Kenia inició ayer tres días de duelo nacional en memoria de las 148 víctimas del ataque islamista a una universidad de la ciudad Garissa, entre críticas de la prensa por la lenta reacción de las fuerzas de seguridad. Los asaltantes, que eran solo cuatro, pertenecían al grupo terrorista islámico somalí Al Shabaab.
Kenia, un país cristiano en un 80%, celebraba de esta forma la Pascua sumido en el dolor: las misas en todo el país estuvieron dedicadas a los jóvenes asesinados el jueves en el campus de la universidad, en su casi totalidad, cristianos.
El presidente keniano Uhuru Kenyatta anunció tres días de duelo con banderas a media asta y prometió que su país responderá “con la mayor severidad”, a la tremenda agresión del terrorismo islámico. En tanto, uno de los cuatro miembros del comando islamista fue identificado como un joven keniano de etnia somalí, Abdirahim Abdulahi, graduado en la universidad de derecho de Nairobi, anunció el Ministerio del Interior. Abdulahi, que murió en el asalto de las fuerzas de seguridad, “era diplomado de la Facultad de Derecho de Nairobi y descripto por alguien que le conocía muy bien como un futuro jurista brillante”, según un portavoz del ministerio. El joven era hijo de un conocido político keniata, según medios locales.
El ataque fue reivindicado por el grupo islamista somalí Al Shebaab, aliado de Al Qaeda, como represalia a la intervención del ejército keniano en Somalia. Kenia participa de una fuerza de paz panafricana que tiene mandato internacional. Al Shebaab ha sumido a Somalia en una guerra civil y su débil Estado es incapaz de enfrentarlo.
La prensa fue especialmente severa con las fuerzas especiales keniatas, que tardaron siete horas en responder al ataque del comando de islamistas. “Se trata de una negligencia que linda con el acto criminal”, afirmó el gran diario keniata Nation, y recordó que los “hombres armados que mataron a decenas de estudiantes con evidente placer se pudieron tomar todo su tiempo”. Esto se evidenció en el hecho de que los terroristas en algunos casos obligaron a las víctimas a llamar a sus padres antes de ser ejecutados. También tuvieron tiempo de seleccionar a los cristianos, para masacrarlos, y dejar libres a los que eran islámicos. El otro gran diario de Kenia, The Standard, publica una caricatura en la que se ve a una serpiente, que representa la amenaza terrorista, despertar de un mordisco a un responsable de seguridad mientras un perro ladra “demasiado poco, demasiado tarde”.
La matanza de Garissa constituye el más sangriento ataque que sufre Kenia desde la destrucción en 1998 de la embajada de Estados Unidos en Nairobi, que causó 213 víctimas mortales.Este atentado también tuvo matriz islámica, dado que fue obra de Al Qaeda.
Todos los líderes políticos y religiosos, entre ellos el máximo líder musulmán del país, Hassan Ole Naado, condenaron la matanza de Garissa. “Kenia está en guerra, y debemos permanecer unidos”, dijó el líder musulmán. Tras el atentado, Al Shebaab amenazó a Kenia con proseguir una “guerra larga y espantosa” si Nairobi no retira sus tropas de Somalia. Al Shebaab se parece en sus prácticas al grupo Estado Islámico y al nigeriano Boko Haram.
La policía de Garissa “paseó” los cadáveres de los cuatro asaltantes en una pick-up. Las autoridades dijeron que pretendían averiguar si alguien podía identificar a los autores de la masacre. Asimismo, desde el jueves, cinco personas fueron detenidas. Las autoridades buscan al que consideran el cerebro del ataque, Mohamed Mohamud, por el que ofrecen 215.000 dólares. Este es un ex profesor de una escuela coránica de Garissa.