta mirada docente es compartida y bien recibida por las familias de sus alumnos, que celebraron tener que destinar un espacio de la casa a las pequeñas bibliotecas que los chicos crearon artesanalmente en la escuela.
“Para mi la iniciativa de los chicos de crear una biblioteca es un paso muy grande porque les permite trabajar en equipo, con herramientas y los ayuda a que sigan con la lectura, porque no todo es siempre a través de las redes sociales y el teléfono”, dice Andrés, papá de Emir. Y a la pregunta de qué libro le parece importante guardar en la nueva biblioteca, responde: “Creo que un libro que ha marcado la educación a todos y nos ha hecho estudiar a todos es el Martín Fierro. Creo que es un buen libro para que ellos entiendan del folclore y la cultura nacional. También le podríamos agregar una Constitución Nacional, que seguramente cuando sean más grandes la van a estudiar en la escuela, ese es un libro muy importante para que aprendan sobre sus derechos, y también alguna enciclopedia”.
Por su parte Graciela, mamá de Bautista y Victoria, indica: “A mi y a mi familia nos pareció hermosa la idea de que se fomente una biblioteca en la casa, porque a los chicos les gusta leer y esta bien que puedan reordenar sus libros. Creo que leer es crecer, es aprender a hablar y es educación. Nosotros compartimos en familia lecturas infantiles y noticias”. Dice que lo que no puede faltar en una biblioteca familiar es un buen diccionario donde buscar palabras y significados.
En favor de esta tarea cotidiana de promoción de la lectura, Marcelo Vasquez reivindica el valor de ciertas políticas públicas educativas como el Plan Nacional de Lecturas, que se vio discontinuado en el tiempo y fue recuperado en los últimos cuatro años. “Se trata de una políticas pública que debería tener un consenso general, porque implica que los estudiantes puedan tener acceso a sus propios libros”, dice el maestro y afirma que los libros de este plan nacional son de calidad, no solo en términos literarios sino también por lo valioso de su material.