El Papa Benedicto XVI reconoció ayer que el Vaticano no ha sido suficientemente vigilante en
relación con el escándalo de pederastia en el seno de la Iglesia Católica, que calificó de
“perversión”.
En una charla con periodistas a bordo del avión que lo llevó de Roma a
Edimburgo, donde comenzó su visita de cuatro días a Reino Unido, el pontífice admitió además que no
se actuó con la suficiente rapidez y determinación para responder con las medidas necesarias al
escándalo protagonizado por sacerdotes pederastas.
El Papa alemán dijo que las revelaciones le habían producido una fuerte
conmoción y causado una profunda tristeza. “Es que es muy díficil de entender cómo pudo
ocurrir esta perversión del sacerdocio”, agregó.
Los casos de abusos sexuales cometidos en instituciones educativas
católicas sumieron al Vaticano en una profunda crisis y ensombrecieron también su decimoséptimo
viaje al exterior.
Tras aterrizar ayer a la mañana en el aeropuerto de Edimburgo, donde lo
esperaban el príncipe Felipe y un grupo de gaiteros que tocó música en su honor, Benedicto XVI fue
recibido por la reina Isabel II de Inglaterra en su residencia de Holy Rood House en la capital
escocesa.
Después de un intercambio de regalos con la reina, Benedicto habló desde
el parque de la residencia real sobre la difícil relación entre la fe y la sociedad moderna.
“El Reino Unido aspira a ser una sociedad moderna y multicultural”, señaló.
“En esta interesante empresa debe conservar siempre el respeto a
los valores tradicionales y formas de expresión cultural no toleradas o consideradas importantes
por formas agresivas del secularismo”, subrayó.
Benedicto recordó el “fondo cristiano” de la sociedad
británica y sus méritos en la lucha contra la tiranía nazi.
Su anfitriona, la reina Isabel II, que visitó el Vaticano cuatro veces,
subrayó la importancia de la “herencia cristiana común” en su país y agradeció a Roma
su contribución a la “mejora de la situación en Irlanda del Norte”, donde católicos y
protestantes se enzarzaron en un sangriento conflicto que comenzó a resolverse a partir de 1998 con
el famoso acuerdo de Viernes Santo.
La reina, que lidera la Iglesia anglicana, destacó también la
importancia del diálogo entre confesiones. “La religión siempre fue un elemento de identidad
nacional y de autoentendimiento histórico, lo que convierte la relación entre diferentes credos en
un factor de cooperación interestatal”.
El pontífice, con un pañuelo escocés sobre su toga blanca, fue recibido
en las calles de Edimburgo por una multitud reunida para saludarlo al paso de su vehículo, el
“papamóvil”. Escocia es de tradición más católica que Inglaterra.
En el parque Bellehouston de Glasgow, Benedicto XVI celebró una misa
ante unas 70.000 personas en la que instó a la generación joven que se resista a las tentaciones de
la vida moderna, entre ellas la droga, el sexo, el dinero, el alcohol y la pornografía.
La mayoría de los asistentes al oficio religioso pagó una contribución de 37 dólares, suma
solicitada por la curia escocesa para solventar parte del viaje del Pontífice.
La prensa británica ha sido particularmente hostil hacia la visita papal e hizo hincapié en
su costo de 12 millones de libras (19 millones de dólares) para el erario, en momentos de medidas
de austeridad y pérdida de empleos.
En este mismo escenario, Juan Pablo II ofreció hace 28 años una misa que
congregó a más de 250.000 personas.
Benedicto XVI llamó a los católicos jóvenes a “llevar una vida que
sea digna del Señor” y de ellos mismos. “Sólo la fe puede ofrecer una liberación ante
la existencia superficial y tentadora que la sociedad con frecuencia promociona”, aseguró.
Durante la misa, condenó la “dictadura del relativismo” que
“amenaza con oscurecer la verdad del hombre”. Y aseguró que el hombre tiene derecho a
vivir en una sociedad que no sea una “selva de libertades autodestructivas y
arbitrarias”.