Colgado del travesaño, el equipo económico de Luis Caputo aguanta con distintas mañas la presión cambiaria, a la espera de que el Rigi, el blanqueo o un crédito externo salvador aceiten su estrategia de apreciación del tipo de cambio. Este esquema es clave para frenar la inflación y salvar el último hilo que conecta a Javier Milei con su contrato electoral económico. La ratificación oficial de que no habrá salida del cepo en el corto plazo, provoca tensión en la city y expone la cruda realidad de los sueños de la dolarización sin dólares.
El último informe del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso) recordó que, durante el período de convertibilidad, la apreciación cambiaria se sostuvo con un flujo positivo de divisas proveniente, primero, de las privatizaciones, y luego del incremento de la deuda externa. Entre 2012 y 2015 el tipo de cambio se mantuvo con la pérdida de más de u$s 18 mil millones de reservas en cuatro años. Y entre 2016 y comienzos de 2018, el combustible fue la masiva colocación de deuda, que culminó con la crisis de 2018. Con todas sus diferencias, en los tres casos este esquema cambiario permitió, al menos por algún período, alentar el consumo y la actividad.
Apreciación y recesión
El ancla cambiaria actual, en cambio, tiene dos particularidades. Dice el Ceso: “Las canillas de dólares financieros parecen estar cerradas” y “no se tradujo en un incremento de los ingresos reales o de la actividad, sino que convive con un proceso de ajuste, recesión y caída de los ingresos”.
La secuencia semanal de policías golpeando brutalmente a jubilados es un camino de cornisa. “Es posible que parte de la sociedad soporte este ajuste sólo por la promesa de la estabilización de precios, si el proceso de desinflación se revierte, o si por la pérdida de reservas el gobierno debe profundizar aún más el ajuste para llegar a diciembre con la posibilidad de salir del cepo, es probable que parte del apoyo que hoy goza se diluya, y con ello sus pretensiones electorales en 2025”, advierten los economistas del equipo que conduce Andrés Asiaín.
El problema es que, precisamente, mientras espera dólares genuinos, el programa económico de Milei-Caputo apuesta a sostener el esquema actual “por medio del ajuste y la recesión”.
La doble D
Para Jorge Vasconcelos, economista jefe del Instituto de Estudios de la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) de la Fundación Mediterránea, hay “un verdadero círculo vicioso” en la decisión de no levantar las restricciones cambiarias porque faltan dólares, ya que su continuidad mantendrá deprimidas las reservas”.
Si bien reconoce que la unificación del tipo de cambio implicaría una devaluación, considera que no sería “significativa”, dado “el férreo control del gasto público y los indicadores actuales del sector externo”.
Desde su punto de vista, la decisión del gobierno tiene que ver, más bien, con el peso de los vencimientos de deuda pública, externa y doméstica, el impacto que tienen sobre las expectativas y “el temor a un efecto dominó por la elevada proporción de bonos del Tesoro en los activos del sistema bancario”.
“El actual nivel del riesgo país, en torno a 1.500 puntos, contrasta con 480 puntos que se registraban a fin de 2015”, cuando se levantaron las restricciones cambiarias a poco del recambio presidencial.
Además, hoy casi el 50% del activo de los bancos está aplicado a títulos públicos, contra el 28% de aquel entonces. También se multiplicó el peso de las amortizaciones de deuda sobre el PBI. En 2025 equivalen a 9,4%. Para Vasconcelos, el cepo permitió en los últimos años que el sector público “pueda cazar pesos en el zoológico para la refinanciación de sus vencimientos”.
En el escenario en el que los cepos continúan, el economista advierte que la acumulación de reservas seguirá complicada, por lo que esa política debe ser complementada con fondos ad-hoc. “Aunque el blanqueo de capitales sea exitoso, no va a alcanzar”, señaló. Y apuntó que el costo y el volumen del resto de las divisas que se consigan con “ingeniería financiera” será “el test que defina si los próximos pagos amplían o no el horizonte”.
Por el momento, las gestiones oficiales, como la instrumentación de un cepo con garantía de bonos, “estarían chocando con la exigencia de tasas de interés muy caras para cerrar operaciones destinadas a cubrir los vencimientos de enero 2025, del orden de los 4.300 millones de dólares”.
Presión directa
El vicepresidente de la calificadora de riesgo Moody’s, Jaime Reusche, lo expuso hace dos semanas: “Argentina recibe aproximadamente u$s 100.000 millones cada año pero los flujos de salida entre importaciones, pagos y salidas de capital también suman cerca de u$s 100.000 millones, esto deja un margen muy reducido para cubrir todos los compromisos, incluyendo los pagos de deuda, que rondan los u$s 5.000 millones”.
Además de poner en duda la capacidad de pago, presionó por una suba del tipo de cambio. “Después de la devaluación del año pasado, debería producirse otra este año para cerrar la brecha entre el dólar paralelo y el oficial; desde nuestro punto de vista, esta reticencia impide los ajustes necesarios en las cuentas externas, lo cual es preocupante”, dijo.
El equipo de economistas del peronismo bonaerense que encabeza Roberto Feletti advirtió en su informe de agosto que las probabilidades de que se desencadene una devaluación y una crisis en el corto plazo “son muy altas” ya que la “doble D” (devaluación y default) sobrevuela los finales de 2024”.
“El ancla fiscal está cerca de encontrar un límite, por la profundidad de la recesión y el impacto de ésta en la recaudación de ingresos públicos, lo que genera un escenario muy complejo, surcado por fuertes presiones de devaluación”, concluyeron.