Al escuchar la sentencia sobre la terrible noticia de hace cinco años atrás, me vino a la mente el episodio que nadie pudo jamás imaginar. El asesinato de Facundo Cabral recorría medios gráficos, radiales y televisivos, acompañando de dolor e impotencia lo absolutamente inexplicable. Otra vez el absurdo formaría parte de una realidad imposible de digerir. Un ser especial, un mensajero de la paz, dejaba este mundo como resultado de un homicidio que conmovía al mundo. Sus canciones de compromiso y de reflexión espiritual, serían el sello de un ser elegido que pregonaba la paz y el amor por los cinco continentes. Sus conciertos eran una convocatoria al amor, a la fraternidad y al bien. Luego de una vida signada por el dolor, el abandono y la pobreza, el destino le depararía al cantautor y poeta un rol que sale de la convicción más profunda, y de una riqueza interior que lo trascendía. En 1996, Naciones Unidas nombró a Facundo Cabral Mensajero Mundial de la Paz, y en 2008 fue nominado al Nobel de la Paz. Su experiencia personal pudo trabajarla gracias a su sabiduría, cuando en muchos casos pasar por esos trances como los que él atravesó lleva al rencor, al escepticismo y a la destrucción individual. Este 2016 se cumplen cinco años de su asesinato. De ese episodio donde el cantautor fue atacado a tiros cuando se trasladaba al aeropuerto internacional. Si mal no recuerdo, había dicho allí (en Guatemala) que era su último concierto. Estaba prácticamente invidente y ya se había despedido del público como artista. Sabía sin duda que era su última función, convocando públicos que llenaban distintos sitios del planeta. Jamás imaginaría Cabral que un final semejante como fue su muerte violenta, acompañaría su partida de donde se encontraba de gira. Se supo recientemente la condena de este horrible crimen, dictaminada con 50 años de cárcel a los autores de este aberrante hecho. Si bien se sabe que lo acontecido fue una confusión con un trasfondo horrible, esto no es consuelo sino al contrario. Demás está decir que no sólo en Argentina se lo extraña. Hermanos, como él mismo sabía decir que tenía en tantos países, también seguramente siguen recordándolo con cariño y lamentando su muerte, producto de la barbarie de aquel día donde la fatalidad pondría fin a su existencia física. Que en paz descanse nuestro querido trovador. La vida a usted no le pasó por un costado y dio muestra de ello al mundo entero, con una paz interior que lo desbordaba, apreciada por su público que tanto lo quería y valoraba. Gracias Facundo Cabral por haber convertido sus tristes vivencias y grandes pérdidas, en esperanza. La misma que supo dar frente a un montón de personas que lo admiraba y compartía con inmenso placer sus espectáculos y anécdotas. En las muchas entrevistas concedidas, podía captarse su humildad digna de destacar, plasmando además un legado para los oyentes (sean o no ocasionales). Que Dios lo tenga en la gloria, y gracias por dejarnos sus maravillosas canciones y enseñanzas. Por demostrarnos que el dolor más inconmensurable, cuando es entregado al Padre con sincero reconocimiento de nuestras limitaciones, nos fortalece para seguir, para brindarnos y fortalecernos. Por esa esperanza que no permitió que se esfumara en su vida por nada, abriéndonos los ojos para que también nosotros la abracemos de la misma forma.