La presión que sintió Susana Salvatierra frente el acoso de los dos delincuentes
encapuchados que habían ingresado a su departamento de la zona oeste fue tan fuerte que no tuvo más
remedio que "cantar" dónde estaban celosamente escondidos los ahorros de varios años de trabajo.
Cuarenta mil pesos en billetes de diferentes nominaciones, algunos dólares también, guardados en
bolsitas de nailon y debajo de la mesada de la cocina, en un lugar donde la humedad ya los había
alcanzado. De hecho, los ladrones desecharon en medio del atraco un toquito de billetes de 2 pesos,
y un papel de 50 dólares rotos tras ser alcanzados por el agua.
Para cuando halló el dinero, la dupla ya había transformado el acogedor
departamento en el que vive Susana, en Eva Perón 6576, en tierra arrasada. Ella, que además recibió
dos contundentes puñetes en la cara, quedó recostada en el piso del living atada de pies y manos
con unos cables y con la boca tapada con una mordaza. A pesar de estar en esa situación se las
ingenió para alcanzar el teléfono y llamar a su pareja para balbucearle algo casi
incomprensible.
El segundo golpe.Cuando le toca narrar una vez más lo vivido el jueves a la
noche, Salvatierra lo hace con tranquilidad, pero enseguida rememora un robo que sufrió en octubre
pasado en esa misma casa. "Aquella vez entraron cuando no estábamos, pero anoche (por el jueves) lo
primero que hicieron fue ir directamente al lugar donde estaba el dinero aquella vez. Por eso creo
que podrían ser los mismos ladrones", señaló la mujer en diálogo con LaCapital.
Salvatierra y su marido alquilan desde hace dos años un departamento luminoso,
amplio y bien arreglado, ubicado en el segundo piso de Eva Perón 6576. Se trata de un edificio de
cuatro pisos, sin ascensor y con una vivienda por nivel. Ella tiene montado allí un pequeño taller
de costura en el que hace algunos trabajos a pedido y su pareja maneja una heladería en Mendoza y
Fraga.
El jueves, cuando eran las 20.15, la mujer estaba sola en su casa. "Tocaron el
portero eléctrico y cuando atendí me dijeron: «Somos de arriba». Les abrí ingenuamente y a los
pocos segundos golpearon mi puerta. Cuando pregunté quién era, me respondieron lo mismo. Dudé un
segundo, pero abrí. Ahí me empujaron para adentro y me tiraron al piso", recordó la víctima.
Eran dos hombres que tenían colocados pasamontañas en la cabeza. "Todo fue tan
rápido que no me dieron tiempo de pulsar el botón de la alarma. Uno se quedó conmigo y me
preguntaba permanentemente por la plata. El otro se dedicó a revisar todo el departamento. Yo no
les decía nada, al contrario, sostenía que no había dinero, pero me seguían apretando. Me decían
que si no hablaba me iban a boletear", sostuvo Salvatierra.
A los golpes. Al principio la presión fue sólo verbal, pero como la mujer no
daba señales de querer colaborar, uno de los hampones le aplicó un par de golpes de puño en la
cara. Fue en ese momento en que Susana se quebró.
"Les dije que les daría el dinero con tal de que se fueran de mi casa lo más
rápido posible", rememoró la mujer. Los ahorros que había juntado con su pareja en muchos años de
trabajo estaban divididos en bolsitas de plástico escondidas en uno de los compartimentos del bajo
mesada. Eran 40 mil pesos en billetes de todas nominaciones y también algunos dólares. Los
envoltorios de nailon no fueron suficientes para neutralizar la humedad del escondite. Por eso
algunos billetes, que están a punto de desahacerse por el agua, fueron abandonados por los
ladrones.
Luego Susana fue conducida hacia el living. Le ataron las manos a la espalda con
unos cables y le taparon la boca con un plástico y una cinta para que no pudiera pedir ayuda. "No
logré desatarme, pero alcancé el teléfono y pude llamar a Eduardo (su pareja). Como tenía la
mordaza no podía hablar bien. El llegó rápido, creyendo que me había descompuesto", dijo.
Susana contó que los 40 mil pesos habían terminado debajo de la mesada porque ya
no confiaba en los bancos. "Era plata que íbamos ahorrando de a poco. Hoy en día no se puede
confiar en nadie y ningún lugar es seguro. Si la llevás a un banco y un día la sacás, es seguro que
alguien te está vigilando y te asalta en la calle", concluyó.
Ariel Etcheverry
La Capital