Suele decirse que algunos gobernantes necesitan tener un pueblo ignorante para dominarlo a gusto. Ello no sucede si los estados propician una instrucción de excelencia en los niveles primarios, secundarios y universitarios.
El simpático apelativo "señoritas" seguirá vigente por mucho tiempo para referirse a las maestras.
Suele decirse que algunos gobernantes necesitan tener un pueblo ignorante para dominarlo a gusto. Ello no sucede si los estados propician una instrucción de excelencia en los niveles primarios, secundarios y universitarios.
En ese sentido Argentina tiene el orgullo de disponer de una educación cuyos logros son valorados mundialmente. Eso significa que "las seño”, como les dicen los chicos a las maestras, han cumplido eficientemente su labor.
Ahora bien; ¿por qué se les llama señoritas a las maestras aunque estén casadas? La cuestión proviene del siglo pasado.
En 1923 y durante el gobierno del presidente Marcelo Torcuato de Alvear, el contrato para las maestras (que tenía una validez de 8 meses) consideraba que una mujer casada no podía ejercer con idoneidad su función, por lo que debía ser siempre una “señorita”.
Y si osaba cometer el sacrilegio de casarse, el contrato quedaba automáticamente anulado, lo mismo que si cometía la locura de pasear con un hombre o si caía en el pecado mortal de ir a una heladería del centro. Nada de pasear en automóvil con un caballero que no fuera su hermano o su padre.
Y que ni se le ocurriera vestirse con ropa de colores brillantes o fumar. Otros hechos que justificaban la caducidad del contrato era beber vino, cerveza, whisky o teñirse el cabello. Debía usar al menos dos enaguas y los vestidos no podían estar a más de cinco centímetros de los tobillos. Nada de lápices labiales ni maquillajes.
Estas órdenes parecían dictadas para religiosas y no para maestras. Pero los años fueron pasando, en Argentina fue creciendo un sano movimiento feminista y las educadoras pudieron casarse dejando de ser señoritas para convertirse en maestras. Creo que el simpático apelativo “señoritas” seguirá por mucho tiempo para referirse a las maestras, casadas o no, que junto a los maestros constituyen los imprescindibles cimientos de la educación.
Edgardo Urraco