A los 20 años recién pudo cristalizar su sueño y subirse a un auto de carreras. Con empuje y una determinación inclaudicable pudo sortear los escollos económicos que demandan esta profesión para empezar a hacerse un nombre en el automovilismo argentino. Pero a los 25 sus ilusiones parecían haberse hecho trizas definitivamente. Un accidente terrible lo puso delante de la competencia más dura de su vida: resignarse a los primeros pronósticos médicos o pelear con todas sus fuerzas para recuperarse y, con todos los riesgos que ello implica, volver a conducir. Y Maximiliano Abriata, este rosarino de profesión piloto, lo hizo. Después de dos años de intensa lucha, se sentó frente a un volante y compitió. Terminó en una piña, como para enfrentar definitivamente los miedos. Pero se dio el gusto. Y volvió a sonreír.
La historia de Abriata, este vecino de Saladillo, merece ser contada. Porque es atípica desde el comienzo y atípica continuó luego de lo que parecía el final anticipado de su carrera. Sin movilidad en los brazos, parecía que la vida le marcaba un final anticipado de su máximo sueño. Pero el piloto rosarino no se resignó cuando le dieron la posibilidad de operarse. Y después de aquel tremendo golpe en la Clase 2 del Turismo Nacional en Posadas, en agosto de 2010, regresó para competir en el Turismo Agrupado 1600 en Marcos Juárez. Una victoria, la más importante, mucho más que todas las que consiguió en el Turismo Santafesino.
Abriata fue un apasionado de los fierros desde chico, pero pese a que su papá es dueño de una empresa que fabrica cabinas de tractores, el presupuesto para correr requiere de aportes que el clan familiar no posee. Eso se lo dejó claro su papá Ricardo desde siempre, pero igual le tenía reservada una gran sorpresa. Como regalo de cumpleaños de los 20, lo llevó a probar un auto del Turismo Santafesino, "un Golcito", en el autódromo Juan Manuel Fangio de Rosario. El sueño del pibe parecía hecho. Pero habría más.
"Me llevó Tito Felicia, que es un experimentado en la materia, explicándome qué cosas tenía que hacer, donde frenar, etcétera. Y luego empecé a girar y estaba chocho con eso. Pero mientras tanto le dicen a mi viejo que mis tiempos estaban a 7 décimas de la pole en ese circuito y le preguntaron adónde corría", relata orgulloso. "Y mi viejo le dijo que en ningún lado. ¡Si jamás había agarrado ni un karting!".
¿Y qué pasó? "Para mí quedaba ahí la cosa. Mi papá no quería que supiera mis tiempos porque no tenía plata para bancarme y sabía que me iba a enloquecer. Pero luego de eso apareció el Seba Diruscio (piloto de Cuatro Esquinas, del TC Pista), que nos indicó cómo movernos y ahí empezó la cosa, medio a los ponchazos mientras estudiaba en la facultad. Le compramos a un amigo un Renault 18 financiado que lo armaba yo junto a José Mogliani para el Turismo Santafesino y arrancamos". Claro que para eso contó una decisión familiar. "En la facultad estaba todo el día pensando en autos y mi viejo me dijo que me bancaba hasta los 21 años, que tenía techo y comida pero que si quería tomar el automovlismo como profesión tenía que hacer todo yo. Y así fue".
En el 2006 salió piloto Revelación de TS y gracias a eso en 2007 le agregó la Clase 2 de Turismo Nacional. Ya en la primera carrera en San Rafael, de 60 autos clasificó primero en su tanda y quedó 14º en carrera. Un promisorio comienzo que siguió en 2008, con pelea por el campeonato incluida en TS, no exento de dificultades. En 2009 intentó pelearla sólo en el TN y alquiló el Clio campeón de Leandro Vallasciani, pero con otro motor, por lo que fue para atrás y el manejo no le gustó, bajándose de la categoría sin completar el campeonato, por lo que regresó al TS donde casi sale campeón tras tres victorias y siete podios. Pero el bichito de la vidriera nacional era más fuerte y decidió volver a la Clase 2 en 2010 con auto propio, con la estructura del chasista Jorge Favin y motorización de Tito Echegaray.
En Neuquén clasificó 6º, en San Rafael venía bien y el fin de semana fatídico, en Posadas, el auto estaba entre los diez primeros en el primer entrenamiento. Pero en el segundo llegó la secuencia que le marcaría el futuro. "Salí de boxes a dar una vuelta rápida. Pasé por la recta a casi 230 kilómetros por hora y a la hora de frenar se rompió algo en el tren trasero, giró y me fui marcha atrás hacia una pared y golpeo a 200 kilómetros por hora. Después de mi accidente recién pusieron gomas. Y, estamos en Argentina".
Tras el tremendo impacto "quedé inconsciente y tuve rotura de plexo braquial, que serían los nervios que hacen el mecanismo de movilidad de los brazos y dos coágulos en la cabeza. Yo no recuerdo, pero mi papá me dijo que lo primero que pregunté apenas abrí los ojos era si el auto servía o había que hacer uno nuevo. Quería ir a correr, desenchufar todo lo que me pusieron e irme. No me daba cuenta que tenía los brazos muertos", dice literalmente, en un relato que estremece.
—¿Te dijeron en un momento que no podías correr más?
—Sí, me lo dijeron, que iba a quedar así. Hasta en los primeros estudios me advertían que tenía un problema medular, sin arreglo. Imaginate cómo estaba. Pero mi viejo pudo poner la plata, treinta mil pesos por cada operación, y salí adelante. Por suerte dimos con el doctor Giocoli. Nos fuimos enterando que no era un lesión conocida pero que era recuperable. Y que había que tener más huevos en la recuperación que arriba del auto. Ya hace casi dos años y medio, y aún no estoy al ciento por ciento, pero ese es el único camino. Lo más loco fue que después de quedar casi inválido por esto quiero volver a lo mismo. Pese a ser algo que casi me saca la vida, seguí luchando para volver.
—¿No tuviste miedo al sentarte al volante de nuevo?
—El miedo que tuve al volver era perder la magia. Mi viejo me veía nervioso y me decía que si sentía miedo que no corra. Pero tenía miedo a no saber leer el auto, a no saber si iba de trompa o de cola. Pero él me dijo que eso no lo podía perder, porque estaba en la cabeza. Los brazos eran otra cosa. Y así fue. En la segunda vuelta iba a fondo.
—Para sacarte el miedo nada mejor que un topetazo de entrada.
—Sí (risas). Partí tercero y ya estaba segundo, pero el que venía cuarto venía pasado y me pegó un bombazo... Tenía que ser así.